lunes, 14 de mayo de 2007

Un viaje (de regreso) a la Verdad

Continuando con la práctica de los últimos Papas de convertirse en predicadores viajeros, S. S. Benedicto XVI resolvió abrir personalmente una conferencia local de Obispos zonales en el santuario de Santa María de Aparecida, Brasil. Para no desperdiciar el largo viaje hasta el Brasil, Su Santidad resolvió emprender, paralelamente, un viaje de regreso a las verdades sencillas, profundas y eternas de la Religión católica, y explicó a los Obispos allí reunidos —más interesado en el eco que en los oyentes, bueno parece decirlo— que nunca habrá sacerdocio femenino, por que no habiéndolo querido Nuestro Señor, es imposible; que el aborto es un pecadazo mortal como quiere se lo mire; y que, por su trascendencia política y social, la Iglesia amonesta a cualquiera que tenga parte en este delito, en su perpretación, preparación, o facilitamiento, como por ejemplo, los políticos, con pena de excomunión. Recordó que el divorcio es el peor cáncer que mina la sociedad, la familia y la salud; que a los hijos hay que bautizarlos y educarlos en el catolicismo, para que sean felices en esta tierra y se vayan al Cielo; y los padres también. Defendió el matrimonio y la castidad cristiana, como virtud y no como conveniencia. Les advirtió a los traficantes de drogas que deberán responder ante Dios por sus actos; para los adictos, afirmó ser preferible, además de los tratamientos médicos y psiquiátricos, la oración fervososa y confiada, por que (no pudimos evitar citarlo en la bella lengua portuguesa) «Não basta curar o corpo, é preciso adornar a alma». Se despachó contra los indigenistas, a los cuales calificó con dureza y los llamó algo parecido a atrasados; defendió la catequésis del siglo XVI y sobre todo ¡no pidió perdón! Llamó “sectas” a las avanzadillas protestantes y su dureza se suavizó cuando habló de la “sed de Dios” que obliga a los hombres a volverse a aquellas, porque los Obispos locales no la sacian... El secularismo, el hedonismo y el relativismo merecieron, como es habitual en este Pontífice, un lugar destacado en la galería de peligros siniestros y acechanzas modernas contra los cuales levanta su aviso sacerdotal y que ponen en peligro la vida de la Gracia. Todo lo dijo con sencillez y firmeza, absteniéndose de circunloquios que no son, al menos en él, otra cosa que adorno prescindible y cortina de humo.

Si se nos autoriza una síntesis personal, el Papa, lo que ha hecho, es volver a las simples verdades evangélicas encerradas tras las tres palabras más sencillas y elementales que construyeron la Cristiandad; por lo cual, en el último siglo, han sido objeto de las más agresiva y escandalosa difamación: Salva tu alma.

Años atrás, cuando se estrenaba el reformismo protestante en la Iglesia católica latina (en la anglosajona databa de varios siglos atrás) acostumbrábamos oir, como si fuera un descubrimiento de última hora, esta dura sentencia: «¡Salva tu alma! ¡Jé! tres palabras, tres terribles herejías». Para los teólogos de ocasión, nadie se salvaría sin su prójimo, por más fuerza que fiziere en su carne, en su alma y en las cosas que lo rodeaban, por que Cristo había sancionado la Ley del Amor al prójimo (cuya relación nadie era capaz de explicar adecuadamente), lo que significaba que, sin ese amor al prójimo, encarnado concretamente en múltiples y mundanas actividades (que cada cual describía a su gusto), no se entraría al Reino de los Cielos.

—¡Qué macana ...! Con lo que me gustaría salvarme...— pensaba más de uno, creyendo que ser bueno, adorar a Dios, confesarse seguido y recibir los Sacramentos, hacer todo el bien que se pudiera y morir en paz, ya no era suficiente —¡Y esos bestias de los anacoretas, o los cartujos! ¿se habrán de ir todos al infierno...? Por que muy projimero no eran ....

De hecho, la frontera de la salvación fué puesta más allá de uno mismo, de la religiosidad personal, en un plano ininteligible de trasfondo social cuyo acabamiento, que sería lo que conocíamos antes como la Salvación, quedaba siempre como un objeto remotísimo e inalcanzable ... salvo para el “pueblo de Dios” en marcha, pero nunca para uno solo. ¡Qué esperanza, éso se acabó! Ni se pregunte en qué cosa se convirtió la causa de la Salvación, ya no más la Redención operada por Nuestro Señor, que había pasado a un segundo o tercer plano, como mito que en realidad era, como todos los Evangelios; la Salvación pasó a ser más bien un misterioso conjunto de banalidades políticas, sociales o culturales sin otra cohesión interna que la satisfacción de necesidades (reales o ficticias) puramente terrenales ¡y nada más!. Antes, el Cielo se ganaba en la Tierra; pero ahora, parecía que el Cielo se ganaba con la Tierra. ¡Qué raro era todo, que vacío, que poco apetecible! Era absolutamente previsible, desde luego, que de allí a la “integración” del resto del género humano a cualquier precio, concediendo y cediendo mucho más de lo conveniente, había un solo paso, que efectivamente se dió ...

En su Diario (revista Gladius, nº 67, pág. 67/68; Buenos Aires, diciembre 2006) el Padre Leonardo Castellani anotó:

«La pregunta de San Ignacio era ésta: “¿Cómo se puede ser hombre religioso en este tiempo?” —y a eso responde su mensaje. La pregunta se transformó lentamente en ésta otra: “¿Cómo se puede dominar a estos tiempos por medio de la religión?”. Es el paso de la salvación propia a la salvación de los demás sobrepuesta a la propia, lo cual es absurdo; y falsifica incluso la salvación de los demás, exteriorízandola.

En la primera regla de la S. J. apunta el fin de esta sociedad como siendo “la salvación y perfección de las ánimas propias y también intensamente la ídem ídem de los prójimos”. Ya es un poco peligroso poner estas dos cosas juntas y como en un mismo plano; pero en fin, la salvación propia está primero. Luego se interpretó esto como si las dos cosas hubieran de ser simultáneas (Suárez, Ricardo) y cada uno de los fines, medio del otro. Esto ya es erróneo: la única verdadera y primordial acción religiosa del hombre religioso es la salvación propia con la ayuda de Dios; la salvación del prójimo es acción de Dios que pasa en todo caso a través del hombre como de un instrumento, “acción transeúnte”, mientras que la santificación propia es acción inmanente. Finalmente se antepuso en la práctica la “salvación del prójimo” (acción exterior, exterioridad, propaganda) a la propia (interioridad, contemplación) —lo cual constituye fatal falsificación y “vuelco hacia lo exterior”.

Contra esta falsificación ha y que oponer esta negativa rotunda “Nosotros no podemos salvar al prójimo” ...

Pues de lo que se trata, entonces, es de alertar contra una forma más de “la religión de la exterioridad” —no otra cosa parece ser el modernismo—, la religiosidad “barroca”, que lleva de la mano a las “teologías deicidas”, a ignorar toda forma de santo abandono religioso, a reírse de la vida contemplativa y a no comprender que la verdadera unión con Dios comienza en el interior del hombre, y no en el mundo, en lo exterior. Cristo llama “el mundo” a varias cosas, generalmente asidas por el lado de lo condenables o peligrosas; y una dellas es la exterioridad, que se traduce en el relativismo de quien es incapaz de cualquier contemplación, por que no cree en la Verdad; esa hipocresía farisaica que tanto alarmó y entristeció a Jesucristo, contra la cual empeñó su Vida; y en manos de cuyos cultores la perdió.

Parece evidente que el Papa está siguiendo el camino paralelo. —¿Y el viaje a Aparecida que tiene que ver con todo ésto ...?. Es que las parelelas se juntan en el Infinito...



13 comentarios:

Anónimo dijo...

Vale la pena destacar que no podemos salvar al prójimo, pero tampoco a nosotros mismos. El que nos salva es Cristo. La búsqueda de la santidad nunca debe confundirse con la redención por cuenta propia. Sería bueno, estimado Ludovico, que aclare un poco este punto para buen entendimiento de sus lectores.

Un cordial saludo, en Cristo y María,

Carlos de Mendoza

Tito... dijo...

Don Ludovico:

Leyéndolo mal, uno podría pensar que nunca nos pedirán cuentas por las almas de nuestro prójimo.
Nosotros no podemos salvar al prójimo, pero podemos colaborar en su salvación o dejar de hacerlo (culpablemente).

Digo, me parece un poco peligroso, presentar las cosas como en su post.

Saludos

Luis de Guerrero Osio y Rivas dijo...

¡Excelente, Ludovico! ¡Excelente! Aprovecho la oportunidad para completar en época de bibliólatras deslustrados y cristianos ignorantes a granel, el porqué de una sola fe de salvación, y en una sola palabra: ¡Imagen! A lo que Benedicto XVI ha vuelto por el camino de la tradición. Creados a imagen y semejanza de Dios, perdida esta por el Pecado Original, sólo podía ser devuelta por la Encarnación. De ahí que la escena del bautismo en el Jordán repita el "Creemos al hombre a imagen y semejanza Nuestra" con la participación de las Tres Divinas Personas. Cristo lo refrenda con la exigencia del mandamiento: Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto y da cumplimiento cabal con el ejemplo. Sed perfectos es mandato. Sepamos distinguir entre mandato y sugerencia. Pero ¿cómo sin los siete sacramentos? ¡Imposible! Entendido esto, judaísmo es perdición, y quedan fuera las sectas. El modelo es Jesucristo y no hay salvación sin cruz. ¿A qué atenernos sin un modelo a imitar? ¿Dónde estaría la eficacia de La Muestra sin santos canonizados? ¿Donde su trascendencia sin la historia de occidente? La cruz vuelve a presidir, la moral es exigencia, ya se habla de castidad...así sí: Habemus papam.

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Apreciado Anónimo:
En el artículo se dice así: “...en qué cosa se convirtió la causa de la Salvación, ya no más la Redención operada por Nuestro Señor, que había pasado a un segundo o tercer plano...”, frase en la cual pensamos queda claro que la Causa de la Salvación, es la Redención gratuita ofrecida por Nuestro Señor al género humano. La Fe en dicha Redención, justifica y crea en el hombre la condición para salvarse; y Dios da la Fe, como don. Pero la adhesión es cosa de cada uno, no de Dios.
Por eso, todo esto es insuficiente para salvarse, si uno no quiere salvarse, por medio de la adhesión a la Fe y las obras buenas, de santificación. Para su correcta interpretación, considero inapreciable un repaso de las cuestiones tratadas a propósito de la Reforma, especialmente sobre la necesidad de las obras para salvarse.
Bien puede decirse, pues, que la Salvación depende totalmente de Dios y totalmente de uno. Dios, el Cristo, abre el Cielo cerrado por el pecado original, estableciendo la ley de la gracia; y uno va y se agarra de allí sin soltarse. Sin la gracia y sin agarrarse, no hay salvación. El modernismo desestabiliza esta proporción sutilísima, así como las herejías fideístas.
En síntesis, que si no nos podemos salvar por nosotros mismos, podemos salvarnos nosotros mismos (que es el sentido de la frase).
Amigo Tito: En la Salvación ajena somos causa instrumental únicamente, o causa vicaria dicen otros; Castellani la llama "acción transeúnte", todo lo cual decimos en el post con la mayor simpleza (¡al menos, eso creemos!). Tal vez a los Obispos les pidan cuentas de las almas prójimas, y a los padres y hermanos y demás prójimos; pero no de su salvación, por que no depende de nosotros. Cristo vino para salvarnos a todos, lo cual significa, primero primerísimo, que nosotros no podemos salvar a los demás de ningún modo y ni siquiera poner las condiciones para salvarnos nosotros mismos, por que si no, alguien lo habría hecho antes del Salvador ...
Uno (con relación a los demás, se entiende) pone algunas causas instrumentales (San Pablo dice la predicación) y Dios y uno mismo todo lo demás. Fíjese lo que decimos arriba, que creemos es doctrina fiel de la Iglesia: Nos salva Dios totalmente, y nos salvamos nosotros totalmente.
Lo que podemos hacer nosotros (si somos "alguien", como dicen los españoles) es sacramentar a los demás, impartirles doctrina y salir a buscarlos, pero la adhesión es un acto personal e intransferible, imposible de realizar por los demás.
Por eso (permítame la insistencia) tiene razón Castellani al alertar sobre el gravísimo error que es aceptar acríticamente esta transferencia de responsabilidades, sobre la hipótesis de una supuesta solidaridad salvífica que no está en los planes de Dios ni en la posibilidad concreta de los hombres.
Saludos cordiales para Tito y Anónimo
L. b-C.

Tito... dijo...

Estimado Ludovico:

Insisto también. El peligro de lo que dice Castellani es caer en una pasividad irresponsable. Entiendo que no es lo que Ud. opina/practica, pero leyéndolo mal (todavía) podría entenderse eso. Digo, lo de "causa instrumental únicamente" me parece es minimizar la real responsabilidad que tenemos de colaborar en la salvación del prójimo.

Creo que hay dos errores posibles. Hay que combatir el uno sin caer en el otro.

Un cordial saludo.

Pd: Disculpe si tengo la costumbre de andar buscándole quintas patas a cada palabra que escribe.

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Apreciado Tito:
Insistencia disculpada.
Lo que Dios nos pedirá a nosotros son obras (además de adherir y conservar la fe, que también lo son: "Obras son amores y no buenas razones".
De la salvación de los prójimos no nos pedirá cuenta, sino de su condenación, si tal horror llegase a suceder y fuésemos responsables de eso ¡Dios me libre y guarde! Por ejemplo, si hemos corrompido a alguien, o si hemos omitido reprender cuando era nuestro deber hacerlo, o si .... (llenar a gusto).
Pero nunca nos pedirá cuentas de las obras que los demás dejaron de realizar, o del mal que hicieren, por que dependió de ellos, de su libertad.
Puesto ello, vayamos a ver lo de la hipotética consecuencia que Ud. extrae: "pasividad irresponsable". Para ser imputable, una falta debe ser responsablemente cometida, o sea, con discernimiento, intención y libertad. Por lo tanto, la pasividad irresponsable es hasta cierto punto indiferente desde el punto de vista moral, justo por ser irresponsable.
En cuanto a la pasividad, no la veo como consecuencia posible ni excusa siquiera, por que a evangelizar me obliga MI PROPIA salvación, no la del otro; a impartir sacramentos (si soy sacerdote) me obliga MI estado; si soy padre, la educación católica me la exige MI condición. Si yo cumplo y el otro tontamente se pierde, será culpa dél y no mía.
Ni la sola fe basta para salvarse, ni la pura actividad para justificarse ¡Atentti!
Pero esto no termina aquí: En realidad, el indiferentismo lo crea precisamente la postura que criticamos, por que al poner cualquier esfuerzo personal fuera de todo sentido salvífico, hace inútil dicho esfuerzo ... Y el caso, es que el hombre solamente posee su fuerza personal, cosa bien pobre en realidad, que si no fuera auxiliada por la Gracia, se perdería.
Así que no pudiendo salvarse a sí mismo por sí mismo (ojo a la doble exigencia, que aunque suene a pleonasmo deja claro el asunto) ¿en virtud de qué poder salvaría a los demás? Nadie da lo que no tiene, sólo Cristo puede dar lo que es de Dios primero.
"¿A dónde (quién) iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna", confiesa el Príncipe de los Apóstoles ante el Señor. Y así es nomás.
Lo que pasa con esta cuestión es que requeriría un tratadito sobre la Salvación que no sabría confeccionarlo yo, así que debería irse a ver a quien se lo explique.
Saludos nocturnos
L. b-C.

Tito... dijo...

"...a evangelizar me obliga MI PROPIA salvación."

Esto que Ud. dice aquí, es lo puede llegar a NO entenderse luego de la advertencia de Castellani. Creo que no se puede insistir en que "nosotros no podemos salvar al prójimo", sin aclarar y recordar lo que copié arriba.

Para que quede claro, repito: El peligro de lo que dice Castellani, es no considerar como necesaria para la propia salvación, la "colaboración" en la salvación ajena.

Sé que estamos de acuerdo acerca del asunto en general, lo que le digo es que la forma en que lo presenta (sumado quizá a una lectura algo deficiente) puede dar lugar equívocos.

Saludos

pd: apuesto a que en realidad me había entendido lo de "pasividad irresponsable".

Luis de Guerrero Osio y Rivas dijo...

Estimado Ludovico, tengo por ahí la foto de mi burro favorito para colocarla como la foto de tu caballo. No sabiendo como hacerlo, téngaseme por puesta, y con ella el permiso para rebuznar un poco con el objeto de, como el burro proverbial tocar la flauta acertando de vez en cuando:
1º)Partimos confusamente del hecho de que fuimos creados como si fueramos obras concluidas. En realidad el libre albedrio nos fue dado para completar la obra.
2º)Perdida la imagen y semejanza con Dios por el abestiamiento central al plan del Diablo, Dios se abaja al nuevo nivel por la Encarnación, pero al mismo tiempo la eleva a otro nivel diferente pero incomparable por la cruz. Solo la humanidad crucificada vuelve a ser digna de Dios por el amor llevado al extremo del dolor, lo que San Pablo precisa tan bien: "Aunque entregare mi cuerpo al fuego, si no tengo amor en nada me aprovecha-(dicho en conmemoración de la Pasión)". Es el Nuevo Amor, por ser capaz de romper las barreras todas del dolor el que es divino. La imagen dolorosa del Héroe del Calvario suple superando con creces al Super-Adán original. Al Adán que sojuzgara Eva y que subsiste en los anhelos rabínicos, y en las marihuanadas nitzcheanas. Es la única Imagen y Semejanza que el Padre no desprecia, sino que por el contrario exige como única digna de entrar en la Gloria.
3º) La imagen y semejanza contraria, la de la soberbia y como promesa de descendencia forma parte del mismo Protoevangelio de Génesis 3:15 para "ENEMISTAD ENTRE TU DESCENDENCIA Y LA SUYA". Enemistad contradicha por Vaticano II como apostasía, la más grave en la historia de la Iglesia; y con consecuencias en el prevalecer temporalmente para el reinado del anticristo a ojos de todos con homosexualidad, aborto, y revolución general. ¿Lo estamos viendo? Profecías cumplidas ¿las queremos negar?
4º)Como vemos, todo gira alrededor de dos imágenes y semejanzas contrapuestas para dos destinos definitivos y opuestos. No son los valores sino los modelos los que definen y rigen. Fuera de alcanzar la semejanza con Cristo definida por la Cruz todo lo demás son medios; incluyendo a la Iglesia, los sacramentos, la gracia. Por tanto: así como fuimos creados para completar la obra como co-creadores, también fuimos redimidos para completar la obra como co-redentores en la comunión de los santos, y no solo de nosotros mismos, porque el Cuerpo es Uno.
Si esta modesta contribución puede servir en algo, enhorabuena y las gracias a Dios sean dadas, y a Santa María de Guadalupe.

PD. Me parece que el anónimo se llama Carlos de Mendoza

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Apreciado Carlos de Mendoza:
No me dí cuenta que en la entrada que el Blogger calificó como "anónimo", estaba su nombre. Perdone si no lo llamé como es debido, pero fue por inadvertencia.
Cordiales saludos
L. b-C.

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Apreciado Tito:
Me parece que estamos haciendo un juego de palabras, por que no quedan dudas sobre los tres puntos principales de todo esto, a saber:
1º Que como dice Castellani, Dios se vale del hombre como de instrumento, como "acción transeúnte" (algo que pasa y no queda) para la salvación ajena.
2º Que la salvación es dada por Dios pero debe ser aceptada por el hombre, por lo cual, es acto personalísimo e "inmanente".
3º Que confundir o, peor, hacer pender, la salvación propia con la del prójimo, o ponerlas en un mismo plano (como también recuerda Castellani) es un error gravísimo, fuente de otros errores además, como la hipocresía misma, que sale de considerar la religión una cosa externa, o sea, común al género humano. Es una verdadera "perspectiva de género" (humano, es claro), en lugar de un asunto individual que se proyecta sobre toda la vida y todo el hombre, y por eso es capaz de cambiarlo y elevarlo por encima de los ángeles.
That's all...
Si bien como Ud. dice, contra una "mala" lectura, no hay remedio alguno que valga ...
En cuanto a si entendí lo de "pasividad irresponsable", la respuesta es ........
¡Só!
Fuera de broma, lo entendí, pero me pareció que acaso no todos los que leen esas líneas lo comprenderían igual, así que lo aclaré como va puesto por que el tema (se lo concedo) ha sido muy vapuleado y manoseado y es casi imposible explicarlo hoy en día, después del vendaval progresista que liquidó todas las fronteras de la razón y dejó, en su lugar, un sentimentalismo vago e impreciso que, justamente, peca de inmoderada imprecisión (¡jé! una doble negación al final de una oración como de 40 palabras; para perder a cualquiera).
Cordiales saludos de
L. b-C.

Tito... dijo...

Querido Ludovico:

Nunca quise poner en entredicho los 3 puntos que enumera, simplemente pretendí que no se olvide del punto 3ºb) "...a funcionar como 'causa transeúnte' me obliga MI PROPIA salvación" (por ejemplo, aclarando estas cuestiones).

Como siempre, es un placer molestarlo.

Tito.

ps: Es Ud. un pícaro...

Muret dijo...

Un verdadero placer leer este intercambio!.
Saludos

Anónimo dijo...

Estimado:
Está bueno lo que dice, pero olvida los demás documentos, comentarios y declaraciones de los peritos y obispos que contradicen al Papa. Después dijeron que la cuestión de las mujeres no estaba concluída, y que el Papa se había equivocado, etcétera.
Saludos