miércoles, 29 de noviembre de 2006

Pobre Francia ...

La "civilización" francesa ha resuelto prohibir que en las películas porno que se emitan por televisión, pueda deslizarse el naturalísimo rasgo de concurrir a la alcoba sin preservativo, ese adminículo inútil que arruina dos cosas: el alma y la ¿sana? o espontánea expansión ante la cual se interpone
¿Ud. no lo cree y piensa que nos burlamos de su inocencia? Nada más lejos de la realidad, caritativo lector, por que el órgano (contra el cual el único preservativo que existe, es abandonar la complacencia y la ignorancia) periodístico que ditribuye la especie, así lo afirma. Y es de saber, que los diarios no mienten...

La noticia, como casi todas las que llegan a nuestros oídos por esta época, es una inmundicia, que no otra cosa podíase esperar de la otrora noble nación gala y del tiempo presente, conjugados en esta especie de eutrapelia al revés, este entrenimiento diabólico en la malicia, la corrupción, lo feo, lo desabrido o abiertamente desagradable, en todo lo cual está puesta la satánica complacencia; si es que el diablo puede tener alguna. Si todo esto no fuera por sí mismo repugnante, la hipocresía del funcionariado político que "generó" la precavida resolución, no deja de ser, "a su turno" (es un galicismo horrible, pero casa bien con esta noticia), una muestra autónoma del dislate en que se funda la política moderna. No les preocupa las ponografía, fatal mala costumbre social que con justa razón se ha perseguido desde antiguo, como causa motriz, que suele ser, de desórdenes en la honestidad, sino el gravísimo problema que, tanto la probabilidad de la fecundidad como la posible transmisión de una enfermedad venérea, acarrearía al exangüe sistema previsional francés; el envejecimiento poblacional es allí muchísimo más patético que en otras porciones de la Europa pagana, de manera que la asistencia médica socializada debería ser rigurosamente controlada.
Y los nacimientos también; cada país tiene su Ginés ¡qué quieren! Así que dos cosas le preocupan al sañudo proyevente: el patrimonio estatal y ... el patrimonio estatal. La honestidad, la moral, las buenas costumbres, la felicidad en esta tierra y, la Salvación eterna, no son de su "resorte".
Y hablando de resortes, habrás advertido, caro lector, que algunas noticias no llevan imágenes, pese a ser nuestro gusto ilustrar con alguna que sea apropiada, nuestras modestísimas contribuciones, y como un modo de "iluminar" los pobres textos que enviamos. Como comprenderás, los últimos temas abordados no nos permiten este sano entretenimiento; como decía el rabino encargado de las circuncisiones en su zona, cuando explicaba por qué motivo había un colgado un gran reloj en la entrada de su casa: "¿Y que querís que colgue?"