martes, 27 de marzo de 2007

Los maravillosos candidatos de la partidocracia a la presidencia de Francia

44.500.000 de franceses irán pronto a las sacrosantas urnas para que Francia, elecciones generales mediante, cubra el cargo de la Presidencia de la República; decir que quedará vacante por caducidad del actual mandato, no es agregar gran cosa a la realidad: la función está desocupada hace décadas, aunque hayan existido diversos figurones que ocuparan el cargo; como el inasible Miterrand, el ubicuo Chirac, el masónico Giscard d’Estaing, el inútil Pompidou... Como un castigo a su soberbia y casi con perfecta semejanza a sus hermanas europeas que cuentan con regímenes parlamentarios no presidencialistas, Francia nunca ha tenido un buen presidente, en el sentido de una personalidad destacada por la elevación de sus miras, la serenidad y coherencia de su ejecutoria, o por el ejercicio acrisolado de las virtudes políticas; a lo sumo, han ocupado el sillón algunos vejestorios irrecuperables –e inubicables– de la política pequeña, enana, esa que diariamente desespera a los franceses con más impuestos, más control policial, más invasión extranjera ... y menos Francia.

O bien, se ha recurrido a generales más o menos gloriosos y siempre discutidos, cuando no condenados a muerte luego de entregar su vida al cargo, y cuyo destino final mejor ni recordarlo; porque hasta los propios franceses prefieren olvidar que sus soldados presidentes, equivocados o no, por lo menos se portaron como varones, mientras la partidocracia seguía buscando, luego de halagarlos de manera indecente, la forma de deshacerse de ellos para continuar su adulterio con el mundo.

Como en otras latitudes se mira a la Francia postrevolucionaria como un ejemplo, postura cuya explicación jamás entenderemos claramente por lo auténticos desastres nacionales que la democracia de partidos ha causado al país, al costo de millones de muertos por cada discurso equivocado o malintencionado de sus autoridades, haremos para beneficio de nuestros hermanos franceses y de otras partes del mundo, un breve repaso de sus candidatos. Y se podrá comprobar, con el mismo dolor y rabia que en cualquier otra parte de la tierra, que la partidocracia francesa es igual de obscura, estéril, nefasta y corrupta.

No sin advertir a nuestros lectores que, dado el color casi uniforme de todos los candidatos (gris plomo), no nos hemos tomado siquiera el trabajo de clasificarlos por edad, u ocupación, o antecedentes, o al menos, por orden alfabético, ofrecemos aquí la deplorable lista de candidatos al cargo:

Dominique Voynet, soltera, dos hijos, partido Verde, médica anestesista, 49 años.

Gérard Schivardi, Partido de los Trabajadores, 57 años, casado, 2 hijos, albañil.

Nicolás Sarkozy, 52 años, casado (más o menos), 3 hijos, abogado, licenciado en Ciencias Políticas y Derecho Público. Maestría en derecho privado. UMP (partido de Chirac, la “derecha” liberal y despótica francesa. ¡Bon Dieu!)).

Jean–Marie Le Pen *, licenciado en Derecho y Ciencias Políticas. 79 años, casado, 3 hijos. Por el Frente Nacional.

Frédéric Nihous, 39 años, divorciado y vuelto a casar, 2 hijos. Maestría en derecho público y económico, candidato ruralista.

Ségolène Royal, 53 años, 4 hijos, vive en concubinato con el primer secretario del partido Socilista en Francia; socialista, por supuesto. Licenciada en Derecho y ciencias políticas. Partidaria del aborto, la eutanasia, la homosexualidad ... etcétera.

Arlette Laguiller, 67 años, solterona sin hijos, jubilada bancaria, Lucha Obrera. ¿Qué más decir?

Philippe de Villiers, 58 años, casado, 7 hijos ¡7 hijos en Francia!, Licenciado en derecho y en Ciencias Políticas. Movimiento por Francia, una derecha típicamente liberal conservadora: Obviamente, se lo presenta como la alternativa ante el “nazi” de J-M Le Pen; su bandera de batalla es la “desmusulmanización” de Francia. Algo lento el hombre …

Marie-George Buffet, 57 años, profesora de Historia y Geografía. No se informa sobre estado civil, marido, conviviente, hijos … nada. Partido Comunista en Francia; se presenta como la alternativa antiliberal de la zurda.

François Bayrou, 56, casado, 6 hijos, licenciado en Letras. Un liberal más, pero bien educado, limpito, sin agujeros morales serios a la vista.

Olivier Besançenot, 33 años, concubinario, un hijo, licenciado en Historia, empleado. Extrema izquierda revolucionaria. Y

Joseph (“José”) Bové, 53, divorciado, 2 hijos. Bachillerato (“con mención”), la izquierda delirante y enloquecida: “altermundialismo”: pacificismo, contrario al Servicio militar. Sindicalista rural de izquierda y enemigo de las empresas norteamericanas. Ha sido condenado a penas de cárcel por su actividad política. Él y Le Pen son los únicos candidatos con algo de personalidad; aunque nos parece que la del primero es algo impostada.

Se dice que, de todos ellos, los que más posibilidades tienen de llegar a ocupar la presidencia (¿se llamará “sillón de Robespierre ...”? ¡Qué horror!), son Nicolás Sarkozy, actual ministro de Chirac y que tiene el apoyo de la derecha liberal francesa, y Ségolène Royal, diputada y candidata socialista. Esta mujer —cuya candidatura a la presidencia la presenta el mismo grupo político que llevó a Francia al desastre militar de 1940— es proaborto, contraria al matrimonio, a la organización familiar tradicional y natural, divorcista, y sobre todo, firme defensora de los “matrimonios” de homosexuales, que recientemente han sido declarados ilegales por un Tribunal francés. En su adolescencia, demandó judicialmente a su padre, un coronel del Ejército Francés, por haberse negado a conceder el divorcio a su madre fundado en razones religiosas; y como resultado del proceso, su padre murió en 1981 sin volver a ver nunca más a ninguno de sus ocho hijos, convencidos por su hermanita, la “candidata”, de no visitarlo nunca más. Una joyita, la nena. En la reciente incursión de Israel contra el Líbano, apoyó con disciplina ideológica encomiable las masacres perpetradas por el ejército israelí contra habitantes civiles libaneses. Desde luego, mantiene una posición hipercrítica contra las distintas corrientes políticas que la izquierda denomina unitariamente como “doctrina de la seguridad nacional”; salvo, desde luego, para Estados Unidos, los socialistas e Israel, cuyos crímenes no son materia de discursos y que, como todo buen zurdo sabe, son ángeles caídos del cielo ... (en el cual no creen), o ángeles caídos, nomás.

Por su lado, el actual ministro del Interior, Nicolás Sarkozy, tiene una vida personal poco edificante; es divorciado y vive con una bellísima española descendiente del compositor Isaac Albéniz, varias veces casada y divorciada, con la cual tiene un hijo, de los tres propios.

De los restantes candidatos y al menos por su personalidad, no tanto por sus posibilidades de triunfar, solamente merece alguna mención especial el viejo luchador Jean-Marie Le Pen, un hombre que, desde una perspectiva católica, podríamos identificar con el conservadorismo tradicional o, en el mundo hispano, concomitante con los movimientos llamados nacionalistas, aunque no pueda hacerse de ninguna manera una analogía completa. En todo caso, es una derecha a la francesa, o sea, medio pagana. Individualmente, es lo mejor que ofrece esta elección.

Como consecuencia de todo esto y luego de vencer una cada vez más invencible repugnancia por la democracia liberal, la mejor y más edifiante lectura de estos días que corren, es el excelente artículo de nuestro desconocido amigo CRUZ y FIERRO, en el cual hace un excelente análisis de las perspectivas europeas y de la verdadera encrucijada en que el sostenimiento insensato de un ideal masónico, contrapuesto a su historia, su grandeza, su unidad y su conveniencia, ha puesto a una población de 300.000.000 de personas que ya no le encuentra sentido, siquiera, a su proximidad física ni a la vida política como tal.

Por lo cual, mientras el mundo espera un motu Propio que se demora lo suyo —ansiosa espera en la que participan por igual los militantes de todas las filas imaginables, desde la extrema zurda hasta los que se consideran a la derecha del finado zar Nicolás, y que demuestra claramente cuál es el verdadero camino de la Unidad Europea y en qué debería pensarse primero— un sorprendentemente veloz presidente Chirac, famoso por su asombrosa y congenial lentitud, ha prometido que es in-mi-nen-te (en francés se deletrea de otra forma) la firma de un decreto por medio del cual creará un importantísimo Observatorio nacional de laicidad; sí, así como lo oye. Parece que en Francia o en Europa no existe ningún problema grave (salvo los incendios de autos, la desocupación, la inmigración ilegal, los impuestos, la represión policial ilegal, las algaradas en el Metro, etc.), así que se van a dedicar a vigilar concienzudamente (desde luego que con mucho presupuesto, infinidad de altos funcionarios, senadores, diputados ... etcétera) que en todo el territorio nacional no se expongan signos ni símbolos religiosos en los lugares públicos, como por ejemplo: colegios, escuelas, hospitales, camisetas de fútbol y ... sigua Ud. la cuenta, pues cansa repetir y comentar tanta memez. ¿Que harán con las miles de Iglesias, Catedrales, hospicios, Abadías, Monasterios, y todos los demás tesoros culturales de Francia ...? Tal vez, lo mismo que hicieron sus papaítos revolucionarios en 1792 y en 1871 ¡incendiarlos!

Daría la impresión que Francia se estuviera buscando otro castigo como el de 1939, aquella “sopresa divina” (que dijo un político de aquellos años); sin embargo, con horror vamos comprendiendo que ya ni eso se merece.




* Un amigo, de los de veras, nos advierte que Jean-Maríe Le Pen es divorciado y rejuntado, y lo pugnaz que ha sido siempre contra los hispanoamericanos. Todo esto cierto. Volver


viernes, 23 de marzo de 2007

Más desinformación: Una sospechosa “audiencia” papal*

l gobierno inconstitucional de la Argentina ha lanzado una fraudulenta campaña de “reconciliación mediática” con la Iglesia Católica, no obstante seguir manteniendo —y pretendiendo imponer a la socidedad—, sus posiciones prácticas contrarias a la moral, a la Constitución Argentina y a la Religión, en materias tan críticas y trascendentes como la perpetuación, preservación, defensa e integración social de la vida humana en todas sus formas, a todo lo cual se opone con denuedo; y de haber impedido con vías jurídicas ilegítimas, el ejercicio pleno de su apostolado a un obispo —tal vez uno de los poquísimos que merezca verdaderamente ese nombre en la Argentina— al cual todavía hoy mantiene marginado de sus funciones, y de haber emprendido una campaña a nivel nacional contra los medios de difusión católicos, inclusiva de la clausura de alguna radio confesional —acción esta última, a la cual no serían ajenos algunos judas que se llaman “católicos”.

Como un hecho inscripto en este turbio designio, debe recibirse la sorprendente “noticia” de que el actual vicepresidente del inconstitucional gobierno de la Argentina, señor Daniel Scioli, realizara una visita “virtual” a Su Santidad el Papa Benedicto XVI; cuyo acaecimiento es tan sospechoso de ser una tramoya más del gobierno, al estilo de aquella del “secuestrado testigo” Gerez, que ya nadie la cree ni los medios de difusión se preocupan por mantener el infundio.

Dos diarios nacionales prestan a la noticia importante y destacado lugar: La Nación y La Voz del Interior, haciéndose en ambos casos la advertencia de que la fotografía que se acompaña a la nota (y que ofrecemos a Uds. por lo bueno que contiene, si se comprende lo que quremos decir ...), tiene su origen en ... la Presidencia de la república.

Sin embargo, la periodista que 'La Nación' tiene destacada permanentemente en Roma, Elisabetta Piqué, da una versión del episodio completamente distinta a la de la noticia ‘oficial’ que distribuye la oficina de prensa del Gobierno:

Según esa comentarista, cuyo artículo puede leerse aquí, el Papa unicamente consintió en hacer un alto en un desplazamiento en auto para bajarse y dialogar brevemente con el autoproclamado vicepresidente de la Argentina (y anunciado candidato a gobernador en reemplazo del malparido Solá) y con la señorita Karina Rebollini, en el transcurso de un viaje por las afueras de los edificios vaticanos. De ninguna manera se trató de una audiencia, formal o informal, sobre la cual, de haber existido, habrían informado los medios de prensa del Vaticano, ni mucho menos hubo el intercambio de discursos que la noticia quiere dejar sugeridos en la mente de los lectores a todo trance. De modo que deben descartarse, al menos como pronunciadas para esa ocasión, algunas de las palabras que se atribuyen al Papa en esta noticia, aunque no dudamos de la exactitud de su sentido general; en particular, sobre que reza permanentemente por la Argentina. Algo digno de imitar entre nosotros. La versión que da el Diario La Prensa, confirma lo dicho y nuestro presentimiento.

Es en verdad de sinvergüenzas consumados aprovechar al Papa, a su sagrada investidura, para mejorar una imagen ‘mediática’ que ya no tiene arreglo, ni remedio; ni siquiera interviniendo el Papa.

Por lo cual, como un digno remate que muestra la idiosincrasia oficial, debe entenderse la referencia que el ejercitante de vicepresidente dirigiera al Papa, referida a que desde su Gobierno «trabajamos ... para recuperar los valores y la familia». ¡Es increíble el caradurismo de estos individuos, que pretenden haberle dicho al Papa, en la cara, que llevan adelante aquello mismo por cuya defensa se separó al probo y valiente obispo mencionado arriba, del ejercicio de su apostolado!

Estos sujetos han de pensar que somos todos idiotas: en fin, que el ladrón, a todos cree de su condición.



Artículo corregido con posterioridad a su publicación; el autor, que es casi iletrado, tiene casi ningún tiempo para corregir lo que escribe. Y así salen las cosas.


lunes, 19 de marzo de 2007

San José, Patrono de la Iglesia Universal

Hoy es el día del Santo Patriarca San JOSÉ, Padre nutricio de Nuestro Señor JESUCRISTO; Patrono de la Iglesia Universal, y castísimo esposo de la Bienvaventurada Siempre VIRGEN MARÍA.

«Es norma general de todas las gracias especiales comunicadas a cualquier creatura racional que, cuando la gracia divina elige a alguien para algún oficio especial o algún estado muy elevado, otorga todos los carismas que son necesarios a aquella persona así elegida, y que la adornan con profusión»

«Ello se réalizó de un modo eminente en la persona de San José, que hizo las veces de padre de Nuestro Señor JESUCRISTO y que fue verdadero esposo de la Reina del mundo y Señora de los ángeles, que fue elegido por el Padre Eterno como fiel cuidador y guardián de sus más preciados tesoros, a saber, de su Hijo y de su esposa; cargo que él cumplió con absoluta fidelidad. Por esto el Señor le dice: “Bien, siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor”

«Si miramos la relación que tiene José con toda la Iglesia, ¿no es éste el hombre especialmente elegido, por el cual y bajo el cual Cristo fue introducido en el mundo de un modo regular y honesto? Por tanto, si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen Madre, ya que por medio de Ella recibió a Cristo, de modo semejante le debe a San José, después de Ella, una especial gratitud y reverencia».

«Él, en efecto, cierra el antiguo Testamento, ya que en él la dignidad patriarcal y profética alcanza el fruto prometido. Además, él es el único que poseyó corporalmente lo que la condescendencia divina había prometido a los patriarcas y los pofretas.»

Por lo cual, «hemos de suponer, sin duda alguna, que aquella misma familiaridad, respeto y altísima dignidad que Cristo tributó a José mientras vivía aquí en la tierra, como un hijo con su padre, no se la ha negado en el Cielo; al contrario, la ha colmado y consumado».

«Acuérdate, pues, de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tus oraciones ante tu Hijo; haz también que sea propicia a nosotros la Santísima Virgen, tu esposa, que es Madre de Aquel que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por siglos infinitos.»

Amen

San Bernardino de Siena



jueves, 15 de marzo de 2007

Reflexiones a propósito de la Exhortación Apostólica

A AGITADA EXPECTATIVA universal generada por la publicación de la Exhortación Apostólica sobre la Sagrada Eucaristía Sacramentum caritatis no permite reunir, todavía, alientos suficientes para librar algún comentario, siquiera de aproximación, a esta nueva entrada pontificia al mundo moderno.

Nuestro apreciado Rorate Cæli, sin añadirse a ninguna de las dos y tal vez preparando su propia visión, nos presenta dos posibles interpretaciones, surgidas de distintos puntos de observación de la realidad: Para unos, es el fin del Concilio Vaticano II; para otros, debe merecer una opinión positiva del tradicionalismo.

Por fin, para algunos ha sido simplemente decepcionante, sea por que esperaban una vuelta más de tuerca al prolífico y proteico “espíritu del Concilio” y con ello, una bendición formal a todos los abusos litúrgicos de los últimos 40 años, o fuera por que deseaban un más formal y enérgico repudio de todos los graves errores y desórdenes que afean, estropean y, acaso, anulan, la Sagrada liturgia.

A pesar de su decepción, tal vez sean estos últimos los que estén más cerca del verdadero contenido de la Exhortación.

Por nuestra parte, la Exhortación, que en general nos ha parecido excelente —¿y usté quién es, che?—, y nos ha suscitado algunos comentarios que, como pensamientos que se atropellan por salir hacia la luz, escribimos sin orden ni concierto.

El contenido

Es imposible comenzar nada sin advertir, con filial devoción de católicos no exenta de alegría, que el documento contiene un desarrollo muy completo, muy preciso y bien fundamentado —al menos de un modo propedéutico— de los principales misterios relacionados con la Sagrada Eucaristía como centro y causa eficiente de la vida de la Iglesia; habida cuenta el estado general de las cosas eclesiásticas y la Doctrina Católica, no es poca cosa y desde luego, bien de agradecer, decir y confirmar lo de siempre.

Para ejemplo, tómense los casos de la ratificación del carácter sacrificial de la Santa Misa, tan debatido y tan banqueteado en los tiempos que corren; o del lugar de tradición divina que tiene —y se le reconoce— al celibato eclesiástico latino, como oblación pura ordenada directamente a sellar, conservar y acrecentar el carácter del sacrificador como pertenencia divina, configurado a Cristo, que tiene el sacerdote a causa de la ordenación sacramental; caracterización que hace mucho no encontrábammos tan clara como brevemente expuesta. Por lo menos, de 40 años a esta parte. No pocas deserciones se deben reprochar a ese espíritu anfibológico que ha desnaturalizado el sentido, la misión y el carácter del sacerdocio ordenado y ha ocultado a los candidatos al sacerdocio el sublime estado al que son llamados; extravío particularmente predominante en los “estamentos intermedios” de la Iglesia, que ven en el presbítero un asistente social.

También es de notar la confirmación de la doctrina general sobre la Gracia como don necesario para la Salvación que se recibe a través de los signos sensibles; y también como condición para una fructífera recepción del Santísimo Sacramento bajo la forma de Sagrada Comunión; esto alejaría sin duda, si pudiéramos creer que las palabras papales serán obedecidas, tantos peligros y sacrilegios que todos conocemos y sufrimos.

No obstante que la decepción principal se haya dado en el terreno de las ausencias, sobre todo de algunas disposiciones disciplinares concretas y enérgicas, y cuya falta nosotros ya habíamos advertido en una entrada anterior (verla aquí), era altamente improbable que la Exhortación contuviese alguna concomitante amonestación jurídica, o fuese acompañada tal vez de una promesa de librar los instrumentos pertinentes contra los abusos, errores y sacrilegios que profanan a diario la Liturgia. No tanto por la restricción general impuesta por esta clase de documento pontificio, que es una Exhortación en la cual, como su nombre lo indica, se contienen meras recomendaciones, generalmente impregnadas, sí, de un fuerte tono admonitorio o de las ya mencionadas (y otra vez ausentes) amonestaciones, sino por que ya es hábito —sino tradición— en los Papas reinantes en los últimos 50 años, una consciente abdicación del ejercicio de su potestad jurídica como reyes temporales o como príncipes que son de toda la Iglesia. Parece existir una convicción profunda en el Papado moderno sobre la conveniencia de no ejercer la potestad suprema jurídica, sino convertirse en una fuente puramente doctrinal —u meramente honorífica, como dicen los progresistas— y quedando aquella función jurìdica en manos de los Obispos o los Dicasterios romanos. Que a veces, lo hacen bastante bien, si se les dice cómo hacerlo.

Mas lo cierto, es la actual pérdida casi completa de la capacidad de gobernar ejemplarmente la Iglesia, por medio de medidas oportunas y concretas, que han sido reemplazadas por un papiroteo esterilizante. El contemporáneo monitum librado por la Congregación para la Doctrina de la Fe advirtiendo sobre los errores, muy abundantes y muy perniciosos, del sacerdote vasco Jon Sobrino, es prueba concreta de lo que estamos refiriendo.

Pero nada de todo ello desmerece un hecho, que luego repasaremos algo mejor: que la exhortación sea, contrariando todo lo anterior visto en estos últimos años, una declaración eminentemente cristocéntrica.

¿Cuál es, antes que nada, la causa de esta abdicación del poder papal...? No la sabemos a ciencia cierta, aunque la suponemos.

Sin descartar algún probable efluvio maligno del progresismo protestante, que infestando la Iglesia bien pudo haber trepado hasta la Silla Pontificia, y que degrada la función papal en el sentido puesto arriba entre guiones, pensamos que:

Primero, el ya anteriormente comentado (¿e infundado?) temor a que, de separarse el trigo de la cizaña, pudiera destruirse el grano con el consiguiente reproche divino; y parece que los Papas han preferido esperar a que la siega, la hagan personalmente los enviados del Dueño de la Hoz. Ellos sabrán qué hacen sin duda, aunque creemos que es un riesgo enorme obrar así; y lo decimos con filial devoción.

Lo segundo —si la cosa es tal como pensamos— es un argumento de otra especie, ciertamente más concluyente y mejor ordenado según la Caridad, aunque de carácter pastoral: Si la ley, como recuerda San Pablo en la Epístola a los Romanos, es la causa del pecado en tanto es la formalidad que tacha un hecho como delito, es mejor que no haya leyes para que no puedan existir condenas.

Sin ley previa, pues, no hay delito, ni menos todavía reproche, ni persecución ni pena, ni nada de nada 1; la ley antigua, decía el Apóstol, ponía la exigencia pero no daba la fuerza para llenarla ni la virtud para su cumplimiento y era, de esta guisa, causa más segura de condenación que de salud. En este mismo sentido se han pronunciado Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, proponiendo no multiplicar innecesariamente la ley; no sea que del escándalo causado por su promulgación, pueda seguirse aquello mismo que se quiso evitar.

La ley Nueva y Eterna, es decir la definitiva Alianza instaurada por Cristo para toda la eternidad, en cambio, es la ley de la Caridad donde la ley formal, que es el medio, es superada y absorbida por el fin, que es Dios mismo entregado a la humanidad para su salvación eterna y Cuyos méritos eternos han sido puestos en las manos de la Iglesia para nuestra eterna salud; y los sacramentos, el divino subsidio para dar la fuerza del cumplimiento. Por eso se dice que la ley Antigua es de esclavitud y la Nueva de libertad 2. Nada, pues, de dispensarse del cumplimiento de la ley, que no viene dada por Dios solamente en los mandamientos, sino impuesta a toda la Creación en los reflejos de la ley eterna que hay en la ley natural; pero sí, en cambio, el don sacramental y la vida de la Gracia, que da la fuerza para hacerla cumplible y es la nueva forma de insertarse en la Vida Trinitaria.

En esta economía, que supone nada menos que apostar a que la humanidad ha vuelto a un estado peor al de la Antigua Alianza, pónese por delante cierta forma de la Caridad, o una parte de ella, consistente en NO LEGISLAR nada, no imponer ni crear sanciones que arrancarían a los infractores del seno de la Salvación eterna, de la Iglesia misma, quedando expulsos del Cuerpo Místico; pensamiento hijo, probablemente, de haber juzgado con extremo pesimismo la actual condición de la naturaleza humana y, de consiguiente, creer altamente improbable la salvación eterna de la humanidad en las presentes circunstancias. ¿A qué, pues, agravarlas con sanciones y leyes ...?

Y Jesucristo, que es en definitiva Quien nuevamente deberá ser el objeto de todas las afrentas que el mundo lanza, aceptará seguramente de buen grado llevar sobre Sí esta nueva carga, esta última prueba que le impone la debilidad de Su Iglesia, en orden a la salvación de los hombres.

¿Entraña esta postura una puesta en duda de la eficacia de la Gracia? No sabemos que sea así conscientemente; de todas formas pensamos que, más bien, la duda lo es con respecto al estado de los recipiendarios, siendo que las cosas se reciben al modo del recipiente.

La tesis central es aquella según la cual, debiendo la Iglesia místicamente padecer todo lo que Cristo padeció en su Pascua, también deberá sufrir la triple negación de Pedro (que con toda la doctrina tradicional aclaramos: no significa herejía sino debilidad), los ultrajes a Su Divino Cuerpo, Sangre y Alma y la consiguiente negación de su Divinidad.

Y de ser todo esto así, como pensamos que es, se trataría de un argumento pastoral que, opinable o no, nadie tiene suficiente autoridad para discutir (lo cual no implica necesariamente compartirlo, ajústese bien la diferencia), sin correr el peligro de caer verdaderamente mucho más allá de donde se quisiera (y se debiera) estar. A buen entendedor ...

El pensador suizo Romano Amerio, en su colosal Iota Unum>, un estudio pormenorizado al estilo del de Bossuet sobre el protestantismo, sobre las variaciones habidas en la Iglesia Católica en los últimos 50 años llega, si no nos confundimos demasiado, a una conclusión muy parecida, aunque descartando que estas modificaciones hayan podido considerarse substanciales a la doctrina católica, y comprobando que la doctrina eucarística siempre estuvo bien definida y defendida, pese a los avatares de la Liturgia. A su vez, Malachi Martin, en su novela (mal) titulada en castellano “El último Papa” (la traducción literal al castellano del título en inglés, sería algo así como “La casa que azota el viento”), parece compartir la idea que exponemos, sin declarar empero ningún fundamento aparente. Por último, el P. Julio Meinvielle, en la parte final de su “De la cábala al progresismo”, expone la tesis de un papado esquizofrénico para los últimos tiempos.

El contexto literario

Como respetable aunque lento retorno a la tradición del buen escribir, se observa en este caso la saludable ausencia de esa odiosa preferencia moderna —que por desgracia pervade también muchos documentos pontificios— por el empleo de un lenguaje sociologista, poco filosófico y casi nada teológico, y que nunca logra enmarcar adecuadamente las Verdades inmarcesibles que, sin duda alguna, contiene esta Exhortación. Si hasta poco tiempo atrás debíamos lamentar la presencia frecuente de palabras mundanas para exponer verdades eternas, situación que, excepcional y todo como es, había sido resuelta muy bien en el pasado por medio del uso de un estilo —sino sobrehumano— bien propio de la Iglesia, distinto, inconfundible y apto, por estas mismas características, para dar al mundo las declaraciones de la Verdad, en esta Exhortación parece estar de vuelta, pero como tanteo. ¡En buenahora! Sin dejar de conceder que esta cuestión es instrumental, la nostalgia de los tradicionalistas tenían claro y ejecutorio fundamento en este capítulo y aquí, un nuevo motivo de alegría.

Restaría tal vez eliminar el tono suplicante de todo el texto, remarcado por el intimista empleo de la primera persona del singular en lugar del tradicional plural mayestático e inaugurado en el papado anterior, y que quita a las disertaciones pontificias su específico, esencial y concluyente sentido magistral, sacerdotal y regio y, sobre no agregar (al menos en las lenguas latinas que conocemos mejor) un ápice de una —acaso— buscada aunque inconveniente complicidad con el lector, ni apuntar nada de convicción a aquello que de suyo ya la lleva, aparenta sí, dejar toda la declaración en el terreno impropio de una mera recomendación personal.

Baste recordar, para explicar este déficit con un ejemplo reciente, el caso de la magnífica Encíclica Evangelium Vitæ, de Juan Pablo II, en la cual ese tono intimista, personal y subjetivo malogró el esplédido texto, sumergido en un lenguaje inapropiado, quitándole fuerza a la, quizá, única manifestación dogmática pronunciada por la Iglesia en la segunda mitad del siglo XX.

Lo que faltaría y lo que sobraría

¿Quién soy yo, Señor?

Todo el texto rezuma la conocida sentencia papal, referida a la indebida interpretación postoconciliar rupturista con la Tradición, aunque ciertamente debe aclararse que esta innegable postura doctrinaria rupturista de hogaño, se ha producido no tanto por causa de alguna doctrina explícita que la sostuviera, sino como resultado de la confirmación apostólica de los sucesivos atentados de hecho contra las instituciones de la Iglesia que, con el andar del tiempo y la inacción de la autoridad, han generado una doctrina; ha sido, pues, más un doctrina surgida del hecho del abuso, que una doctrina sobre el abuso. Asunto concomitante con la indicada devaluación del poder papal.

El fundamento remoto de muchos de estos abusos había sido, precisamente y las más de las veces, una supuesta “revalorización” o puesta en valor, de una supuesta o real Tradición litúrgica, incoada por las Iglesias primitivas —hipotéticas autoras de la Liturgia católica y, según algunos autores muy avanzados, los verdaderos fundadores de la Iglesia—, posición que contraría a la sentencia dogmática que afirma que la Iglesia se halla permanentemente bajo el influjo perpetuo y eficaz del Espíritu Santo, que la lleva hacia el Reino —y que S. S. Pío XII había condenado como arquelogismo litúrgico inaceptable—; por lo que, de admitirse dichas tesis hasta sus últimas consecuencias, el Espíritu Santo habría estado distraído, lo menos, durante 1500 años. Justo cuando aparecieron los “reformadores”.

Este arqueologismo —portón falso de tantas innovaciones litúrgicas— es exactamente lo contrario a la verdadera Tradición, que es una creciente y continua solidaridad viviente entre distintos sujetos, en el tiempo y el espacio, en marcha hacia un fin extrínseco a sí misma, pero nunca un círculo cerrado, que justifique un eterno “retorno” al pasado solamente por el hecho de ser el pasado, por que la marcha de la Tradición está dirigida desde afuera y desde arriba hacia su fin. Y esta razón explica la aparente paradoja de que sea lícito y necesario conservar 3 lo que se tiene, lo que es tradicional, sin que ello importe nunca un retroceso, un retorno al pasado, sino la consolidación de un verdadero avance.

El arquelogismo en realidad es ateo, niega a Dios, pues encubre una concepción herética de la Historia, a la que considera una mera sucesión de hechos encerrados en ella misma y sin reconocerle ningún principio, centro o fin metahistóricos. Pero Cristo es el Alfa y el Omega de todo lo Creado; es el principio y el fin de la Historia, y de toda historia, aún personal, cuya existencia pueda predicarse.

La Exhortación, que elogia a las Iglesias orientales por la preservación de sus ritos tradicionales, no contempla sino de un modo general la caída de la tradición del rito romano, acaecida, pese a todo lo que quisiera decirse, a partir de la reforma de 1969.

El tono general parece optimista, aunque se reconocen algunos tropiezos y abusos que han ensuciado una Reforma Litúrgica que se sigue considerando provechosa a porfía, a pesar de todo lo dicho y vivido hasta hoy, y de la evidente necesidad de seguir explicitando año tras año las verdades eucarísticas obscurecidas, justamente, por esta recidiva de crisis en que están sumidas por causa de una reforma que no logra integrarlas definitivamente al Rito, ni presentarlas verdaderamente como lo que son, aunque se persista en considerar como un acierto todo lo hecho. Sin embargo, este optimismo está expresamente contradicho por el texto de la reciente entrevista a Monseñor Malcolm Ranjith:

«En lo que yo deseaba insistir en esas entrevistas fue en que la reforma pos-conciliar de la liturgia no ha podido lograr las esperadas metas de renovación espiritual y misional en la Iglesia de forma que hoy pudiéramos estar verdaderamente contentos con ella.
Indudablemente también ha habido resultados positivos; pero los efectos negativos parecen haber sido mayores, causando mucha desorientación en nuestra jerarquía.
Las iglesias se han vaciado, el libre cambio litúrgico se ha puesto a la orden del día, y la verdadera intención detrás de las apariencias y el significado de eso que es celebrado ha quedado obscurecido.
Uno tiene entonces que empezar a preguntarse si la reforma que de hecho se dio en el proceso se dirigió adecuadamente. De este modo, nosotros necesitamos fijarnos bien en lo que ha ocurrido, rezar y reflexionar acerca de sus causas y con la ayuda del Señor actuar para hacer las correcciones necesarias»

Como contrapartida, la Exhortación condena sin atenuantes la intercomunión litúrgica, como una práctica vitanda, perniciosa para los no católicos a quienes pone en entredicho con Dios mismo, e injustificable por un manganchesco espíritu ecuménico.

En el párrafo 48, se desliza la afirmación de que la Nueva Liturgia sería una consecuencia de la inserción de antiguas tradiciones en el ritual romano, afirmación que no se compadece con lo que dijera S. S. Paulo VI al presentar el Nuevo Misal en 1969:

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“La principal NOVEDAD de la reforma es la llamada Oración o Plegaria Eucarística. Hasta ahora, en el rito romano, la primera parte de esta Oración, el Prefacio, había conocido diversas fórmulas a través de los siglos; y la segunda parte, que es llamada Cánon, conservó siempre la misma forma que fuera fijada entre los siglos IV y V. Las Litúrgias orientales, por el contrario, admitían cierta variedad en sus Anáforas (se admite, pues, que la diversidad no es Tradición occidental). En este punto, Nos hemos decidido agregar al Cánon Romano tres NUEVOS formularios de Plegarias Eucarísticas, además de enriquecerlos con un gran número de Prefacios traídos de la antigua tradición de la Iglesia Romana O COMPUESTOS AHORA, a fin de manifestar mejor los variados aspectos del misterio de la fe, y ofrecer más numerosos y fecundos motivos de acción de gracias. Sin embargo, por motivos DE ORDEN PASTORAL (no para garantizar la validez de la Consagración) y para facilitar la concelebración, establecemos que las palabras del Señor sean las mismas en todas las formas del Cánon …”Praecipua instaurationis novitas in Precatione Eucharistica, quam vocant, versari existimanda est. Quamvis enim in Romano ritu prima eiusdem Precationis pars, hoc est Praefatio, varias, saeculis volventibus, susceperit fοrmulas, altera tamen pars, quam Canonem Actionis appellabant, per illud tempus, quod a IV ad V saeculum actum est, immutabilem induit formam; cum, e contrario, Liturgiae Orientales in ipsas Anaphoras quandam varietatem reciperent. Hac autem in re praeterquam quod Precatio Eucharistica aucta est copia Praefationum, vel ex antiquiore Romanae Ecclesiae traditione sumptarum, vel nunc primum compositarum, quibus et peculiares partes mysterii salutis clarius patefierent, et plura uberiοraque gratias agendi argumenta praeberentur, praeterea ut eidem Precationi tres novi Canones adderentur stauiimus. Attamen sive ut pastoralibus, quas nominant, rationibus consuleretur sive ut concelebratio expeditius procederet, iussimus verba Dominica in qualibet Canonis formula una eademque esse. Itaque in quavis Precatione Eucharistica illa sic proferri lumus...

El uso del latín

Es muy de elogiar la reverencia demostrada por el empleo del latín en la Santa Misa, especialmente en los textos de mayor relevancia latréutica como el Cánon, el Padre Nuestro, el Kyrie y el Agnus Dei; la exposición de los motivos alegados para ello, hubieran podido ser doctrinal y jurídicamente sostenidos en muchas disposiciones eclesiásticas tan vigentes como olvidadas (la constitución conciliar Sacorsantum concilium: nº 36. § 1, del CV-II, la Institutio Generalis del Misal de Paulo VI de 1969, o la Instrucción Doctrina et exemplo sobre la educación en los Seminarios).

La redacción dada al capítulo, que lleva el número 62, deja la impresión de ser una instrucción dirigida inmediatamente e impartida, al corazón mismo de todo el presbiterado universal, desde que no se pasa su aplicación por la aceptación o moderación de los ordinarios locales, sino que se propone como un hecho directamente vinculado a la perfección del ars celebrandi y atinente a la conciencia personal de cada celebrante individual.

Lo cual daría pie para que las celebraciones futuras comiencen desde ahora a hacerse en lengua latina, al menos el Cánon de la Misa, el Kyrie, el Páter Nóster y el Agnus Dei.

Conclusión

La Exhortación expone la misma doctrina de siempre; como algo destacable, debemos señalar el retorno a una perspectiva cristocéntrica de toda la Iglesia, dejándose de lado (¡gracias a Dios!) ese desagradable sociologismo humanista que era casi la regla única para la confección de los documentos vaticanos.

A la fortaleza eterna de la Iglesia, sostenida por la oración de Cristo ante el Padre, debe atribuirse la maravilla, repetida otra vez más en esta Exhortación, de la declaración clara, alta y fuerte de la Doctrina perenne sobre la Sagrada Eucaristía y la exposición de los bienes eternos que encierran los Sacramentos de la Iglesia: doctrina expuesta toda completa, toda bella, toda verdadera y a la que es tan claramente adversa todo aquello que hoy significa el mundo. Y sólo una debilidad pasajera, aunque sistemática y persistente (y a veces “progresista”) y que funge casi como un “accidente substancial” en la Iglesia actual, instaurada a partir de la caída de Roma en 1870 —contemporánea a la furiosa exaltación de los imperios protestantes— y acelerada como nunca se vió desde el Concilio Vaticano II, tiene la culpa de todo aquello que se echa en falta, o de todo lo que se podría considerar “pastoralmente” insuficiente, o de la ausencia de los instrumentos que ni se dan ni se emplean —los remos que no reman, las palabras que no hablan— o todo aquello que se omite, como el penoso caso de la Comunión en la mano, o las las mujeres en el Altar y otras cosas que, ahora, no nos gustaría recordar.

Pero no debe descuidarse, de ninguna forma, la incidencia de una fuerza teológica misteriosa que hace cernir sobre la Iglesia esta era de marasmo espiritual, caracterizada acaso por el tiempo que pasó el Señor en el Sepulcro, la prueba que parece no tener fin, con la obscuridad y la tribulación ... y cuyo fin es probar, y en algunos debilitar, la virtud teologal de la Esperanza; deben ser, quizá, solemnidades necesarias para un aún más misterioso Adviento. Como que el momento más obscuro es el que anuncia la mañana ...

Hace algunos años, cuando se publicó la Encíclica “Veritatis Splendor”, Jean Madiran expresó en un bellísimo artículo, titulado “El Milagro”, su convicción y alegría de haber vuelto a oir la voz de su Madre...

Y es que este es, en general, el sentimiento común de muchos verdaderos católicos de estos tiempos frente a los actos y documentos de sus pastores: No reconocen en ellos la voz de Su Santa Madre. A la cual desconocida voz, no obstante, prestan acatamiento con fe católica y espíritu dispuesto. No entremos hoy en esto, pero tampoco dejemos de señalarlo, por que es el tipo de católico más meritorio que existe, a nuestra humilde vista.

Declaremos, pues, que en esta Exhortación Apostólica se reconoce fácilmente la Voz de la Santa Madre Iglesia, y eso mismo debe ser causa de alegría cristiana y de gratitud hacia la Divina Providencia, que demuestra una vez más su irrevocable decisión de salvarnos a cualquier precio.

Inclusive, al precio de repetir la Pasión.





1: Algunos creen que este principio metafísico, que se encuentra en varias legislaciones modernas, pertenece a la ciencia jurídica como originario; he aquí la prueba de su error. Otros más, creen que dicho precepto es ¡liberal! por que fue el conde de Beccaria quien instó su inserción entre los preceptos jurídicos civilizados. Todo esto sugiere que nuestros juristas no conocen a San Pablo, a Beccaría, al liberalismo y ... al derecho. Volver

2: S. Tomás de Aquino; Summa Th. I-IIæ, q. 108, a. 4 Volver

3: Apokalpysis 3, 11: tene quod habes, ut nemo accipiat coronam tuam. Volver

Nota: Se puede hallar este texto en (AAS 61 (1969). pp. 217-226). Volver



miércoles, 14 de marzo de 2007

Rosas y espinas

Hoy se cumplen 130 años del fallecimiento de don Juan Manuel de Rosas; argentino cabal, soldado resuelto y aguerrido, gobernante excepcional, católico ejemplar, americano único e irrepetible.
No pase el día sin honrarlo como él se mereció siempre, y se le negó casi con crueldad; y seguramente con odio antiargentino.
La injusticia que a su nombre se hace aún hoy en día, por mano de truchimanes de ese mercadeo libresco que llaman sacrílegamente “Historia”, es una espina clavada en el corazón argentino, por que representa la continuación de la misma lucha que él libró contra la mano enemiga que fustigara el decoro nacional y que aún no ha sido detenida; más aún, se agiganta a cada paso, justificando al Restaurador con mucha más elocuencia que una legión de buenos escritores (si los hubiera).
Dios le conceda el descanso eterno.

domingo, 11 de marzo de 2007

Encuesta del CELAM

El CELAM, que es la conferencia de los Episcopados de Ibero Americana, a pesar de haber adoptado el horrible nombre de “Latino Americana”, ha convocado a una encuesta, a la cual se puede aceeder desde AQUÍ, pues se propone conocer la opinión de los católicos, sacerdotes y laicos, a propósito de los aspectos relativos a una Nueva Evangelización, que serán tratados en la inminente Conferencia sobre la Re—evangelización de América.
Parece prudente y recomendable que todos aquellos que conozcan algo sobre el problema de la falta de conversiones, o tengan elementos de juicio que contribuyan a resolver este penoso intríngulis de las apostasías casi insensibles que, cada vez más frecuentes, desgarran la Iglesia, se acerquen para dejar escrita su opinión. Hay que advretir que no sabemos si alguien lo leerá; tampoco sabemos si al leerlo, lo entenderá; y finalmente, tampoco conocemos qué destino tendrá esta Encuesta sobre la Gran Misión Continental.
Pero el día 18 de marzo, en una semanita más, termina la Encuesta y pensamos, como ya hemos dicho, que sería conveniente dejar expresadas nuestras convicciones sobre asunto tan delicado, visto que los obispos que se reunirán en Brasil con el Papa, a partir del día 19, desean contar con este elemento de juicio a su disposición.
¡Grandes Misiones en América, quien las viera! Pese a las ya por entonces numerosas infestaciones del Progresismo, algunos memoriosos aún guardamos en nuestro corazón un recuerdo vibrante e imborrable, de la Gran Misión de Buenos Aires, llevada a cabo al despuntar la terrible década de los ‘60; sacerdotes de sotana y hábito, especialmente el de Santo Domingo, por todas partes, predicando, confesando, casando ...
Han pasado casi 50 años, y todavía es algo cuya rememoración nos emociona.
¿Se imaginan algo así, pero en toda Ibero América? Yo, sinceramente, no. Pero sin duda resulta glorioso solo pensarlo.
Así que, si tiene un rato —y únicamente si sabe qué debe hacerse y qué decir— conteste la Encuesta.

¿Quién le dice? En una de esas, sacamos la grande ...

jueves, 8 de marzo de 2007

Stat Veritas de vuelta


La benemérita página STAT VERITAS vuelto a estar presente en el mundo Internet ¡qué buena noticia!

Había bajado de circulación por una temporadita que, como están las cosas, no sabíamos si era o no, la antesala de un lamentable final.

No deje de visitarla y leer la espléndida documentación que contiene.

Le recomendamos la sección Autores Cristianos, que es excepcional por el esfuerzo que supuso su puesta en marcha.

miércoles, 7 de marzo de 2007

La necesaria santidad del Matrimonio

OMO PARA darnos aires de importancia (no ciertamente para conseguir trabajo), debemos decir que nuestra amiga página Panorama Católico Digital —un milagro constante de sufrida perseverancia e inteligencia periodística católica— nos suscita siempre comentarios, paralelos a los que allí se publican, en una suerte de complementario contrapunto que, evidente parece ser el hecho, es causado por una profunda indentificación religiosa que salta fronteras, repudia electrones, confronta colores y, desgracia inevitable, aleja fortunas.
En su última actualización, presenta una “entrada” que ha quedado sin el consabido y sabroso (y siempre esperado) “comentario druídico”. Aprovechándonos de este singular olvido —en cuyo silencio, de todas formas, creemos leer mucho más que lo que no vemos—, nos apropiamos de la noticia de ACIPRENSA y la comentamos aquí, con irreverente desparpajo. No es cosa nueva, por cierto.
La noticia refiere que los obispos belgas, preocupados por la realidad social creada en las familias constituidas sobre matrimonios de diverso origen religioso y a raíz del fenómeno mundial de la migración, quieren recordar las reglas que rigen este tipo de organización familiar; adelantan —con esa irritante imprecisión canónica y teológica que caracteriza a la mayoría de los documentos doctrinales modernos— que
“La tradición de la Iglesia Católica prioriza los matrimonios entre católicos, no solo como una forma de preservar y manejar la fe de la familia, sino sobre todo por el interés de la comunidad casada misma”
siendo que, en realidad de verdad, lo que prioriza la Iglesia en todo caso y circunstancia —como lo prueban tanto su Misión sobrenatural, como la existencia de una legislación especial para los matrimonios mixtoses la perserverancia de los contrayentes católicos en la Fe y no —ni menos aún: “sobre todo”— al interés de la “comunidad casada”; comunidad que, aún siendo altamente probable su indisolubilidad natural, en cuanto consorcio estable del derecho natural podría ser disuelto, en el caso de representar un peligro para la Fe, y en orden a la preservación de la Salvación del cónyuge bautizado 1.
Además de no distinguirse adecuadamente las categorías de matrimonios mixtos con la restante, de disparidad de cultos, es obscura la afirmación de los obispos belgas sobre que la Iglesia vea con epecial favor los matrimonios entre bautizados católicos, pero “autoriza” los matrimonios mixtos por que, en realidad, si bien es cierta la primera parte del comentario, la segunda es exactamente al revés: Los matrimonios mixtos (que son los contraídos por personas válidamente bautizadas, una católica y la otra no) están formalmente prohibidos; y los realizados entre personas de culto dispar (un católico y un no bautizado) son inválidos en la Iglesia Católica, como principio 2; y salvo que, excepcionalmente y por fundada autorización del Obispo local, se permitan en casos concretos.
Es decir que, como principio, el matrimonio mixto es ilegítimo y el matrimonio mediando disparidad de cultos, es inválido.
Antiguamente y para dar curso a estos matrimonios, se exigia de la parte católica el juramento de hallarse obligado, bajo pena de pecado mortal, a mantener y educar a la prole en el catolicismo; y que la parte no católica (bautizada o no) asumiese conscientemente el compromiso de respetar y apoyar este juramento, además de no atentar jamás contra la santidad y perpetuidad del matrimonio; que no obstante esta disparidad, seguía siendo imagen de la Unión mística de Cristo con su Iglesia. Los países como la Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos, objeto que fueran, durante la última parte del siglo XIX y todo el siglo XX, de un interés migratorio universal como jamás ha existido antes en el mundo, pueden dar testimonio del profundo arraigo y utilidad de estas instituciones y del vigor con que se las emprendió y cumplió; así como de la fecundidad de un ordenamiento jurídico basado en la protección del bien por excelencia: la Fe católica; no como una “fe barroca” o externa, sino como una virtud infusa, interior y verdadera y, de consiguiente, la Salvación Eterna.
Pero ahora, los vientos de una novedosa, tan insólita como acatólica búsqueda de una ideal oecumene, insuflan y permean todas las instituciones católicas, privándolas de su propio ser, de su identidad y su divina originalidad específicas 3, con lo cual, el declaradamente resistido relativismo religioso ha sentado, de hecho, sus posaderas en el seno mismo del derecho canónico, pervirtiendo muchos de sus fines con disposiciones, más que tolerantes, contemporizadoras y de ocasión, y con aplicaciones erróneas de los pocos preceptos saludables que habían quedado en pie; o simple y crudamente, con ejecutorias clandestinas. Este concepto de oecumene ideal, como lugar común habitable por toda la humanidad, como espacio o término de una posible unidad sin otro principio que el de su propia existencia, carece precisamente de la nota de “común” inteligible que debe poseer cualquier conato unificador, en cuanto es propio del intelecto el unir; por que la voluntad podrá dirigir el trabajo de unificación cuando el intelecto defina, cuando realmente defina y determine, no cuando se niegue a trabajar y haga más densa la nebulosa ...
Compréndase bien que, de ninguna manera, criticamos a los obispos belgas que, incuestionablemente, han tenido el sentido pastoral de la oportunidad adecuada, y el corazón misericordioso suficiente para atender a una necesidad que, aún a la distancia, sólo un necio podría no ver como urgente y real. Sin embargo, es doloroso percibir como hasta en un simple hecho como este, indudabelmente cernido desde los Cielos, puede filtrarse el maligno “espíritu del mundo”, con su relativización de las verdades eternas y, sobre todo, de las necesidad eterna de la Verdad, cuyo camino es la preservación de la Fe mediante la frecuente recepción de los Sacramentos.
Cristo dijo de Sí mismo que era el Camino; como Hombre, era Camino, afirma Tomás el Magno; mas también era la Verdad y la Vida, ya como fin, como término, como Dios.
Dios es término más o menos próximo de todas las cosas, de toda sociedad humana comenzando por el Matrimonio, por serlo de toda actividad humana; quitar los pies del Camino que lleva al Fin y ponerlos en polvorosa, será todo lo ecuménico que uno quiera, pero no Camino seguro; y acaso, tampoco camino ninguno.
Si la finalidad del Matrimonio, como decía el jurista pagano Modestino, a quien hemos citado días pasados, es un consorcio estable entre varón y mujer para la comunicación de las cosas divinas ¿podría prevalecer sobre la Fe —cosa divina por excelencia— esta “comunidad casada”, ya para nada natural ni pagana, la que todavía contiene en sí este admirable tráfico de “cosas divinas”, sino únicamente como un fenómeno hormonal, que es lo que queda después de tanta ... devaluación?
Si en el pasado se desalentaron este tipo de matrimonios por sus deletéreos efectos generales, tanto personales como sociales, y sobre todo por los peligros que entrañaba para la Fe de los creyentes y su transmisión a los hijos, este moderno desplazamiento del eje doctrinal católico tradicional desde la Fe, como don divino indispensable para la Salvación, hacia un humanitarismo horizontalista (supuestamente) integrador —que queda develado en estos detalles pequeños pero significativos— compromete gravemente las instituciones católicas, el mismísimo orden natural de la institución matrimonial devaluada, y la salvación eterna de las almas.


1 Es el llamado privilegio paulino, CIC, cánon 1143. Volver

2 Para los matrimonios mixtos: «Está prohibido, sin licencia expresa de la autoridad competente, el matrimonio entre dos personas bautizadas, una de las cuales haya sido bautizada en la Iglesia católica o recibida en ella después del bautismo y no se haya apartado de ella mediante acto formal, y otra adscripta a una Iglesia o comunidad eclesial que no se halle en comunión plena con la Iglesia Católica», CIC, cánon 1124.
Para los matrimonios entre personas con disparidad de cultos: «§.1 Es inválido el matrimonio entre dos personas, una de las cuales fue bautizada en la Iglesia católica o recibida en su seno y no se ha aparatado de ella por acto formal, y otra no bautizada», CIC, cánon 1086. Volver

3 Originalidad lo empleamos aquí, en su sentido prístino; es decir, como origen de otra cosa; en lo concreto, de la nueva vida del bautizado, del regenerado en el agua lustral, del recreado en Cristo, nuevo Adán. Volver



martes, 6 de marzo de 2007

Anuncio oficial de la Santa Sede

EL NOTICIARIO OFICIAL de la Santa Sede ha anunciado que, el próximo 13 de marzo, se dará a publicidad la Exhortación Apostólica relativa al último Sínodo de Obispos, que tratará sobre la Eucaristía y las modalidades actuales de su celebración.
Se espera que el Santo Padre reitere el carácter sacrificial de la Santa Misa y dicte algunas instrucciones que, aunque según parece y por desgracia no vendrían acompañadas de fuerza jurídica, serán tendientes a devolverle la dignidad al Sacrificio Perpetuo y a terminar, en la medida de lo posible, con los abusos, innovaciones y modificaciones en la Liturgia que se han venido produciendo ininterrumpida y crecientemente desde 1970.
Muchos obispos, poco interesados en la digna celebración de la Santa Misa, ven con temor el momento de esta publicación, que los dejará en situación de desobediencia ficta y a muchísimos prelados de todo el mundo, que han fomentado o tolerado las irregularidades litúrgicas desde la desafortunada reforma de 1969. Calificativo que se desprende de las recientes y muy pesimistas declaraciones de Mons. Malcolm Ranjith sobre los resultados prácticos de este significativo episodio histórico (ver entrada anterior), que de hecho ha alejado los fieles de las Iglesias. Desde estas páginas hemos insistido mucho acerca del carácter sagrado de la Liturgia, es decir, sobre su origen divino y culturalmente indisponible, circunstancia que la debería haber puesto fuera del alcance de algunas modificaciones tan innecesarias como profundas, como la de 1969; y más aún de aquellas otras que con clandestinidad manifiesta la han desnaturalizado y convertido en un descontrolado terreno de ingeniería religiosa.
La misma Iglesia, en su Catecismo Universal, § 1125, advierte que ni su Suprema autoridad, el Papa, tendría potestad suficiente para modificar aquello que es únicamente depósito divino y no derecho propio o propiedad originaria, y por consiguiente insusceptible del triple ius: ius utendi, ius fruendi et ius abutendi, sino únicamente de los dos primeros en cuanto depósito divino que es, y cuya eficacia satisfactiva ante el Padre está dada, principalmente, por habernos sido enseñada y entrega por Jesucristo, el Señor; y porque Él mismo sacrificaba así al Padre, Quien ha puesto en Él toda su complacencia por toda la eternidad.
La Liturgia, sin Cristo como Altar, Sacerdote Eterno y Víctima (y de consiguiente sin sacerdocio sacramental u ordenado, plenamente consciente de su primaria y esencial misión sacrificial), no es propiamente Liturgia, acto latréutico eficaz y santificador, sino mera obra humana insuficiente; acaso más o menos simpática, pero no por eso solo agradable a Dios ni eficaz ante Él por sí misma, como sí lo es aquella que Jesús nos ha dejado.
Sobre éstos y parecidos tópicos, militará el texto de la Exhortación Sacramentum Caritatis —tal el nombre elegido por Su Santidad— que, si mucho no nos equivocamos, tendrá en el mundo católico el mismo eco que la muy reciente instrucción del Dicasterio para el Culto Divino, sobre la traducción auténtica de la fórmula contenida en el texto típico para la Consagración de la Preciosísima Sangre de Jesús; o sea, ninguno.
Y también, pensamos, tendrá el efecto de despejar ciertas dudas acerca de la eventual publicación de un Motu Proprio del Papa reinante, que dejaría sin efecto las restricciones impuestas a la celebración de la Misa Tradicional por otro instrumento anterior, Ecclesia Dei afflicta, sancionado bajo el pretexto de darle mayor amplitud a los derechos dispuestos para siempre por la Bula Quo primum tempore de San Pio V.
La Liturgia Sagrada ha sido y es uno de los puntos de mayor, o el de mayor, diferenciación entre los sectores eclesiásticos en supuesta pugna: los tradicionalistas (o integristas) y los progresistas, al punto que los distanciamientos que han causado la defensa a ultranza de una y otra postura, parecen realmente insalvables al presente sin la directa intervención de la Santa Sede.
La preocupación de los Papas causada por los desastres antilitúrgicos de hogaño y que ha llevado a la Santa Sede al extremo de tener que pronunciarse en varias ocasiones sobre la validez de la Santa Misa nueva —admitiéndose así, implícitamente, que ésta se encuentra en crisis—, y manifestada en multitud de Cartas Apostólicas, Instrucciones, Exhortaciones, Encíclicas y una pléyade de documentos jamás aplicados con verdadero rigor jurídico ni convicción profunda, no ha sido de hecho compartida por la generalidad de los Episcopados nacionales, que consideran este sector de la Religión como de su exclusiva competencia, desde que ciertas liberales interpretaciones de algunos documentos del Concilio Vaticano II los animaran a proceder en tal sentido; aunque siempre, implícitamente, se aceptase al menos de forma, que la Santa Sede pueda declarar su primacía en este renglón, a condición de no intentar descender a las cuestiones particulares ni afectar las jurisdicciones locales.
Muchos sospechan que esta Exhortación, sumada al Motu Proprio que levantaría las ilícitas restricciones a la libre celebración de la Misa Tradicional y que sería de inmediata y directa aplicación a todas las diócesis del mundo, pondría fin a esta era actual, de vigor de este pernicioso statu quo permisivo, entre la Santa Sede y los Episcopados nacionales —creado a partir de las sucesivas abdicaciones de S. S. Paulo VI al derecho de corregir con energía y eficacia estos abusos—; en razón de todo lo cual se piensa, concluyendo, que Su Santidad Benedicto XVI, ha ingresado de manera extremadamente audaz a un terreno que, hasta hoy, se consideraba vedado a la inspección y rección directas e inmediatas de la Santa Sede, y peligroso e incierto para el Santo Padre.
Dios le dé fuerzas.

(Artículo corregido a las 1:15, del 7 de marzo de 2007, Fiesta Tradicional de Santo Tomás de Aquino)

lunes, 5 de marzo de 2007

La Crisis en la Iglesia

La recurrente reproducción, aquí, aquí y aquí de una nota concedida por el segundo miembro en importancia del Dicasterio que rige el Culto Divino en la Iglesia, Monseñor Malcolm Ranjith, en la cual el entrevistado acentúa con bastante perspicacia y mucha inocencia algunos de los cuantiosos puntos obscuros que han manchado la vida la Iglesia en los últimos 40 años, deja sin aliento al público católico por el tono realista en que está concedida.
La costumbre, hasta ahora, era esconder la basura, cuya existencia era negada, bajo la alfombra de una supuesta impecabilidad impenetrable, que se daba de patadas con los (también) recurrentes hábitos de confesar públicamente los pecados de la Iglesia... siempre que fueran de otros. Por ejemplo, de España, o de los Cruzados, o de la Cristiandad.
Esta nueva tónica deja atónitos a muchos avestruces, cuya pasión por un orden formal insólito, sólo era comparable a la hipocresía con que manejaban las crisis cuya existencia era negada con porfía.
Los inmensos desbarajustes doctrinarios y litúrgicos de los últimos 40 años nunca merecieron comentarios dignos y enérgicos de las autoridades vaticanas (vamos, no se alarme nadie, que monseñor Ranjith tampoco parece dispuesto a enojarse) a pesar de ser la causa motiva misma de innumerables documentos gestionados y urgidos desde la mismísima silla petrina, pero de decreciente vigor, conforme iban descendiendo la escala adminsitrativa encargada de su cumplimiento.
Ahora, parece que la importante “segunda línea” del funcionariado vaticano, que es el estamento que, en definitiva, deberá poner en ejecución las instrucciones pontificias, encuentra tiempo para dejar traslucir su propio desencanto con el estado de la Iglesia después del Concilio; al cual, no obstante salvaguardar de una crítica despiadada por medio de una interpretación inocente y benévola, no pueden dejar de señalar, por lo menos, como el punto cronológicio de inicio de la última etapa del “destape” actual.
Son vientos nuevos, sin duda, y no otra vez, las caliginosas miasmas de tantos años, que soterraban en el más abyecto olvido generosas y lúcidas intervenciones de los Papas, como el triste caso de la Carta Domenicæ Cenæ de Juan Pablo II, contra la Comunión en la mano y queriendo favorecer la Misa Dominical, cuyo fracaso fue ya un hecho a las pocas semanas de su anuncio.
Es necesario comprender que, por más que el corazón deba latir al unísono con la Iglesia, no es esta la situación general actualmente, en particular, en la mayor parte de los miembros de la Jerarquia, que tienen su propia visión y vivencia de la Doctrina de Jesucristo y de su Iglesia. En la cual, ciertamente, tiene cada vez menos cabida la figura, el oficio y la presencia del Sucesor de Pedro.
No es ocioso, pues, considerar la conveniencia de sancionar normas jurídicas precisas y eficaces, puestas en manos de una burocracia sincera y eficaz, que reajusten la vida eclesial para ponerla a tono con estos últimos tiempos, en los cuales, el demonio echará mano de todos sus recursos para demoler la Obra de Cristo en la Tierra.