jueves, 18 de enero de 2007

Ecumenismo con variaciones

Encíclica Mortalium animos, S. S. Pio XI: «... Porque siendo el cuerpo místico de Cristo, esto es, la Iglesia, una 1, compacta y conexa 2, lo mismo que su cuerpo físico, necedad es decir que el cuerpo místico puede constar de miembros divididos y separados; quien, pues, no está unido con él no es miembro suyo, ni está unido con su cabeza, que es Cristo 3».
Concilio de Florencia, Decreto Cantate Domino del 4 de Febrero de 1442 (Dz. 714): «La Santa Iglesia romana firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y, sus ángeles [Mt. 25, 41], a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia, que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica».

El Papa Benedicto XVI, ha recordado (conf. VIS 070117 [400]) que
«La unidad es un don de Dios y fruto de la acción de su Espíritu. Por eso, es importante rezar. Cuanto más nos acercamos a Cristo, convirtiéndonos a su amor, más nos acercamos también los unos a los otros... El camino de la unidad de los cristianos es ciertamente largo y no fácil, pero no hay que desanimarse sino seguir recorriéndolo, contando con la ayuda de Cristo».


Encíclica Mirari Vos (GREGORIO XVI, Sobre los errores modernos, 15/8/1832)
... por lo cual es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha; oigan a San Jerónimo que nos cuenta cómo, estando la Iglesia dividida en tres partes por el cisma, cuando alguno intentaba atraerle a su causa, decía siempre con entereza: Si alguno está unido con la Cátedra de Pedro, yo estoy con él.
Falsamente, alguien acariciaría la idea que le basta con estar regenerado por el bautismo, a esto les responde San Agustín que no pierde su forma el sarmiento cuando está separado de la vid; pero, ¿de qué le sirve tal forma, si ya no vive de la raíz?.
De esa cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando la impudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión. ¡Y qué peor muerte para el alma que la libertad del error! decía San Agustín. Y ciertamente que, roto el freno que contiene a los hombres en los caminos de la verdad, e inclinándose precipitadamente al mal por su naturaleza corrompida, consideramos ya abierto aquel abismo del que, según vio San Juan, subía un humo que oscurecía el sol y arrojaba langostas que devastaban la tierra. De aquí la inconstancia en los ánimos, la corrupción de la juventud, el desprecio —por parte del pueblo— de las cosas santas y de las leyes e instituciones más respetables; en una palabra, la mayor y más mortífera peste para la sociedad, porque, aun la más antigua experiencia enseña cómo los Estados, que más florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria y ansia de novedades.


1 I Cor. 12, 12
2 Efes. 4, 15
3 Efes. 5, 30; 1, 22

3 comentarios:

Tito... dijo...

Estimado LbC:

¿De qué tipo son las variaciones a las que se refiere?

Saludos

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Apreciado Tito:
Hace unos días, publicamos algunas cosillas sobre ecumenismo, declarando que, cuando se distorsiona la religión, se traiciona la fe, para agradar al mundo (en el cual se incluirían los hermanos separados y cualquier no cristiano) y se renuncia a la propia férrea identidad católica, no se hace apostolado y tampoco ecumenismo.
En los textos papales que transcribimos en esta entrada, mencionanos las condiciones que, a modo de prerrquisitos, deberían guiar la actividad "ecuménica", para que no se convierta en indiferentismo religioso.
Hoy, por confesión de los actores principales, sabemos que este espíritu de diáolgo con el mundo y con los separados, llegó inclusive a pervadir la Liturgia, pese a seguir sosteniéndose al menos en teoría, que ella era la acción salvífica de Cristo, Su oración al Padre y que ni una palabra podíamos tocar de lo que era, para nosotros, mero deposito y no propiedad.
Las consecuencias, están a la vista: la sal ya no sala.
Las variaciones, aluden así, a esa especie de perífrasis con que se presenta el fenómeno ecuménico al católico, y que, al modo señalado por Bossuet para el protestantismo, distorsiona la fe tradicional con muchas caras distintas.
Cordiales saludos en Xto. N. Señor y María Ssma.
L. b-C.

Tito... dijo...

Gracias por su respuesta.
Saludos.