viernes, 5 de enero de 2007

Madre hay (había) una sola ...

Todos creíamos que madre hay una sola: la ley romana decía mater semper certa, pater incerto. ¿Seguro ...? En realidad, madre cierta “había” una sola. Ahora, gracias a la constante evolución de la estupidez ideológica, perdón, del progreso humano, en el primer mundo usted podrá, si lo desea y encuentra algún juez remendón de la natura humana, tener dos y, quizá con el tiempo, hasta tres o cuatro “madres”. ¡Sí señor, ésos son progresos, y no las sucias y desalmadas máquinas que le roban a uno la posibilidad de trabajar como un negro 14 ó 15 horas diarias! Algo que, ciertamente, parece que tampoco desaparecerá pronto.
Un juez canadiense dictaminó que un chico, tenga dos madres; una, la generatriz (madre, lo que se dice madre no parece muy afortunado llamarla en este caso) o biológica, y la otra, una adoptante que ¡oh sopresa! convive con la anterior en infeliz y acaso impúdico himeneo. Y por supuesto, el padre “donante”, por que la criatura fué engendrada según el procedimiento de inseminación artificial, algo así como el caso del pobre tipo que se preparó un mate y no quiso, o no tuvo estómago para tomárselo. Aparentemente, este mate no era de todas formas muy apetecible, que digamos ... y el taita resolvió mandarse mudar antes que al juez se le ocurriera pedirle un “repaso” del servicio, pero de cuerpo presente. El desgraciado chico ahora tiene cinco años, y por delante, un verdadero infierno.
Nos gustaría saber qué opinarían desto todos aquellos que sostienen que los chicos tienen derecho a una identidad completa. Por que tener muchas, es igual o peor a no tener ninguna, siguiendo aquella precipua regla del sentido común que informa que es lo mismo pasarse que no llegar.
Parece ser que la justicia, primero, le denegó a la alegre compañera de su madre la posibilidad de adoptarlo; pero, ahora, guiada por el noble, obscuro y proteico principio del “superior interés del niño”, ha resuelto darle intromisión en esta “familia” a la entrometida, que no sabemos con qué pudo haberse puesto, para figurar entre los superiores intereses del pobre y desafortunado crío.
El padre Leonardo Castellani sostenía que el famoso katejón que menciona San Pablo, el “obstáculo” que impediría desde los días del Apóstol la manifestación del misterio de iniquidad, era, además o conjuntamente con otras posibilidades, el derecho romano, o sea, aquellas determinaciones prudentes de la ley natural, expuestas en las insuperables colecciones de sentencias romanas.
Ahora, por lo menos este obstáculo, está visto que no existe, porque nunca ha existido una época tan horra de juridicidad y tan llena de leyes como la nuestra, donde las únicas reglas verdaderas son el capricho, la arbitrariedad y —no podía estar ausente— la más repulsiva estupidez.
Pero ... ¿y el chico? Eso no importa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como comentaba en un foro, no falta mucho para que se pongan a derogar la Ley de Gravedad. Lo único que espero es que nuestros queridos progresistas prueben si la derogación funcionó arrojándose por las ventanas.

Ludovico ben Cidehamete dijo...

¡Ojalá lo escuchasen! Pero el no hacerlo así nos confirma la mala fe con que se imponen estas reformas.
Y esto no es todo; espere a ver lo que está pasando aquí, en Pto. Madryn, y que no publicamos por respeto a la Epifanía del Señor...
Saludos
L. b-C.