domingo, 7 de enero de 2007

Con relación al Mensaje Papal del 3 de enero pasado

Algunas almas generosas, interesadas en nuestra buena reputación, nos indicaban horas atrás que la interpretación que diéramos al texto del Mensaje papal del pasado 3 de enero, no se habría ajustado, con tanta precisión como entusiasmo, al texto italiano que expusimos en la entrada correspondiente.
A pesar de sentirnos halagados por tan sinceras (como espontáneas) pruebas de interés por nuestro bien, repasamos con tristeza y mucho cuidado, el texto del caso, para intentar descubrir en dónde y de qué forma, nuestra subjetividad habría dejado inocente paso a la ignominiosa traición de nuestros sentimientos, en la forma de una optimista benevolencia con un texto que, en realidad, no resurtiría en la formal condena pontificia de una las más antiguas y mejor explotadas tesis del progresismo, o neomodernismo, como nosotros dijimos verlo.
Pero he aquí que los Reyes Magos, nos dejaron sigilosamente, a los pies de nuestra desdichada mesa de labor, el texto completo del Mensaje en castellano, publicado en la página oficial del Vaticano, cuyo pasaje interesante, en la traducción oficial, reza así:
«Sin embargo, la alegría de la Navidad no nos hace olvidar el misterio del mal (mysterium iniquitatis), el poder de las tinieblas, que trata de oscurecer el esplendor de la luz divina; y, por desgracia, experimentamos cada día este poder de las tinieblas. En el prólogo de su Evangelio, que hemos proclamado varias veces en estos días, el evangelista san Juan escribe: "La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la acogieron" (Jn 1, 5).
Es el drama del rechazo de Cristo, que, como en el pasado, también hoy se manifiesta y se expresa, por desgracia, de muchos modos diversos. Tal vez en la época contemporánea son incluso más solapadas y peligrosas las formas de rechazo de Dios: van desde el rechazo neto hasta la indiferencia, desde el ateísmo cientificista hasta la presentación de un Jesús que dicen moderno y posmoderno. Un Jesús hombre, reducido de modo diverso a un simple hombre de su tiempo, privado de su divinidad; o un Jesús tan idealizado que parece a veces personaje de una fábula.
Pero Jesús, el verdadero Jesús de la historia, es verdadero Dios y verdadero hombre, y no se cansa de proponer su Evangelio a todos, sabiendo que es "signo de contradicción para que se revelen los pensamientos de muchos corazones" (cf. Lc 2, 34-35), como profetizó el anciano Simeón»
.
Con lo cual quedaría probado que, a fin de cuentas, teníamos razón y no traicionamos nada ni a nadie, ni vemos cosas que no hay o distorsionamos las que sí hay, o no sabemos una jota de italiano (que sí es cierto).
Si allí no dice bien clarito, que el misterio de iniquidad intenta, por todos los medios a su alcance, menoscabar la Divinidad de Cristo; que hoy en día, esto lo hace por medios más solapados A y peligrosos, contraponiendo un hipotético y cada vez más desleído “Cristo histórico”, al ingenioso “Cristo de la Fe”, intentando hacer tropezar otra vez al verdadero Personaje, en su Camino salvífico, con las piedras de la contradicción científicista; pues si por lo menos no dice todo eso, no escribo más.
Y lo que si Ustedes quieren, sí sería un indebido aporte subjetivo, es manifestar lo conmovedor que resulta el espectáculo de ver a este Papa, guiado por el amor a Cristo, a la Iglesia, y a la Verdad, ponerse en franca contradicción con el ex teólogo progresista Joseph Ratzinger.

A “Solapado” es un calificativo que denota intencionalidad, por que designa una acción personal. El Papa está hablando, propiamente, de un poder personal maligno, que impulsa esta confusión.

No hay comentarios.: