jueves, 28 de junio de 2007

La elección papal y la Misa Tradicional

Su Santidad Benedicto XVI ha resuelto reponer, en general, las normas que regían tradicionalmente el Cónclave electivo del Romano Pontífice, acudiendo a la forma de un inesperado motu proprio denominado DE ALIQUIBUS MUTATIONIBUS; por lo cual, a partir de ahora, volverá a ser preciso que la elección del pontífice cuente siempre con el voto afirmativo de los dos tercios de los cardenales presentes, cualquiera que haya sido el tiempo empleado para ello y sin que sirvan de pretexto para reducir o prescindir de esa mayoría calificada, las votaciones precedentes sin acuerdo, como era hasta hoy por disposición innovatoria promulgada por S. S. Juan Pablo II.

Maximin Giraud y Melanie Calvat
los videntes de La Salette

Aunque no deja de ser un verdadero alivio este retorno a la Tradición que, de hecho, no permitirá que minorías audaces manejen un Cónclave, como podría haber sido con el régimen vigente hasta ahora, es sorprendente que el Papa, quien a pesar de sus muchos años de edad recién estrena —como quien diría— su Pontificado, se ocupe de cuestión humanamente tan alejada del pensamiento general y del futuro que, juiciosamente, pudiera considerarse inmediato. Será, acaso, que se teme, ante el estado de virtual cisma proveniente del sector progresista y siguiéndose las pisadas de algunas profecías de Nuestra Señora en La Salette, que la Iglesia deba volver a soportar —aunque ahora por última vez— la elección de dos Papas, uno falso y otro verdadero, como resultado de un Cónclave dividido y, sobre todo, irreconciliable.

Pero lo más llamativo es que la publicación viene acompañando, casi al paso, el anuncio más formal que haya existido hasta ahora, sobre el desembargo de la Misa Tradicional.

¿Verá el Papa en este hecho, ahora indispensable para la verdadera restauración de la Iglesia —sumida en las soledades del sepulcro— el principio del fin de su gobierno pontificio o el comienzo de un grave cisma, o ambas cosas? Un excelente artículo de Panorama Católico, en el cual se repasan los comentarios de la red que ha generado esta decisión, y el estado de insubordinación general, haría creer que es así; a lo menos, respecto del estado cismático en que se encontraría la Iglesia católica, por obra de los obispos constestarios de la autoridad petrina. Es esta la comprensión que se da al recentísimo acto de S. S. de entregar a 30 obispos de todo el mundo, copias del inminente Motu Propio sobre la unidad del Rito Romano, que incluye a partir de ahora, las formas imperantes hasta 1962 junto a las de 1969, como facultativas para cada sacerdote, y exigible cuando se reuna cierta cantidad de fieles que lo pidan.

La incógnita es, pues, el nexo entre estos dos motuproprios, y qué consecuencias no deseadas pretende enjugar Su Santidad con las previsiones sobre el Cónclave.

Lo que es evidente es que la Santa Misa —como no podía ser de otra forma, pues se trata en definitiva de Cristo mismo— es la piedra del escándalo, del tropiezo, de este pontificado en sus relaciones con la autodenominada Iglesia postconcliar. La creciente protestantización de la jerarquía, en el sentido de considerarse a sí misma, como conjunto o colegio, como una instancia superior al Sumo Pontífice —hipótesis condenada con censura automática en la ley canónica, cánon 1372— va ganando posiciones en la Iglesia, y toma connotación ante cada acto pontificio que enderece la Liturgia, la Doctrina o las prácticas pastorales erradas, tal como demuestran los hechos de la reciente Conferencia continental de Aparecida, Brasil.

Mujer, ¿por qué lloras?
Porque se han llevado el Cuerpo de Mi Señor

Sin embargo, y si nuestro conocimiento de la personalidad del Vicario de Cristo no falla, Benedicto XVI no es un hombre de naturaleza negociadora, pues une una rara reciedumbre de carácter a una convicción profunda sobre su misión en la tierra. No quiere esto decir que no oirá paternalmente, o que no tratará con toda delicadeza, a los disidentes que salgan a su paso; más bien, supone que distinguirá siempre entre desobediencia y desobedientes, inclinándose por reprimir lo primero y condescender con los segundos.

La división y la opresión, han sido siempre un castigo de Dios a la infelidad; y la primera víctima es Pedro, signo terrenal de la unidad de la Iglesia. Pidámosle por el Papa a Nuestra Señora, Madre de la Iglesia; y él hará lo que Dios quiera.



martes, 26 de junio de 2007

Un interesante artículo del Padre Iraburu

Hoy agregamos para nuestros lectores un artículo del Padre Iraburu, titulado Utopía y Política, el cual puede leerse con sólo ingresar al enlace.

Lo recomendamos con toda vivacidad, por que allí se despejan muchos interrogantes, se refutan muchos errores y se estimulan las verdaderas formas de participación del católico en la vida política (la verdadera, no la facciosa o electoralista), conforme lo enseña la Doctrina católica.

Sabemos, además, que es una preocupación que tiende más separar, que a unir; a fraccionar la modestísima presencia católica en el mundo de la política, antes que a cohesionarla y permitirle cierta necesaria unidad de acción.

Por razones metodológicas (¡jé! con esto explicamos cualquier cosa ...) hemos colocado el documento de hipertexto en una fecha en la cual no existíamos todavía. Como página web, claro. Lo cual nos permite acumular en la misma los documentos que, Dios mediante, vayamos subiendo para ustedes.

Ludovico ben Cidehamete



viernes, 22 de junio de 2007

Una razonable y oportuna confusión ...

¡Un “error tremendo”! dijeron algunos; para otros, ganados del anfibológico espíritu moderno, era “una desprolijidad”. Nosotros creemos que simplemente desnuda una cruda (palabra cuyo origen es el mismo de cruel) realidad. El candidato que acepta las reglas de juego de la partidocracia liberal, da igual quién sea, pues es idéntico a todos los demás. Los ingleses, coautores del alumbramiento de la mal llamada democracia argentina luego de la derrota de junio de 1982, deben saber el escaso valor que tiene hacer estas distinciones, que no designan ninguna diferencia substancial. Consiguientemente, no las hacen ni les preocupa qué piensen los demás sobre estos furcios.

—¿Pero se puede saber de qué está hablando ...?

En la edición digital del día de ayer del periódico inglés Daily Mail, ilustrando una noticia sobre unas recientes declaraciones de Néstor Kirchner, y ubicada sobre un epígrafe que lleva su nombre ¡hay una foto de Mauricio Macri!

Tal como hemos demostrado en incursiones anteriores, nos cuesta mucho trabajo aceptar acríticamente la inocencia de estos juegos periodísticos y recibir con idulgencia estos errorcillos; en especial, en vísperas de una elección municipal que compromete al ilustrado (es un decir) de la fotografía, como al soberbio figurón mencionado al pié de la misma y cuyos dichos (también es un decir) motivan la nota, y que de manera inconstitucional hácese llamar “Presidente de la Nación”.

Sin embargo es, eso sí, prueba fiel del sainete en que se ha convertido la política argentina y de la ínfima e intercambiable personalidad de sus circenses actores principales —con licencia del Circo verdadero, que bastante buena nos ha hecho la infancia ... y no tanta infancia—. El Domingo próximo, solemnidad del nacimiento de San Juan Bautista, el Precursor, el sufrido pueblo de la muy Noble y Leal villa de la Santísima Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires, deberá elegir a su jefe de Gobierno entre dos gárrulos candidatos, siendo el preferido el de la fotografía; no porque tenga grandes méritos personales que exhibir, sino acaso por no presentarlos tan malos como su contricante, un marxista sin ningún talento; pero mayormente por no tener demasiada afinidad con el gobierno nacional extinguido de pleno derecho el pasado 25 de mayo aunque sedente aún en la Plaza Mayor gracias a un hábil golpe de estado, del cual el contrincante innominado forma comparsa.

Acojámonos al patrocinio del Precursor, y roguemos al Cielo que nos conceda volver a ser una ciudad muy Noble y Leal con el Creador.




Más sobre el Limbo

En dos entradas anteriores (aquí y aquí), nos ocupamos de un documento de la Comisión Teológica Internacional registrado confusamente por algunos medios electrónicos y escritos, cuyo dictamen pretendía dejar vacío el Limbo, o sea, aquel lugar al cual serían destinados los justos difuntos, que no han sido incorporados a la Iglesia de Cristo por medio del Bautismo.

El famoso documento aún no se había publicado en aquellos días, y así lo dijimos expresamente; no sin antes indicar que, como los propios integrantes de la Comisión lo manifestaran, su contenido no era vinculante, ni dogmático y ni siquiera sentencia probable de la Iglesia; sino y únicamente, una “reflexión teológica”, algo así como un macaneo libre y sin consecuencias .

El documento íntegro ahora está publicado, por lo menos en italiano e inglés, en la página de la Comisión.

Pero la conmoción provocada por la noticia siguió sumando víctimas bienintencionadas, como parece surgir de la página noticiosa de ACIPRENSA, y del silencio consiguiente a su auténtico libramiento al público. El sitio amigo Rorate Cæli, en una entrada reciente, pasa concienzuda revista a la frívola sentencia final que, supuestamente, corona un documento innecesario; sentencia que no agrega, quita o añade nada a lo que ya decía el Catecismo, aunque sí declara que sus conclusiones, aún modestísismas como son, contradicen la doctrina cierta de ... de todos los Doctores de la Iglesia.

Quien quiera tomarse el trabajo inútil de leerlo íntegro, provisto de un traductor de italiano, puede hacerlo en la página de referencia que hemos indicado arriba.

De todas formas, nos hacemos un deber advertir a nuestros lectores que los dictámenes de la Comisión Teológica que se pueden econtrar en la página antedicha, actualmente cuatro, son de escaso, nulo o hasta negativo valor doctrinal; como una muestra (y bastante fea por cierto) puede leerse el Documento llamado “Memoria y Reconciliación”, un mamarracho plagado de errores bíblicos, inexactitudes teológicas y semánticas y monumentales falsedades históricas; y de una “teología” notable por su ausencia más completa y absoluta; y dónde la permanentemente confusión entre el Cuerpo Místico de Cristo con sus integrantes, y aspirantes a integrantes, es casi la regla. Con estos antecedentes, por nuestra parte, ciertamente modesta, no le extenderemos carta de credibilidad a la dicha Comisión, pese a poderse encontrar en ella algunas cosillas interesantes, pero de escasísimo valor propiamente teológico.

¿Ya lo leyó? Bien: allá Usted. Ahora lea atentamente el recuadro que sigue:

De la Alocución Singulari quadam, de 9 de diciembre de 1854: «... En efecto, por la fe debe sostenerse que fuera de la Iglesia Apostólica Romana nadie puede salvarse; que ésta es la única arca de salvación; que quien en ella no hubiere entrado, perecerá en el diluvio. Sin embargo, también hay que tener por cierto que quienes sufren ignorancia de la verdadera religión, si aquélla es invencible, no son ante los ojos del Señor reos por ello de culpa alguna. Ahora bien, ¿quién será tan arrogante que sea capaz de señalar los límites de esta ignorancia, conforme a la razón y variedad de pueblos, regiones, caracteres y de tantas otras y tan numerosas circunstancias? A la verdad, cuando libres de estos lazos corpóreos, veamos a Dios tal como es (1Jn 3,2), entenderemos ciertamente con cuán estrecho y bello nexo están unidas la misericordia y la justicia divinas; mas en tanto nos hallamos en la tierra agravados por este peso mortal, que embota el alma, mantengamos firmísimamente según la doctrina católica que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo (Ep 4,5): Pasar más allá en nuestra inquisición, es ilícito».

De la Encíclica Quanto conficiamur moerore, a los obispos de Italia, de 10 de agosto de 1863 «...Notoria cosa es a Nos y a vosotros que aquellos que sufren ignorancia invencible acerca de nuestra santísima religión, que cuidadosamente guardan la ley natural y sus preceptos, esculpidos por Dios en los corazones de todos y están dispuestos a obedecer a Dios y llevan vida honesta y recta, pueden conseguir la vida eterna, por la operación de la virtud de la luz divina y de la gracia; pues Dios, que manifiestamente ve, escudriña y sabe la mente, ánimo, pensamientos y costumbres de todos, no consiente en modo alguno, según su suma bondad y clemencia, que nadie sea castigado con eternos suplicios, si no es reo de culpa voluntaria»

Nuestro Señor Jesucristo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará.» (Mc 16, 15-16)

San Pío X

Pío XI en Casti connubii: «Y con ser cierto que los cónyuges cristianos, aun cuando ellos estén justificados, no pueden transmitir la justificación a sus hijos, sino que, por lo contrario, la natural generación de la vida es camino de muerte, por el que se comunica a la prole el pecado original; con todo, en alguna manera, participan de aquel primitivo matrimonio del paraíso terrenal, pues a ellos toca ofrecer a la Iglesia sus propios hijos, a fin de que esta fecundísima madre de los hijos de Dios los regenere a la justicia sobrenatural por el agua del bautismo, y se hagan miembros vivos de Cristo, partícipes de la vida inmortal y herederos, en fin, de la gloria eterna, que todos de corazón anhelamos.»

San Pio X, Catecismo Mayor: «546. Los sacramentos más necesarios para salvarnos son dos: el Bautismo y la Penitencia; el Bautismo es necesario a todos, y la Penitencia es necesaria a todos los que han pecado mortalmente después del Bautismo.»

Idem: «563. Hay que darse prisa en bautizar a los niños, porque están expuestos por su tierna edad a muchos peligros de muerte, y no pueden salvarse sin el Bautismo.»

Queda claro, en primer término, que el Magisterio de la Iglesia se ha ocupado del problema con variopinto lenguaje, pero una única doctrina. Y finalmente y para terminar el asunto, que esta nueva boutade de la Comisión Teológica Internacional, es un argumento más en favor de su supresión.



jueves, 21 de junio de 2007

Atanasio

En su reciente catequésis de los miércoles, el Papa Benedicto XVI ha hablado del gran Atanasio, Padre y Doctor de la Iglesia.

El sobrio discurso papal, simplemente congenial con el espíritu del santo rememorado, acentúa la actualidad de la doctrina que el alejandrino expuso con tenacidad, coraje y lucidez contra todos los que negaban la perfecta divinidad de Cristo, Segunda Persona de la Trinidad Santísima. Con toda justicia se podría pensar, de la mano pontificia, que hablaba para nuestros tiempos; en los cuales, a escasos días del centenario de la Encíclica Pascendi de San Pío X, pervive la herejía arriana y semi—arriana en el ya triunfante cisma modernista, haciendo necesaria una nueva dosis de ataque de ortodoxia atanasiana.

No solamente fomentó y sostuvo la tesis predominante —y finalmente definida como auténtica— en el Concilio de Nicea, del cual fue luminaria principal y vocero del Espíritu Santo, sino que, muerto Alejandro, el obispo que lo tomara como consejero, fuera como sucesor suyo en el gobierno patriarcal, paternal, ejemplar y vigilante obispo de aquella diócesis egipcia. Fue poco dado a enjuagues temporales o públicos que, en su tiempo como en el nuestro, enredan en las polleras lujuriosas de la política perdularia a tanto varón que se debería más a la santidad personal, que a los arreglos irenistas con el mundo. Por disposición permisiva de la Providencia Divina, sufrió cinco expulsiones de su diócesis decretadas por el emperador Constantino y sus sucesores y, gracias a ello, predicó contra Arrio en el mundo germano, tanto desde su destierro en Tréveris como más tarde en la misma Roma. San Agustín enseña que es más grande y potente la manifestación de la Providencia divina cuando saca bienes de algún mal, juzgado insoportable por los hombres, que cuando impide ese mismo mal, pues con esto, no solamente pone en acto el bien pensado eternamente por Él, sino que contraría el curso natural de las cosas, exhibiendo su inmenso poder. Sin lugar a dudas, este es un caso de esos. Atanasio sufrió difamaciones, persecuciones y maltrato de sus hermanos en el Episcopado, cuanto de los propios seguidores del desgraciado heresiarca Arrio, cuya final conversión a la doctrina verdadera truncó una misteriosa e inesperada muerte en el 336, víctima probable del veneno de quienes estaban interesados en impedir su conversión.

San Atanasio
297—373

Sus errores, no obstante esta casi segura intención retractatoria, se difundieron de todas formas por todo el mundo romano de la mano de los bárbaros, arrianos en su casi totalidad por la predicación de los discípulos de Arrio —particularmente el obispo Ulfila—, cuando el huno Atila los corrió hacia el Occidente europeo desde las estepas orientales que habitaban; y así llegó hasta España misma y pasó al norte de África, de donde sería finalmente barrida por la otra gran herejía cristiana, acaso también hija del arrianismo: El Islam.

Como prueba de la pervivencia de esta herejía y de la actualidad de Atanasio, pocos días y pocas entradas atrás, recordábamos la iluminada intervención de Jacques Maritain (a quien Dios Nuestro Señor, por intercesión de Atanasio el Grande, perdonará sus desvaríos por esta valiente defensa de la Divinidad de Cristo), Etienne Gilson y otros intelectuales católicos ante el pontificado de Paulo VI, a fin de impedir que un semiarrianismo de corte progresista, manejara a su antojo y corrompiera el Símbolo o Credo sancionado en Nicea a instancias del, todavía, joven presbítero Atanasio. Este error perdura entre nosotros, en la traducción del Símbolo.

Es un santo modelo para nuestros días, tan llenos de mundanal compromiso y de dudosas (y algo repugnantes) concordancias con ese mundo, señalado por Nuestro Señor como uno de los enemigos del alma. Como doctor, manifestó su amor de predilección por la Verdad, más allá de cualquier respeto humano, pues el compromiso con la Verdad lo es también por la Verdad y con los hombres, en cuanto destinatarios de la Revelación del Cristo. Como obispo, su intransigente vigilancia sobre la pureza de la doctrina, la Ortodoxia, de la cual sabíase depositario antes que coautor, lo enemistó con los poderes terrenales (y eclesiásticos), que lo expatriaron varias veces; sin sueldo, sin autómovil y sin fotos en los diarios. En una oportunidad y por espacio de seis años, vivió oculto entre los anacoretas del desierto, lejos de las tronantes “asambleas” pero cerca de Dios ¡qué felicidad!; sólo Él sabe cómo lograron los alejandrinos hacer regresar a su arzobispo a su sede, luego de probar aquellas delicias de la vida solitaria en el desierto, entre san Pacomio y los hijos de san Antonio Abad, el Ermitaño, de quien dice la tradición que fue amigo. Como Patriarca, su lucha inclaudicable por la libertad de la Iglesia, sobre la cual posee un patronato indiscutible, todavía enrojece a más de una autoridad constituída. Es decir, si fuera el caso que alguna supiera algo de historia; cosa que, por estos terrenales parajes, parece constituir un auténtico imposible metafísico, desde que todo saber se nutre, primeramente y como dice la Escritura, del Temor de Dios.

El gladiador de Dios entregó su alma a los 76 años, expresando aquella famosa confesión de Esperanza cristiana: «Mi vida fue un calvario. Me persiguieron pero no pudieron conmigo. Te acompañé en esta vida en tu Pasión Dolorosa, ahora espero acompañarte en tu gloria en la Vida Eterna».

San Antonio Abad, cuya impresionante biografía escribiera san Atanasio, en sus primeros años en el Desierto se fue a vivir a un sepulcro vacío, ejemplo que se viera forzado a imitar nuestro santo, en algun de las tantas oportunidades en que tuvo que salir huyendo de su sede patriarcal. Bravo y singular ejemplo para aquellos que hoy, lejos de vivir esta vida presente como el sepulcro del alma, la viven como sepulcros. Blanqueados.



miércoles, 13 de junio de 2007

Iglesia católica

Hay infinidad de interpretaciones sobre el sentido de las palabras “catolicismo” e “iglesia”, en tanto cuanto referidas a la Iglesia de Cristo. Las modernas interpretaciones, como algunas que se pueden consultar en documentos emanados de Conferencias Episcopales locales o continentales, y también y mucho más grave, en instrucciones litúrgicas, eluden casi siempre la doctrina tradicional, que de hecho queda abrogada por mero reemplazo o postergación, en beneficio de los abusos lingüísticos favorables a posturas sociologistas, humanistas o “asambleístas”.

Así y por ejemplo, el término “asamblea” ha perdido su sentido prístino, referido por antonomasia —como ahora veremos— a una reunión en torno a algo superior, para ser reemplazado por una mera y voluntarista multitud autocongregada, que es únicamente un sentido segundo, extensivo o análogo. Es realmente notable como el erróneo empleo de una lengua viva y el abuso de las traducciones con criterios alejados del sentido original (del origen) se prestan a toda clase de confusiones. Acaso nada inocentes.

Pero veamos qué decía un Padre de la Iglesia sobre todo esto:

La Iglesia se llama católica o universal porque está esparcida por todo el orbe de la tierra, del uno al otro confín, y por que de un modo universal y sin defecto enseña todas las verdades de fe que los hombres deben conocer, ya se trate de las cosas visibles o invisibles, de las celestiales o las terrenas; también, por que induce al verdadero culto a toda clase de hombres, a los gobernantes y a los simples ciudadanos, a los instruidos y los ignorantes; y, finalmente, porque cura y sana toda clase de pecados sin excepción, tanto los internos como los externos; ella posee todo género de virtudes, cualquiera que sea su nombre, en hechos y palabras y en cualquier clase de dones espirituales.

Con toda propiedad se llama Iglesia o convocación (o asamblea), ya que convoca y reúne a todos, como dice el Señor en el libro del Levítico: Convoca a toda la asamblea a la entrada de la Tienda de Reunión. Y es de notar que la primera vez que la Escritura usa esta palabra «convoca» es precisamente en este lugar, cuando el Señor constituye a Aarón como sumo sacerdote. Y en el Deuteronomio Dios dice a Moisés: Convoca el pueblo o asamblea, para que Yo le haga oir mis palabras y aprendan a temerme. También vuelve a mencionar el nombre de Iglesia cuando dice, refiriéndose a las tablas de la ley: Y en ellas estaban escritas todas las palabras que el Señor os había dicho en la montaña, de en medio del fuego, el día de la iglesia o convocación; es como si dijera más claramente: «El día en que, llamados por el Señor, os congregásteis». También el salmista dice: Te daré gracias, Señor, en medio de la gran iglesia, te alabaré entre la multitud del pueblo. Anteriormente, había cantado el salmista: En la Iglesia bendecid a Dios, al Señor, estirpe de Israel. Pero nuestro Salvador edificó una segunda Iglesia, formada por los gentiles, nuestra santa Iglesia de los cristianos; acerca de la cual dijo a San Pedro: Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno no la derrotarán.

En efecto, una vez relegada aquella única iglesia que estaba en Judea, en adelante se van multiplicando por toda la tierra las Iglesias de Cristo, de las cuales se dice en los salmos: Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la Iglesia de los fieles. Concuerda con esto lo que dijo el profeta a los judíos: Vosotros no me agradáis —dice el Señor de los ejércitos—, añadiendo a continuación: Desde el oriente hasta el poniente es grande mi nombre entre las naciones.

Acerca de esta misma santa Iglesia católica escribe Pablo a Timoteo: Sabrás ya de este modo como debes conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad. San Cirilo de Jerusalén, Catequésis 18, 23-25. PG 33, 1043-1047

No está demás recordarlo, en los tiempos de terribles e irreconciliables divisiones como los que corren.


lunes, 11 de junio de 2007

Los sabios modernos

POR EL VOTO democrático —palabra ésta destacada en la noticia original; nosotros nunca destacamos la democracia, empero la practicamos— de los presbíteros de la diócesis alemana de Rottenburg —nombre que, traducido, quiere decir casualmente Ciudad roja— no se aplicará en dicha localidad la imperada reforma en la traducción de la fórmula de la Consagración de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo durante la Santa Misa, por la cual donde se leía anteriormente “por todos”, debe traducirse ahora únicamente “por muchos”.

Convengamos: la desobediencia a la autoridad pontificia en Alemania tanto como el resto de Europa Occidental no es una novedad, de modo que no ha sido el hecho éste el que ha llamado nuestra atención. No, no llama nuestra atención una desobediencia (más) que, a esta altura de los acontecimientos y con más de seis meses de promulgada la perentoria instrucción por medio de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, aún está pendiente de cumplimiento en casi todo el universo, mientras tampoco, que sepamos, ha merecido ninguna clase de comentario o acción positiva de parte de ningún obispo. Esto, que es el statu quo corriente en la Iglesia Católica desde que S. S. Juan XXIII desistió de imponer la disciplina eclesiástica por medios coercitivos, ni siquiera es noticia. Y para probarlo, recordamos al pasar que lo previmos al comentar en esta página la promulgación de la nueva exigencia del Vaticano, en noviembre de 2006.

Pues no; lo que realmente sorprende es que la decisión de los presbíteros alemanes estaría anclada en su discrepancia con la Santa Sede, pues según ellos, la actual traducción reflejaría más fielmente la versión original evangélica, y lo prueban con ... ¡la opinión bíblica de un “teólogo” luterano, que discrepa con la de la Iglesia!

Y sorprende también que el ordinario del lugar no haya suspendido de inmediato a estos supuestos y revoltosos sacerdotes que, en realidad, parecen ser ministros luteranos y no presbíteros de la Santa Iglesia.

Las todavía vigentes disposiciones canónicas, establecen que es el Romano Pontífice el liturgo por antonomasia; permitir exabruptos como el que mencionamos, contesta una exclusiva potestad litúrgica del Vicario de Cristo y amenaza poner en grave crisis su autoridad y la validez de los actos litúrgicos locales, además de dejar a los revoltosos al margen de la Iglesia; aunque esto último parece no ser demasiado preocupante en los tiempos que corren. Tomando ocasión de recientes casos acaecidos en Europa (occidental, of course) el dicasterio romano específico ha hecho notar que la apostasía jurídica se configura recién al llenarse ciertas formalidades que enumera, como por ejemplo, la exteriorización expresa de la abdicación de la fe católica. ¿Cómo llamar, pues, a esto que proponen los sacerdotes alemanes, cuando aceptan como maestro en Sagrada Escritura y en Sagrada Liturgia a un hereje —al menos formal— antes que a la Silla Apostólica, cuya autoridad de paso rechazan? ¿Y el Obispo local nada hace?

Estos interrogantes quedarán sin respuesta, como parece bastante evidente demostrar. Notemos, de paso, que la noticia dada a conocer en medios alemanes indican que los presbíteros de la diócesis de Rottenburg-Stuttgart se han apoyado en las tesis del conocido biblista protestante Joachim Jeremias, fallecido en 1979; mientras que Catholic Word News, posiblemente al amparo de una inexcusablemente defectuosa traducción, dice que los protestatarios se han acogido a la opinión de un ¡teólogo luterano del siglo XVIII!

Los modernos sabios de Rottenburg

Joachim Jeremías (que no guarda ningún parentesco, espiritual o familiar, con el homónimo santo profeta hebreo y cuya similitud de nombres es más que nunca una pura casualidad), al igual que Rudolf Bultmann, a partir del camino abierto por el libre examen bíblico luterano de los positivistas del siglo XIX, ha sido de los más insignes investigadores bíblicos modernos: hipercríticos con relación al carácter verdadero de la narración contenida en las Sagradas Escrituras, cuya historicidad esencial han cuestionado y en particular la Persona, figura y existencia misma del Salvador (que, según ellos, sería un invento de las primitivas comunidades cristianas), han dado pie a numerosas tesis ultra liberales que niegan de plano la utilidad de las Sagradas Escrituras como texto revelado; y que, adoptadas acríticamente por un biblismo católico poco fuerte en su fe (y con la mollera hecha hilachas ¡qué embromar!), han degenerado en muchos de los mayores y más censurados errores de la herejía modernista, condenados ya por Pio IX y el Concilio Vaticano I.

Un padrino de lujo se han echado encima estos curitas alemanes; tal vez más discípulos del apóstata Loisy que de Nuestro Señor Jesucristo.

El problema no es que esto exista y se publique, sino que nadie se escandalice por el avanzadísimo (y desde el punto de vista natural: irreversible) estado de descomposición del clero y de la doctrina católica. Desde luego, la exigencia de la Congregación para el Culto Divino relativa a la traducción de la fórmula de la Consagración, ha caído en saco roto en varias partes del mundo, y nadie acusa recibo de la gruesa estocada romana al estómago de la nueva teología.

Este asuntillo de las traducciones de los textos litúrgicos y sagrados no es novedoso como herramienta manejada por los modernistas en aras de la perversión de la doctrina; al pasar, recordamos aquel furioso episodio de mediados de los años ‘60, cuando Etienne Gilson y Jacques Maritain ¡nada menos! protestaron airadamente ante el amigo de Maritain, Paulo VI contra la traducción del término “consubstantialem Patri” del Credo como “de la misma naturaleza del Padre”, afirmando que la fórmula, mal traducida, era semi-arriana y podía sugerir no solamente Tres Personas sino hasta tres dioses. Hoy, por desgracia, se continúa utilizando la fórmula errada sin explicaciones adicionales. Hoy, también, todos sabemos que muchas traducciones del Misal, edición típica 2002, no están autorizadas ni reconocidas por la Santa Sede, lo que haría imperativo rezar la Santa Misa solamente en latín, versión 1969, como lo manda el cánon 928 del Código de Derecho canónico, especialmente en todos aquellos lugares donde subsista el rechazo vaticano a las traducciones de los Episcopados y no esté aprobado alguna versión local en lengua vernácula.

Mientras que la autoridad no mande como es debido, no es otra cosa que pura usurpación ¡qué se la va a hacer! El poder mal ejercido o no ejercido, ofende a Dios, que es su propietario, pues no es fiel reflejo de lo que manda el Creador de toda autoridad, de todo poder, al deferirlo a sus representantes, estén o no constituidos sacerdotes por el Orden Sagrado, que es principalmente sacerdotal y no de régimen per se. Por eso, San Agustín dice “SUPRIMID LA JUSTICIA, ¿Y QUÉ SON LOS ESTADOS SINO GRANDES PANDILLAS DE BANDIDOS?” (San Agustín, La ciudad de Dios, libro IV, capítulo IV)



viernes, 1 de junio de 2007

Misa Tradicional en Buenos Aires

Para los amantes de la Misa Tradicional, una buena noticia: el próximo Domingo 3 de junio, a las 11 de la mañana, el sacerdote argentino, Padre Federico Mazzutti (de la Fraternidad San Pedro), celebrará una Misa Tradicional solemne en la Iglesia San Benito, Villanueva 929, entre Maure y Gorostiaga. Según informes que nos proporciona Una Voce de la Argentina, el sacerdote celebrante será puntual.