miércoles, 28 de octubre de 2020

Los pasitos de Bergoglio

El Nuevo Misal Italiano, aprobado por la Conferencia Episcopal de aquel país y por el papa Bergoglio para su uso “obligatorio” —despóticos progres parlanchines de libertar y tolerancia, nunca jamás harán uso de su propio discurso ...— por todo el clero local, establece algunas novedades que ofrecen cierto interés a los observadores de la Revolución anticristiana. En Primer Lugar, se modifica la traducción del Paternóster, que (“finalmente y como acertadamente ha notado el papa Francisco”) la penúltima petición sea más conforme con la teología católica. Y pensar que en dos mil años nadie se dió cuenta ...

Y en Segundo Lugar, se pretende darle más importancia a las lecturas, lo que hodiernamente se llama con perfecta improcedencia pero con manifiesto espíritu protestante “Liturgia de la Palabra”, pues resalta la inncesaria, aunque innegablemente conveniente, participación popular en las lecturas de la Santa Misa y las pone indebidamente a la altura de la Liturgia Eucarística propiamente dicha. Con esto, se da amplia difusión y mayor cabida, de hecho y de derecho, a la herejía protestante contenida en el Concilio Vaticano II en la constitución Dei Verbum 21 y repetida ad pedem litteræ en el Catecismo juanpablista, § 103, que expresa esto: «Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV 21)». No se puede “venerar” de igual modo a la Escritura y a la Persona Divina, como no se puede igualar la obra con Su Autor; por lo demás, al Cuerpo y Sangre del Señor no se lo “venera”, se lo adora. Y a las Escrituras no se las adora, se las venera mediante la FE. Así pues, otra frase herética sutilmente anfibológica y equívoca del canallesco CVII, conato innegable de protestantización del dogma católico.

Esto no es nuevo en la inacabable y perpetua “reforma litúrgica” iniciada en 1967 con la Misa Normativa y abierta en flor en 1969 con el Novus Ordo. Poco a poco —algunos altares kikos neocatecumenales son prueba acabada de ello al ubicar en sus Sagrarios un espacio equivalente al del Tabernáculo para exhibir un Libro Sagrado— se ha ido desmereciendo el respeto debido a la Sagrada Eucaristía para transferirlo idolátricamente a las Escrituras, cuya parte en la Santa Misa, importante desde siempre, se ha pretendido sea por sí misma una Liturgia autónoma, una malignamente llamada “Liturgia de la Palabra” por oposición a la Liturgia Eucarística propiamente dicha que, en cuanto Sacramento que es, no puede ser igualado al mensaje en el cual se anuncian los canales ordinarios de la Gracia, que es lo que en la Iglesia es la Liturgia. No se trata de ideas nuestras ni tampoco de una paranoia de la que debamos rendir cuenta. Quien quiera saber si esta breve pero jugosa sentencia de Dei Verbum sobre la presunta igualación de la Escritura a la Eucaristía, para desmerecer esta última, ha dado motivo a múltiples equívocos, consulte el documento de la por entonces Sagrada Congregación para el Culto Divino de 25 de mayo de 1967, Eucharisticum Mysterium, n. 9: A.A.S. 59 (1967), p. 547, donde se tiene que resolver la cuestión de si la frase de Dei Verbum en cuestión debe aceptarse en su sentido literal o no. La cuestión, pues, no es nueva.

Nuestro informante, el siempre entusiasta de novedades Sandro Magister, nos revela que este papel preponderante de la Sagrada Escritura en la Santa Misa, se hará efectivo mediante “la variedad y riqueza de las Oraciones Eucarísticas, como por la casi doscientas nuevas oraciones de comienzo de la Misa, inspiradas cada una de ellas en el Evangelio del domingo, y por las Antífonas de Comunión también vinculadas al Evangelio del día.” También habrá importantes concesiones al lenguaje de género retorcido: «En el “Confiteor” al comienzo de la Misa, a los “hermanos” se agregarán las “hermanas”, en obsequio a los actuales imperativos lingüísticos (el destacado nos pertenece): “Confieso a Dios todopoderoso y a vosotros, hermanos y hermanas, que he pecado mucho…”. Y así cada vez que en la edición típica latina del Misal aparece la palabra “fratres”.»

Pero la perla de la soncera se la llevará la “novedosa” traducción de la penúltima petición del Paternóster (et ne nos inducas in tenationem) que, según parece ser por inspiración de Bergoglio, “ahora” deberá leerse “no permitas que caigamos en tentación”... como si alguna vez en la vida se hubiera dicho de otro modo. Pero la “reforma” solo tiene por sentido desprestigiar a la Iglesia del pasado por su “mala” o equívoca traducción del Padrenuestro, como si, por ejemplo en castellano, no se hubiese rezado siempre, pero siempre siempre “y no nos dejes caer en la tentación...”, o como si Santo Tomás de Aquino, en su famosísimo “Padre Nuestro” comentado, no hubiera traducido esta penúltima petición tal cual como acabamos de señalar, sin incurrir en la vulgaridad de atacar la traducción tradicional de la Iglesia ni, muchísimo menos, la forma latina típica, que no encuentra objetable en lo más mínimo. El comentario a esta sexta petición del Padrenuestro no deja lugar a dudas que, en la Iglesia, este párrafo siempre ha sido entendido en la forma en que se reza en castellano. Así pues, lejos de constituir una novedad, hubiese sido un error haber modificado el Padrenuestro para que coincidiese con una traducción literal del Evangelio y no de su sentido, tal cual lo anotara Santo Tomás de Aquino 800 años ha, en el lugar apuntado. Pero lo importante es sostener la Revolución: revolver todo el tiempo, mover aquello que por definición y por referencia al Dios inmóvil, su Autor, quieto y sin mudanza debería quedar (Carta de Santiago, 1, 17: «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación»); convertir a la Liturgia y a la Santa Religión en un arenal permanentemente en movimiento, reformado —Ecclesia semper reformanda est, el ideal protestante— y revuelto, y atacar todo, pero todo cuanto fuera posible, la Sagrada Eucaristía, que es Lo Central Absoluto de la Religión verdadera.

De la misma materia es el reciente “comentario” incidental de Bergoglio acerca de los homosexuales: tres gotitas de un veneno casual con un efecto (dice el cardenal Gerhard Müller) devastador.

Así pues, otro pasito más: dos pasos para adelante y, algún que otro pasito sin importancia para atrás, como en un baile trágico cuyo desenlace no es el romance o la dama conquistada, sino el salto definitivo al precipicio sin final del fuego avernal. Por lo menos, hasta que el dueño de la música orden parar el desastre. No sabemos cuándo será. Pero sabemos que sucederá.