Por providencial disposición, la fecha de hoy enlaza para nosotros el Santísimo Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, hecho Presencia Real en la Sagrada Eucaristía, con el bienamado y desventurado nombre de la Patria Argentina, cuyas desventuras por poco no se asemejan a las del Divino Redentor a manos de los magnates contemporáneos; a lo menos, en la tribulación y perplejidad padecida por sus fieles.
En Sí misma signo sensible de Su promesa de permanecer con nosotros hasta la consumación del siglo, la Sagrada Eucaristía es la Segunda Persona de Dios mismo, Uno y Trino, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad presentes en cada partícula de la Sagrada Hostia y en cada mínima gota de Su Preciosísima Sangre que, bajo las apariencias de Pan y Vino, recibimos cual eterno regalo sobre el Altar.
No pase el día de hoy sin que honremos, con la humildad que es propia de las personas que lo hacemos, de los medios que empleamos y la ínfima modestia de las capacidades, el permanente Milagro del Santísimo Sacramento del Altar, fuente eterna de gracias y bendiciones —como recuerda el Cánon tradicional.
Y pluguiera a Dios Nuestro Señor concedernos, como resultado de esta providencial coincidencia con la Fiesta Patria, el milagro mucho más sencillo, fácil y definitivo de agregar para nuestra sufrida Patria el soplo fuerte, fresco y limpio de una definitiva virazón.
1 comentario:
Amén.
Publicar un comentario