Como una consecuencia del flagrante desafío que el Papa Benedicto XVI lanzara desde Ratisbona contra el evolucionismo, desacreditándolo en su (pretendidamente) propio terreno como una tesis "irracional", los "científicos" han exhibido al mundo un supuesto genoma del hombre de Neanderthal que, con una supuesta antigüedad de varios miles de años y muchos millones más de suposiciones menos que infundadas, han propuesto al mundo moderno como su antepasado directo. Algunos diarios europeos reproducen la "noticia"; que nadie nos podrá acusar de chuscos, si calificamos de algo antigua.
Afirman (sin fundamento alguno, claro) que desde este "mono"temático ascendiente, no habrían existido mezclas ni cruzas con ningún otro "antropoide" contemporáneo o tardío, razón por la cual, sus características, quizá, se habrían mantenido inalteradas hasta desembocar en el hombre actual, cuya información genética sería una comprobación de sus tesis, al descubrirse que se compartirían en un 99% con un hueso hallado en Croacia. Haciendo caso omiso al hecho de que sus infantiles reconstrucciones morfológicas, o recreaciones visuales, nos recuerdan algunos ejemplares humanos nada homínidos ciertamente, a quienes cariñosamente solemos rebautizar con sobrenombres como "Mono", o "Gurka", o cualquier otro que la nacional idiosincrasia permita asociar a un cráneo aplastado por delante, arriba o detrás, a una mirada relativamente extraviada, una acromegalia incipiente o un planteo de general perplejidad en la actitud inaccesible, estos expositores de la irracionalidad presentada al mundo por Charles Darwin como una mera teoría de remota comprobación, no trepidan en tomar al resto del mundo por aquello mismo que ellos han creado: unos primates. Cuando la iconografía clásica reviste al pobre antepasado de pieles de animales, no advierte que se contradice al hacerse eco, en realidad, del Libro del Génesis, que nos enseña que Dios, lamentándose del estado del hombre después de ser arrojado del Paraíso terrenal, le confeccionó unos vestidos con piel de animal, pues no existe prueba alguna de que tal fuese su cotidiano vestuario, si es que usaban alguno. Es evidente que ignoran que el hombre sólo juzga de lo desconocido por medio de lo conocido, razón por la cual su embestida contra la Biblia es poco menos que un consciente intento de suicidio ... científico. La hipercrítica bíblica moderna, nacida de Kant y que ha encontrado en el profesor Bulthmann un sabio y erudito mensajero, ha desnaturalizado el Génesis para intentar ponerse en sintonía con el evolucionismo, emparejándose con teorías del mundo que, no solamente por su inferioridad científica, sino por su cerril irracionalidad, no merecen ningún puesto en la colección de novedades interesantes, aunque sí den suficiente espacio para un éxito circense. El evolucionismo tiene un insalvable doble defecto, de orden lógico y ontológico: explicar de qué manera lo más (el hombre) podría provenir de lo menos (el animal). Si como teoría no sería insensato descartar a priori que el cuerpo del hombre, su parte material, hubiese sido creado con anterioridad a la creación del hombre completo no obstante sus diferencias substanciales, concebir al hombre como un producto de una inconsciente evolución es ya un fenomenal disparate ontológico, que no resiste un primario análisis del hombre y su comparación con los animales. Que existan similtudes (que por cierto, solamente son apreciables para los hombres por que son inteligentes) no declara verdadera ninguna conjetura, sino que tal vez, confirma las diferencias. Por eso con toda prudencia, toman alguna distancia de sus pretensiones científicas declarando que, de todos modos "existen pocas pruebas de que los neandertales contribuyeran al acervo genético de los humanos actuales". ¿En qué quedamos, homínidos?
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