Me impresionó la imágen; la encontré en una página que con toda generosidad no me impidió llevármela; o es mejor decir: traérmela. Representa muy bien la agonía de una era y la epifanía de otra que no sé definir, pero imagino. La aurora de toda Epifanía (así, bien escrita) está acompañada del sangriento pago en víctimas inocentes, como la mismísima aurora del Señor, acuchillada por la envidia de un rey que merecía ser democrático, por su crueldad y doblez. Herodes no muere, vuelve cada vez que el Ungido amenaza retornar. Hasta la útima vuelta ...
Anna Katherina Emmerich cuenta que antes del nacimiento de Abrahám, también hubo una matanza de chicos, de bebes, pero no tan grande como la de Herodes. Entonces ¿esto de ahora, qué? La matanza, hoy, es verdaderamente giantesca; la frase hecha: "las cifras del horror" es inútil para acercarnos a la idea exacta de la violencia que hoy acompaña en el mundo, a la vida más inocente. Muerte biológica por un lado, y muerte eterna por el otro, por que si el probre ínfimo cristo pasa el duro cedazo del aborto, le espera la corrupción de la "educación xesual" (ironía involuntaria que ví escrita en un pancarta exhibida durante la guerra civil española) que liquidaría sus expectativas de vida eterna si no fuera por la Misericordia divina.
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