El informe es concluyente en verificar que el crecimiento de los números absolutos de católicos es exactamente conincidente con el índice que corresponde al aumento vegetativo de la población. En buen romance, que el catolicisimo no crece, si apenas se mantiene.
El cardenal Poupard ensaya una respuesta cómoda y parcialmente cierta, pero insuficiente aquí y aquí, y se queda sin dar en el blanco, pese a la extensión de la oportunidad desperdiciada. Sintéticamente, dice que la culpa no la tienen especialmente los avances técnicos (que no sabemos de dónde sacó la idea ni por qué la tendrían que tener, siendo como son, cosas inanimadas) sino que “la respuesta puede remitirse a la cuestión del inescrutable misterio del corazón humano”, que está inquieto hasta reposar en Dios; y a pesar de que, como hemos dicho, el reportaje es muy extenso, no dice nada más que valga la pena recordar, si consideramos que en tiempos de San Agustín, el corazón del hombre estaba igual o más inquieto que ahora, pero había conversones al por mayor. Asimismo, pasamos por alto alguna que otra pequeña falla teológica del cardenal —sostiene indiscriminadamente que la relación entre Dios y el hombre es real, no obstante que solamente lo es para el hombre, pero no para Dios— que sin embargo, es probatoria del estado que luego analizaremos.
Un repaso que hace a la población de los países otrora comunistas, no agrega ninguna claridad sino más dudas y sombras, pues los fenómenos que acompañan la apostasía se hallan en gran escala en los países occidentales, y no en los que han sufrido alguna tiranía en el pasado. Aunque no dudamos que las tiranías tengan por sí mismas, efectos devastadores en la religión, en la conciencia y en la probidad del hombre común, por ser envilecedoras.
Poupard no deja tampoco de lado ciertas afirmaciones regulares, pero infundadas, sobre la existencia de algunos casos que interpreta como reflorecimiento de la fe que, sinceramente, preferimos ni recordar. Su discurso, propio del indiferentismo religioso denunciado hace más de un siglo por valientes y desatendidos pontífices, repasa el estado de “las religiones”, como si demostrasen el estado de “la Religión”.
Por su lado, el Episcopado Ibero—americano (que insiste en llamarse latino—americano, que siendo honroso igualmente, no es más que una mala traducción de una despectiva designación nórdica), admite que el catolicismo no solamente ya no crece, sino que tampoco se mantiene como antes, por que ... ¡en realidad decrece!.
Es todo, querido.
¿Y de ahi...?
Pues que parece que la “primavera” del Concilio se había vuelto crudo invierno, medio de pronto y sin que los que juraban que se venía el calorcito, y hasta salían a la calle sin sotana y en camiseta para probarlo, aparezcan por ninguna parte; y según parece, lo único que se hacen por ahora, es aguantar el temporal ...
Es claro que “ellos” tenían un plan B, consistente en argumentar que la conversión al catolicismo no era necesaria ni indispensable, pues la salvación anda por ahí rondando, esperando a quién la desee y no parece coherente andar por el mundo buscando conversiones como loco. Desde luego, las misiones, los mártires y las noticias fresquitas que acabamos de mencionar provenientes de elevadísimas fuentes, parecen desacreditar tanto la lozanía como la buena intención de este plan teológico alternativo, consistente en desbaratar completamente el dogma y la doctrina de la religión tradicional cuando, por efecto de las reformas que, según se aseguró, iban a obtener el triunfo mundial de la Iglesia, se produjesen los primeros resultados horrendos de incertidumbre, vacío y sensación de abandono. Y apostasías al por mayor.
Después de hacer un diagnóstico más preciso que el del cardenal Poupard, un cierto padre Gutiérrez, funcionario del CELAM, que ya empezaba a caernos simpático por sus correctas apreciaciones, no pudo evitar él mismo, caer en cierto lugares comunes (que ya dijimos que no está mal hacerlo) pero sumamente vulgares y completamente alejados del problema central:
La desorientación sobre las causas de la apostasía, parecen no estar muy claras en la mente de este presbítero, ni acaso tampoco en la de los jerarcas que intervendrán en tan magna reunión. Lo que resulta aún más confuso comprender, si se juzga por su contraria afirmación, es el sentido mismo de religión y de catolicismo de estos eclesiásticos. Pero pasemos adelante.«Entre los temas que han surgido están las sectas, los excluidos, la pobreza (tema repetido), las diferencias entre los ricos y los pobres. Puebla ya hablaba de esto, pero estas diferencias son hoy muy grandes, y esta división, con la globalización en términos neoliberales, ha aumentado», reveló.
«Hay otros temas que están saliendo como la violencia, el narcotráfico, el papel de la mujer en la Iglesia, el de los jóvenes, el tema político, sobre todo mirando los cambios que se han dado en los últimos momentos en América Latina y sobre los que los obispos no pueden quedarse a un lado», siguió explicando.
¿Sucede lo mismo en las denominaciones protestantes? Sí, pero desde hace cinco siglos y por causa del desbarajuste que armó Lutero. ¿Y en la Iglesia Ortodoxa? Parece que no, que no ocurre igual, pero que se halla como dispersa y siempre demasiado sujeta al poder político.
¿Cómo harán, entonces, para comprender por qué algo no es, si no saben cómo es...?
Hasta aquí, todo mal, como siempre; pero detengámonos, no dejemos pasar la oportunidad sin hacernos la pregunta y ensayar una respuesta: ¿Por qué no hay conversiones? ¿Por qué hay una migración tan extensa a otras áreas de la religión, como las sectas, o el satanismo, o ... lo que sea?
¿El problema es el Mensaje, el transmisor, el hombre, o todo junto?
Son preguntas legítimas y es necesario y legítimo, entonces, responderlas con honradez, sin prejuicios y con elevación de miras.
Asumimos que el problema nunca es ni podrá ser el Mensaje, pese a las distorsiones por las que se ve azotado mediante la hipercrítica antibíblica que se enseña en los Seminarios y en las Facultades de Teología, nacida del racionalismo kantiano y desarrollada por los Harnack, Bultmann y demás escritores neoprotestantes. Y atención, por que esta es una de las causas de la deserción y la apostasía (no tanto de la ausencia de conversiones) más seria que hay: La falta de congruencia entre el supuesto origen divino del Mensaje y las críticas de los “estudiosos” ... católicos. El primer dato es, pues, la necesaria unidad, la compacticidad y la conexidad de la Iglesia y de su doctrina, como decía el iluminado Papa Pio XI, por que son nada menos que la prueba que la Iglesia verdadera. Hay que partir de la base de que la Iglesia católica es la verdadera religión, la única que salva y no una más, como lo ha probado Dios con la realización de la Promesa hecha a Adán, en Cristo, por su Pasión, Muerte y Resurrección; y por 2.000 años 1 de públicas andanzas sobrenaturales sin cuento, que predican, al que quiera ver y oir, la santidad de la Iglesia. Este es, pues, el prerrequisito de cualquier “evangelización”: Una autoconciencia en perfecto estado de conservación y lucidez, y no un complejo de inferioridad destructivo, suicida y nada cristiano.
¿Cómo se transmite la Fe? San Pablo diz que por la palabra, o sea por la Predicación: «¡Ay de mi, si no evangelizare!».
¿Quién debe predicar? El que sabe; el que no sabe, que no hable ni predique. Y que el que tenga que predicar, que estudie bien y se prepare. Y no diga pavadas ni la “última novedad” en teorías bíblicas o religiosas. Él será responsable de formar la Fe de los oyentes; o de deformarla.
¿Cómo se mantiene la Fe? San Pablo diz que alejándose de los tres enemigos del alma, a saber: el demonio, el mundo y la carne. Si la Fe se llegase a perder, sería culpa nuestra.
¿Cómo se mantiene uno alejado de esos apetitosos, pero destructivos, enemigos ...? El hombre no tiene de por sí, o sea naturalmente, medios suficientes para mantenerse indefinidamente en Gracia. Mediante la oración y la vida sacramental frecuente sí que puede hacerlo, de manera que se mantiene alejado de los males del alma por los medios que le ofrece la Iglesia.
—¿Es así de fácil?Es así de difícil; tanto, que ahora casi nadie lo hace y por eso no hay conversiones ni apenas se mantiene la fe. Y más todavía, la falta de coherencia, de buen ejemplo, escandaliza a los débiles, a los dubitativos y a los neófitos con las disensiones doctrinarias internas, que hacen caer en el relativismo y en el indiferentismo religioso a los católicos, alejan a los tibios y los instan al abandono.
La jerarquía de la Iglesia, desde su más alta cátedra, clama con justa razón contra el relativismo instalado por todas partes; mas, impregnada ella misma de una visión algo exagerada y ciertametne paralizante sobre la cizaña y el trigo, no puede lograr detener a este feo vicio, que sigue pervadiendo toda la realidad de la Iglesia, desde el confesionario hasta el Altar. En este último santísimo lugar, es donde más se nota el relativismo, al poder afirmarse sin dudas que, desde la reforma litúrgica de 1969, no hay ya dos Misas iguales. La Liturgia es una Patria, un anticipo de la Patria Celestial, cuya inamovilidad está simbolizada, justamente, por el inmoble Altar mismo, o sea por Cristo en Persona, que es Altar, Sacerdote y Víctima.
Si la Liturgia, que es la oración pública y objetiva de la Iglesia, o sea la oración de Cristo, se mueve de aquí para allá, a gusto de cada “ordinario del lugar”, u ordinario a secas, y no tiene ya identidad propia, ritualidad, deja de ser como otrora fuera, la fuente más elevada de docencia y predicación: lex orandi, lex credendi.
La religión progresista es insanablemente aburrida; carece del nervio justo, del sentido del heroísmo necesario, de la noción más mínima de aventura personal intransferible, que harían atractiva hasta una empresa simplemente natural ¡cuánto más una sobrenatural! El progresismo sostiene que Cristo, la Iglesia, los Apóstoles y los santos, en realidad, vinieron a instalarnos mejor en este mundo, en lugar de venir a prevenirnos contra él, por su doblez, su maldad y el indiscutible señorío que sobre él tiene el demonio.
Con todo este bagaje falso, la Iglesia afirma al mundo, implícitamente, que la conversión no es necesaria, que Ella no sirve y que tienen razón los que vinieron a demolerla.
Así no se puede seguir, ni siquiera, conservando lo que se tiene, como le dice el Ángel a la Iglesia en el Apokalipsis.
Generalmente hablando, por causa de las doctrinas modernas, el hombre ya no se siente protagonista de su vida sino espectador: se alimenta principalmente de cosas exteriores, como imágenes o mitos, y no toma casi nada de su propia interioridad, ni juzga de las cosas según un criterio razonable. Y ése es, justamente, el delicadísimo estado de la humanidad que debe tenerse en cuenta para llevarla al Cielo.
No hemos pretendido ni siquiera, ofrecer una propedéutica del asunto, ni de lejos; simplemente, presentar una entrada al terreno que la Iglesia deberá abonar para hacer florecer, nuevamente, la santidad en el mundo.
1 La Iglesia de Cristo tiene 2.000 años desde que su Fundador la instituyera; no así el Cristianismo, que comenzó con Adán en el Paraíso, de modo que podrían calculársele unos 6.000 años cumplidos. No existe, pues, como indicaría alguna tendencia teológica sin justificación, un “judeo—cristianismo” y que sería como la continuación del judaísmo en el cristianismo, sino un cristianismo único que incluye la etapa judía, lo que no es igual. Me parece que este es el punto esencial para la conversión de los judíos. Pero esa es otra historia. Volver
4 comentarios:
Es triste ver que los medios Católicos, a veces mienten o intentan Cambiar las Palabras De su Santidad.
Los Obispos Modernistas siempre que están encargados de los medios de Comunicación del Vaticano ponen lo que ellos quien y no lo que quiere el Papa.
Eso lo podemos ver de Varios Santos Padres Como Pio XII, Juan XXIII y otros.
Recemos Por El Papa para que tenga la Valentía para liberar el Misal.
Se despide
El Soldado Romano
Espero que visite mi Blog
http://elsoldadoromano.blogspot.com/
Gracias por su invitación, milite; lo visitaré con mucho gusto.
L. b-C.
"Pues que parece que la “primavera” del Concilio se había vuelto crudo invierno, medio de pronto y sin que los que juraban que se venía el calorcito, y hasta salían a la calle sin sotana y en camiseta para probarlo, aparezcan por ninguna parte;[...]"
Estimado, más allá de la cuestión de fondo, le festejo la gracia. Le salió bien.
Saludos
Gracias Tito.
L. b-C.
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