El eufemismo es una traición a la Verdad con buenas maneras. Uno destos días nos dedicaremos a los aformismos; pero a éste, lo probaremos ahora y aquí mismo.
El cardenal Carlo María Martini, un antiguo disidente progresista “incardinado” en la Iglesia, ha sostenido anteayer que cree pendiente la necesidad de «hacer una normativa que reconozca la posibilidad “del rechazo de las terapias” por un enfermo terminal, sin que esto implique, “en ningún modo, la legalización de la eutanasia”. Martini, en un artículo que publica el diario italiano Il Sole 24 Ore, escribe que "no se puede ignorar la voluntad del enfermo, pues a él compete “valorar si las terapias que se le proponen, en tales casos de excepcional gravedad, son efectivamente proporcionadas”, aunque tampoco se le puede dejar solo en su “evaluación y decisión”». Impactado por el caso de Piergiorgio Welby, un enfermo de distrofia muscular de 60 años, que logró que un médico desconectara el respirador artificial que le mantenía con vida y al que la Iglesia negó un funeral católico, señaló que en Francia se ha optado por hablar de “interrupción del ensañamiento terapéutico” en lugar de emplear el término “eutanasia” al referirse al caso Welby. Por ello las palabras de Martini trascienden la mera regulación del ensañamiento y se insertan de lleno en el debate sobre la eutanasia (Nota del Animal Editor: es la opinión del Diario El País de Madrid).
En opinión del cardenal, hoy es aun más importante esta regulación porque las nuevas tecnologías médicas permiten intervenciones “cada vez más eficaces sobre el cuerpo humano”. Por esta razón “exigen un suplemento de sabiduría para no prolongar los tratamientos cuando ya no ayudan a la persona”, agregó.
El prelado, que está viviendo su jubilación entre Jerusalén y Roma, destacó que es de “grandísima importancia” distinguir entre “eutanasia y abstención de ensañamiento terapéutico”, que son dos términos “con frecuencia, confusos”.
Con la eutanasia se cumple “un gesto que tiene la intención de acortar la vida, causando positivamente la muerte”, mientras que evitar el ensañamiento terapéutico supone renunciar al uso de procedimientos médicos “desproporcionados y sin una esperanza razonable de un resultado positivo”, explicó.
Al evitar el ensañamiento terapéutico “no se quiere procurar la muerte: se acepta que no se puede impedir, asumiendo así los propios límites de la naturaleza humana mortal”, indicó Martini, que está a punto de cumplir 80 años.
Para el purpurado, “el punto delicado” (tenga paciencia lector, estamos llegando ...) es que para establecer si un tratamiento es adecuado “no se puede recurrir a una regla general, casi matemática”, sino que es necesario “un atento discernimiento que considere las condiciones concretas”.
Desde el punto de vista jurídico “sigue abierta la exigencia de elaborar una normativa que, por una parte, consienta reconocer la posibilidad del rechazo, informado, de las terapias en cuanto que sean consideradas desproporcionadas por el paciente”. Por otra parte, tiene que proteger “al médico de eventuales acusaciones”, todo ello sin que “implique en ningún modo la legalización de la eutanasia”, agrega el cardenal.
Se trata de una labor “difícil pero no imposible”, dijo Martini, quien agregó que la ley aprobada en Francia en 2005 sobre esta materia “parece haber encontrado un equilibrio, si no perfecto, al menos capaz de lograr un consenso suficiente en una sociedad pluralista”. ¡Sí, llegamos ...!
Para este sacerdote, evidente seguidor de las tesis condenadas de su cofrade Karl Rahner y del redentorista alemán Bernard Häring, para quienes era un hecho científico probado la “hominización” tardía del hombre, la Moral no tiene su origen en la Naturaleza y en la Ley Divina, sino que es “un consenso suficiente en una sociedad pluralista”, de manera que la Vida presente, la Salvación eterna, y los demás bienes que nos da el Señor para alcanzar la Gloria, serían libremente disponibles con tal que existiese un consenso suficiente, garantizado por la estructura pluralista de una sociedad 1. Ya en otras declaraciones brindadas en el pasado, ha sostenido que la Teología es «... la expresión del razonamiento inteligente sobre la experiencia religiosa, condicionada por una mentalidad aristotélica...», de lo cual se deduce que la Revelación, o la inspiración del Espíritu Santo al Magisterio, ninguna parte tendría en ella como hontanar auténtico y supracientífico. O por lo menos, no tan interesante lugar como la que le acuerda la subjetividad humana, bajo su faz de “experiencia religiosa”
De nada valdría, pues, argumentar que, si la Medicina ha alcanzado algún éxito en su misión de aliviar la enfermedad, el dolor y —sólo concedido como eufemismo—, la muerte misma, de nada serviría, pues debe rendirse y posponerse toda posibilidad ante la omnipotencia homicida del hombre, que resuelve cuándo y de qué morir, desgajado del todo del Señor de la Vida, y confundiendo la amplitud de los medios técnicos disponibles, con otra tanto mayor colección de posibilidades de matarse.
¿A qué tanto aspamento “científico”, pues, si todo terminaría peor que antes?
La Vida Humana es un bien indisponible, por que es el camino único para alcanzar la Vida Eterna, que es la continuación de la presente bajo una forma perfectísima para los glorificados, y horrenda para los condenados. Por eso mismo, la Iglesia ha preferido abatir, por inoportuno, el ejercicio de ciertos derechos excepcionales, como la aplicación de la pena de muerte, que la luminosa Encíclica Evangelium vitæ de Juan Pablo II ha considerado fuera de lugar, en la presente situación histórica, antes que ofrecer cualquier flanco de debilidad frente a la defensa del valor eterno que porta toda vida humana. En la misma Encíclica, que con sobrados motivos consideramos el único acto de Magisterio Extraordinario del extraordinario Papa Juan Pablo II, se ha definido como neta inmoralidad el tipo de eutanasia mitigada que propone Martini, y que conduce a la perdición eterna.
El Papa Benedicto, que como Obispo de Roma había ordenado negar el ornato religioso al entierro del desgraciado Welby, enseñó en la alocución urbi et orbi de Navidad, al día siguiente del funeral, que “Este hombre del siglo veintiuno, artífice autosuficiente y seguro de la propia suerte, se presenta como productor entusiasta de éxitos indiscutibles. Parece, pero no es así. ¿Qué pensar de quien escoge la muerte creyendo ensalzar la vida?”. Y es al cruce de este magisterio que sale el cardenal.
No se podrá negar que ya tiene antecedentes muy confusos en esta materia, que obligaron el año pasado al Cardenal López Trujillo a desautorizarlo públicamente sin mencionarlo.
Otros hechos gravísimos del mismo personaje, los ha expuesto con su inigualable circunspección Sandro Magister en su página web, siendo así uno de los primeros en reaccionar frente a las erróneas declaraciones del Cardenal.
Uno destos días, para contrabalancear, les daremos a conocer la opinión de un médico argentino muy conocido, de formación más bien liberal. Pero por ahora ¡a no pillar ni un resfrío!
1: No debe confundirnos el adjetivo “pluralista” aplicado míticamente a la sociedad moderna, como si fuese una característica histórica novedosa y adventicia. Toda sociedad es, por el hecho mismo de serlo, pluralista en muchos sentidos, en tanto se compone de elementos diversos, que como anota Aristóteles en el cap. 5 de La Política, unos 2.400 añitos antes de Martini, son un gran bien. En trance de desaparecer por la imposición de la uniformidad, en el lugar que debería ocupar la unidad. Volver
El cardenal Carlo María Martini, un antiguo disidente progresista “incardinado” en la Iglesia, ha sostenido anteayer que cree pendiente la necesidad de «hacer una normativa que reconozca la posibilidad “del rechazo de las terapias” por un enfermo terminal, sin que esto implique, “en ningún modo, la legalización de la eutanasia”. Martini, en un artículo que publica el diario italiano Il Sole 24 Ore, escribe que "no se puede ignorar la voluntad del enfermo, pues a él compete “valorar si las terapias que se le proponen, en tales casos de excepcional gravedad, son efectivamente proporcionadas”, aunque tampoco se le puede dejar solo en su “evaluación y decisión”». Impactado por el caso de Piergiorgio Welby, un enfermo de distrofia muscular de 60 años, que logró que un médico desconectara el respirador artificial que le mantenía con vida y al que la Iglesia negó un funeral católico, señaló que en Francia se ha optado por hablar de “interrupción del ensañamiento terapéutico” en lugar de emplear el término “eutanasia” al referirse al caso Welby. Por ello las palabras de Martini trascienden la mera regulación del ensañamiento y se insertan de lleno en el debate sobre la eutanasia (Nota del Animal Editor: es la opinión del Diario El País de Madrid).
En opinión del cardenal, hoy es aun más importante esta regulación porque las nuevas tecnologías médicas permiten intervenciones “cada vez más eficaces sobre el cuerpo humano”. Por esta razón “exigen un suplemento de sabiduría para no prolongar los tratamientos cuando ya no ayudan a la persona”, agregó.
El prelado, que está viviendo su jubilación entre Jerusalén y Roma, destacó que es de “grandísima importancia” distinguir entre “eutanasia y abstención de ensañamiento terapéutico”, que son dos términos “con frecuencia, confusos”.
Con la eutanasia se cumple “un gesto que tiene la intención de acortar la vida, causando positivamente la muerte”, mientras que evitar el ensañamiento terapéutico supone renunciar al uso de procedimientos médicos “desproporcionados y sin una esperanza razonable de un resultado positivo”, explicó.
Al evitar el ensañamiento terapéutico “no se quiere procurar la muerte: se acepta que no se puede impedir, asumiendo así los propios límites de la naturaleza humana mortal”, indicó Martini, que está a punto de cumplir 80 años.
Para el purpurado, “el punto delicado” (tenga paciencia lector, estamos llegando ...) es que para establecer si un tratamiento es adecuado “no se puede recurrir a una regla general, casi matemática”, sino que es necesario “un atento discernimiento que considere las condiciones concretas”.
Desde el punto de vista jurídico “sigue abierta la exigencia de elaborar una normativa que, por una parte, consienta reconocer la posibilidad del rechazo, informado, de las terapias en cuanto que sean consideradas desproporcionadas por el paciente”. Por otra parte, tiene que proteger “al médico de eventuales acusaciones”, todo ello sin que “implique en ningún modo la legalización de la eutanasia”, agrega el cardenal.
Se trata de una labor “difícil pero no imposible”, dijo Martini, quien agregó que la ley aprobada en Francia en 2005 sobre esta materia “parece haber encontrado un equilibrio, si no perfecto, al menos capaz de lograr un consenso suficiente en una sociedad pluralista”. ¡Sí, llegamos ...!
Para este sacerdote, evidente seguidor de las tesis condenadas de su cofrade Karl Rahner y del redentorista alemán Bernard Häring, para quienes era un hecho científico probado la “hominización” tardía del hombre, la Moral no tiene su origen en la Naturaleza y en la Ley Divina, sino que es “un consenso suficiente en una sociedad pluralista”, de manera que la Vida presente, la Salvación eterna, y los demás bienes que nos da el Señor para alcanzar la Gloria, serían libremente disponibles con tal que existiese un consenso suficiente, garantizado por la estructura pluralista de una sociedad 1. Ya en otras declaraciones brindadas en el pasado, ha sostenido que la Teología es «... la expresión del razonamiento inteligente sobre la experiencia religiosa, condicionada por una mentalidad aristotélica...», de lo cual se deduce que la Revelación, o la inspiración del Espíritu Santo al Magisterio, ninguna parte tendría en ella como hontanar auténtico y supracientífico. O por lo menos, no tan interesante lugar como la que le acuerda la subjetividad humana, bajo su faz de “experiencia religiosa”
De nada valdría, pues, argumentar que, si la Medicina ha alcanzado algún éxito en su misión de aliviar la enfermedad, el dolor y —sólo concedido como eufemismo—, la muerte misma, de nada serviría, pues debe rendirse y posponerse toda posibilidad ante la omnipotencia homicida del hombre, que resuelve cuándo y de qué morir, desgajado del todo del Señor de la Vida, y confundiendo la amplitud de los medios técnicos disponibles, con otra tanto mayor colección de posibilidades de matarse.
¿A qué tanto aspamento “científico”, pues, si todo terminaría peor que antes?
La Vida Humana es un bien indisponible, por que es el camino único para alcanzar la Vida Eterna, que es la continuación de la presente bajo una forma perfectísima para los glorificados, y horrenda para los condenados. Por eso mismo, la Iglesia ha preferido abatir, por inoportuno, el ejercicio de ciertos derechos excepcionales, como la aplicación de la pena de muerte, que la luminosa Encíclica Evangelium vitæ de Juan Pablo II ha considerado fuera de lugar, en la presente situación histórica, antes que ofrecer cualquier flanco de debilidad frente a la defensa del valor eterno que porta toda vida humana. En la misma Encíclica, que con sobrados motivos consideramos el único acto de Magisterio Extraordinario del extraordinario Papa Juan Pablo II, se ha definido como neta inmoralidad el tipo de eutanasia mitigada que propone Martini, y que conduce a la perdición eterna.
El Papa Benedicto, que como Obispo de Roma había ordenado negar el ornato religioso al entierro del desgraciado Welby, enseñó en la alocución urbi et orbi de Navidad, al día siguiente del funeral, que “Este hombre del siglo veintiuno, artífice autosuficiente y seguro de la propia suerte, se presenta como productor entusiasta de éxitos indiscutibles. Parece, pero no es así. ¿Qué pensar de quien escoge la muerte creyendo ensalzar la vida?”. Y es al cruce de este magisterio que sale el cardenal.
No se podrá negar que ya tiene antecedentes muy confusos en esta materia, que obligaron el año pasado al Cardenal López Trujillo a desautorizarlo públicamente sin mencionarlo.
Otros hechos gravísimos del mismo personaje, los ha expuesto con su inigualable circunspección Sandro Magister en su página web, siendo así uno de los primeros en reaccionar frente a las erróneas declaraciones del Cardenal.
Uno destos días, para contrabalancear, les daremos a conocer la opinión de un médico argentino muy conocido, de formación más bien liberal. Pero por ahora ¡a no pillar ni un resfrío!
1: No debe confundirnos el adjetivo “pluralista” aplicado míticamente a la sociedad moderna, como si fuese una característica histórica novedosa y adventicia. Toda sociedad es, por el hecho mismo de serlo, pluralista en muchos sentidos, en tanto se compone de elementos diversos, que como anota Aristóteles en el cap. 5 de La Política, unos 2.400 añitos antes de Martini, son un gran bien. En trance de desaparecer por la imposición de la uniformidad, en el lugar que debería ocupar la unidad. Volver
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