miércoles, 20 de diciembre de 2006

El Papa "modificó" la fórmula de la Consagración

Algunos de nuestros sitios amigos han dado sensata cuenta de la burrada publicada por cierto diario rosarino, según la cual, Su Santidad habría modificado la fórmula de la Consagración de la Santa Misa. El asunto requiere alguna aclaración, por que en la Iglesia Católica, depositaria y no nada dueña de la Sacrosanta Liturgia enseñada por Cristo mismo, ni el Papa puede modificar lo que es de Tradición Divina, o sea, instaurado por Dios mismo, conforme se puede leer en el Catecismo de la Iglesia católica, números 1116, 1125 y 1205. Inclusive ésta es la razón de que nadie, ni pesbítero, ni obispo, pueda a su arbitrio modificar los textos de la Sagrada Liturgia sin traicionar a la Iglesia, al Cuerpo Místico y sin agraviar seriamente a los fieles, que esperan de ellos los signos eficaces de su salvación, y no circunvoluciones de la creatividad personal del celebrante.
Si el animal olfato maligno que poseemos no nos engaña, el sentido de publicar semejante noticia, —que se refiere, de verdad verdadera, a la TRADUCCIÓN de la fórmula de la Consagración de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor, asunto que ya hemos hecho desfilar dos veces por nuestra páginas, y no a alguna reforma de la Sagrada Liturgia en cosa tan definitiva— es crear cierta incertidumbre sobre el origen y valor de la Santa Misa, abriendo más aún las mentes, a las “creatividades” de los pedagógicos innovadores.
No creemos posible que el centenario diario de Lagos no tenga asesores religiosos con algún mínimo de instrucción católica, o al menos de información actualizada, como tenemos nosotros, que somos menos que unos equinos en este ramo. Y que en consecuencia se “coman” semejante “pescado podrido” (vea la nota original).
Creímos necesaria la aclaración; y en pocos días más, cuando el veraniego sosiego nos lo permita, cabe algún jugoso alfalfar cual oníricas cuán edénicas arras, comprometémosnos en la labranza de algún nuevo aporte al problema de las traducciones de la Santa Misa. Y del barroquismo del lenguaje. Pero no aseguramos ningún éxito en lo segundo.

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