viernes, 9 de mayo de 2008

Conjetura sobre San Martín

De la pluma de un amable y estudioso lector y a modo de comentario a nuestra anterior entrada ¡Que nos lo llevan!, nos ha llegado este escrito que, por su interés y enjundia, merece un lugar principal que, gustosísimos, le damos. No sin declarar antes que, en lo substancial, estamos en completo acuerdo.

Yo tengo una conjetura esbozada - casi un "borrador" y que el amigo "Cruz y Fierro" conoce parcialmente - que la copio por lo que pueda servir para el debate

Fernando Romero Moreno

a)El caso de San Martín es un caso polémico en ambientes tradicionalis-tas y católicos. Es innegable que al pedir la baja del Ejército español en 1811 – cuando toda España estaba ocupada ya por Napoleón – y decidir su vuelta a América, estaba influenciado por cierto liberalismo al estilo inglés, moderado y nada anticlerical. Su pertenencia a la Masonería no está probada y, lo que es más importante, toda su actuación pública revela un accionar contrario a los intereses de Inglaterra, de la Masonería y de los liberales criollos o peninsulares. Eso no implica que no pudiera pertenecer a cierta masonería irregular, lo que explicaría ciertas conductas, escritos y hechos de su vida. Cierto pensamiento ilustrado lo mantuvo a lo largo de su existencia (se nota en muy pocas cartas privadas, en la semblanza de algún contemporáneo y en las Máximas a su hija) pero el tono general de su vida privada y sobre todo su actuación como hombre público (como Jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo, como Gobernador de Mendoza, como Jefe del Ejército de los Andes, como Protector del Perú, como enemigo del gobierno laicista de Rivadavia y como admirador de la dictadura tradicionalista y católica de Rosas) es la de un hombre profundamente respetuoso de la tradición católica americana y, a su manera, el de un católico más o menos práctico. Muy difícilmente un liberal hiciera rezar diariamente el Rosario en el Ejército como lo hacía San Martín, pedir más capellanes para sus oficiales y soldados, tener él un capellán y oratorio personal, honrar a la Virgen del Carmen como Patrona del Ejército de los Andes, declarar al catolicismo la religión oficial del Perú, fundar una Orden aristocrática (la Orden del Sol) bajo el patrocinio de Santa Rosa de Lima…y proyectar una gran monarquía católica americana e independiente, con un Príncipe Español a la cabeza y sin la Constitución de 1812, como le propuso al Virrey La Serna en la Hacienda de Punchauca (siendo obstaculizado en esto por el masón General Valdés, enviado por Fernando VII) o, fracasada la pro-puesta del príncipe español, enviar a buscar Príncipes europeos (ingleses, rusos, austríacos, etc) con la expresa condición de que fueran católicos y vinieran a garantizar la Independencia americana. Como afirma un historiador americano, la historia de la Independencia es la de la lucha de los Libertadores (San Martín, O´Higgins, Bolívar, Iturbide) contra los liberales. Los conflictos que pudo tener San Martín con ciertas autoridades eclesiásticas no fueron de índole religiosa, sino política (como en el Perú), y además fueron algo excepcional.

b)Los proyectos de San Martín se remontan al momento de su llegada al Río de la Plata (1812), cuando discute con Rivadavia - oponiéndose a la exigencia masónica de instalar repúblicas en América - , y se extienden a lo largo de toda su vida, siendo de especial importancia sus recomendaciones monárquicas al Congreso de Tucumán (1816) y las propuestas en el Perú (1821-22).

c) Que San Martín estuvo vinculado a los ingleses no ofrece mayor dificultad: toda la España que combatía a Napoléon lo estaba. Que tenía algunas influencias liberales en su pensamiento ( como se desprende de los recuerdos de Mrs. Graham, de alguna carta a Guido, de las Máximas a su hija o de las referencias al estilo de la leyenda negra) tampoco, pues poco influyeron en su vida política y no fue-ron permanentes en su intimidad. En su vida pública San Martín obró habitualmente - con alguna excepción - en sentido católico, monárquico y si no tradicionalista, al menos conservador. Escribió además en contra de las teorías liberales, socialistas y comunistas y en favor de la religión y la tradición. Lo de la masonería regular no está probado y si estuvo ligado a una suerte de masonería irregular, lo importante es que obró en sentido contrario y le costó el exilio y casi la vida. Que por otro lado no obedeció a los intereses ingleses se desprende de su lucha constante por la Independiencia, hecho que Gran Bretaña no apoyaba desde 1808. Esto es importante aclararlo, pues aún hoy se sigue insistiendo en que Inglaterra fomentó la Independencia americana: eso fue así hasta la invasión napoléonica a la Península, luego actuó como intermediaria, procurando que los gobiernos americanos garantizaran la libertad de comercio y la libertad de cultos, pero procurando un entendimiento con Fernando VII. En el Río de la Plata esto es conocido, sobre todo siguiendo la actuación de Lord Strangford. Y en lo que a San Martín se refiere, el Libertador - que había dicho en 1816 que nada se podía esperar de los ingleses - se propuso precisamente lo que Inglaterra no quería: la Independencia de Sud América, tratados comerciales favorables a España y la construcción de una gran monarquía que uniera Chile, Perú y el Río de la Plata bajo la Corona de un Príncipe Español.

d) Este ofrecimiento de Punchauca y Miraflores parece sincero porque a pesar de la carta a Miller, lo dicho allí se contradice con la que le escribió a Riva Agüero, y además están los testimonios contrarios de Guido, Abreu, García del Río, más la última carta del propio San Martín a La Serna, poco antes de Guayaquil. Y las tratativas que hizo a través de su hermano Justo Rufino, que trabajaba en la Secretaría de Guerra en España. Mitre, que tuvo toda la documentación sobre el Libertador en sus manos, la da por cierta, criticándolo porque de este modo se perdía el apoyo de EE.UU, nos ligábamos a la política "reaccionaria" de la Santa Alianza y se abandonaba el camino "republicano" de la Independencia (república que en realidad nunca estuvo en la cabeza de los protagonistas de la Independencia - salvo la minoría liberal -, como puede advertirse conociendo la discusión al respecto del Congreso de Tucumán)

e)El conflicto con la masonería peruana y rioplatense se deduce leyendo las Memorias de Iriarte. Y probablemente sea cierta la interpretación de que eso ex-lique el "secreto" de Guayaquil, como sugiere Steffens Soler.

f)La postura contraria de algunos "tradicionalistas" se refuta diciendo que de obrar en sentido contrario, San Martín hubiera tenido que seguir peleando en una España que en 1812 casi no existía (¡y al mando de Beresford, el jefe de las tor-pas británicas que invadieron Bs. As en 1806!) o luego ser cómplice de los militares iluministas que nos mandó Fernando VII (Morillo y más precisamente Valdés, el General masón, Venerable de la Logia en Perú y que fue quien se opuso al ofrecimiento de Punchauca). O aceptar la unión con España de un modo contrario a la Tradición: aceptando la Constitución de 1812 (como pedía el Rey en 1821, luego de la Revolución de Riego) y bajo un régimen centralizado, contrario a la autonomía que América tenía desde tiempos de Carlos V. ¿Quién era pues más tradicionalista? Lo de Punchauca es similar al Plan de Iguala de Iturbide, y de allí que fuera alabado por algunos monárquicos europeos de la Santa Alianza.

g) El hilo conductor parece ser este: San Martín comenzó a pelear por la independencia de América cuando la Península estaba ya totalmente ocupada por Napoléon y luego contra la testarudez de Fernando VII, a pesar de los ofrecimientos de paz del gobierno rioplatense (en 1814) o del propio San Martín en el Perú. Con España o sin España, San Martín propuso la unión de Perú, Chile y el Río de la Plata bajo una monarquía católica. Fueron los masones Valdés y Rivadavia quienes combatieron este proyecto hasta lograr vencer a San Martín, quien sin embargo de apo-yar al Partido Federal y sobre todo al Restaurador, que defendían los intereses americanos y la Tradición hispano- católica en el Río de la Plata.

h)Todo esto está muy bien documentado en los libros de Ibarguren, Díaz Araujo y Steffens Soler. Hay que leerlos detenidamente y que el árbol (cierto liberalismo marginal de San Martín) no tape el bosque (el proyecto de monarquía católica con príncipe español a la cabeza y luego el apoyo a Rosas).

J)No se comprende esto, por otro lado, sin conocer el contexto en que se dio el proceso emancipador: el progresivo incumplimiento de los Borbones respecto al pacto explícito de Carlos V con los Reinos de Indias (1519) - Tratado de Permuta de 1750, expulsión de los Jesuitas, Conferencia de Bayona, alianza del Virrey Elío con los portugueses, represión violenta de Fernando VII a las Juntas americanas - que condujeron a los pueblos del Nuevo Mundo de un planteo inicialmente autono-mista a uno más decididamente emancipador. Los argumentos jurídicos esgrimidos en el Manifiesto del Congreso de Tucumán son claros en ese sentido. Lo mismo fue expuesto por Mariano Moreno en su polémica con el Marqués de Casa Irujo, por Fray Francisco de Paula Castañeda (quien dijo que debíamos emanciparnos con el honor propio de quienes habíamos sido hijos y súbditos de la Corona, porque entre otras cosas, "por Castilla somos gente"), por Don Juan Manuel de Rosas en su discurso de 1835 y por las cartas al propio Rosas de Tomás Manuel de Anchorena - partícipe de los hechos de Mayo de 1810 y congresal en Tucumán -. Que en la Independencia actuaron también liberales y masones es algo similar a lo que ocurrió en España en la Guerra contra Napoléon. Pero el primer grito de autonomía se dio en el Río de la Plata bajo el lema "por Dios, por la Patria y el Rey". La Guerra de la Independencia no fue una guerra ideológica (hubo tradicionalistas y liberales en ambos bandos),ni étnica (hubo criollos y peninsulares en un lado y en el otro) ni religiosa (masones y católicos actuaron por igual a favor o en contra de la emancipación americana). Fue una guerra separatista, fundada no en los principios abstractos del nacionalismo moderno (principio de las nacionalidades, autodeterminación de los pueblos) sino en aquellos derechos concretos reconocidos en el Fuero Juzgo, las Leyes de Partidas y sobre todo las Leyes de Indias, que garantizaban para nuestro caso que América era intangible, inalienable y autónoma

Fernando Romero Moreno


25 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado amigo:

Le agradezco la publicación de mi nota, que no quería ser más que un comentario. Me gustaría saber su opinión porque, insisto, tradicionalistas y nacionalistas nos debemos un debate más a fondo sobre este tema. Y Ud. sobre el tema sabe mucho.Un gran abrazo

Fernando Romero Moreno

Anónimo dijo...

Fernando: Me hiciste acordar mi promesa: los decretos de San Martín y su ministro Monteagudo en Perú. Creo que la semana que viene voy a estar un poco más libre para poder copiar algo.

Cruzamante dijo...

Estimado Sr.:

Excelente artículo.
Comparto casi todo lo expuesto.
Las dudas persisten sin embargo,(las mías), al considerar el comienzo y final de la gesta sanmartiniana.
¿Porqué abandonó una carrera militar en ascenso cuando su Patria estaba totalmente ocupada, y en guerra contra el invasor?.
¿Cómo se explica Guayaquil?.
Lo primero que se me ocurre es que ambas decisiones parecen ser una suerte de "obediencia debida".
¿Cuál es la opinión de un tradicionalista español de San Martín?.
Dudas que no habiendo sido resueltas, y que creo de difícil resolución, empañan un tanto la figura de San Martín, si bien, como bien lo expone Ud, en sus acciones se manifestaba su catolicismo y su aceptación de la monarquía como forma de gobierno?.
Pero, ¿no era su rey Fernando VII, a pesar de ser un maula?.
Un cordial abrazo
Cruzamante

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Me formula Ud. tres preguntas que, me parece, es fácil responder.
Lo intentaré ahora, entonces.
1ª) Pero, ¿quién era quién en esa guerra...? El rey, un traidor que había franqueado el paso a las tropas francesas y permitido la invasión de España. El peligro no era perder España, que estaba perdida y siguió así por siglo y pico, sino qué pasaría con su terruño americano si en la península se perdía todo, como se perdió ... cuando volvió Fernando VII. No olvide que San Martín es un importante gestor de la primer batalla ganada en toda Europa contra Bonaparte, Baylén, donde alcanza ascensos y condecoraciones por su talento y coraje, algo que, creo, no se valora lo suficiente para comprenderlo. Cuando se retira para venir a América (no desertando, como dicen algunos bandidos, sino pidiendo su baja para venir a América), San Martín ya era una gran figura dentro del Ejército español independentista, enseguida detrás de Castaños.
¿Por qué ningún general de la Independencia española vino a América a combatir la "sublevación"? Por que no quisieron hacerlo, simplemente por que no vieron mal lo que ocurría aquí. ¿Por qué no vino Castaños ...? Por que tal vez, hubiese hecho lo mismo que el virrey de México: pactar la Independencia para salvar el Imperio. Así de simple.
Por lo tanto, San Martín sí se dedicó a salvar a su Patria, en la porción que era posible hacerlo. ¿Alguien ha imaginado lo que hubiera sido esto sin San Martín por aquí? No, no quiero ni pensarlo.
2ª) Guayaquil podría explicarse por la reticencia de Bolívar a conceder una plan monárquico general para América, lo que dejó a San Martín sin apoyo militar colombiano (algo que explícitamente conocemos como resultado de Guayaquil) y en mala situación en la Argentina rivadaviano-masónica de los años '20. Bolívar, ex oficial de la Casa Real de Carlos IV (muchos aseguran que fué uno de los favoritos de la reina María Luisa, aquella de quien se dijera que andaba "mejor montada de lo conveniente") y desconfiaba enormemente de las familias reales europeas, como dejó asentado en su correspondencia en muchas oportunidades. No era republicano especialmente, pero detestaba a los Borbones, no sin razón. Y quizá pensaba postularse él mismo como pretendiente; lo cual, a diferencia de otros, no me hubiese parecido demasiado mal, pues lo importante es la monarquia y no tanto el hombre. Pero ¡en fin! vaya uno a saber. Lo que me parece inaceptable es que, por no saber qué paso en Guayaquil, necesariamente deba recurrirse a la explicación masónica. Eso no es lógica de buena mano ni rigurosa.
3ª) Los tradicionalistas españoles no tienen buen criterio sobre San Martín por que no tienen razón ni aprecio por la epopeya americana de 1810/1825.
Salvo excepciones, claro. Es como aquellos que desprecian a Mozart por que escribió una Música fúnebre masónica (que, entre estos protectores paréntesis, es una verdadera belleza, Koechel 477 por si quiere oirla) y no ven todo el resto y se lo pierden así de simplemente ¡qué horror, perderse a Mozar! Con San Martín, o con la Independencia americana, los tradicionalistas españoles no puden aceptar que, la parte mayúscula e intransferible de la culpa la tiene la dinastía reinante, al traicionar primer a España y luego a América. ¿Ud. no se habrá creído el cuentito de Mitre sobre "la máscara de FErnando"? Es verdaderamente un sacrilegio pensar que nuestros antepasados MINTIERON por espacio de 6 años y se jugaron la vida por una mentira (con independencia de la heráldica semimasónica que cualquiera podría encontrar en la época) como sería el mantenimiento de la memoria y autoridad del rey Fernando. Esto está bien estudiado, creo, en el interesante libro "Mayo revisado" de Enrique Díaz Araujo, que ilustra bien y sintéticamente sobre estos episodios y esta época.
El muy miserable de Fernando, cuando volvió al trono, desconoció el esfuerzo americano en favor de su real trono y nos llamó traidores ¡basura! Lo único bueno que hizo en su vida fue eliminar la horca (lo cual Dios le habrá tenido en cuenta) por que resto fue una serie de bajezas de todo tipo, incluídas sus rapacerías de tahúr por los prostíbulos de Madrid. Si la tradición sufrió, fué por su culpa. No muchoss lo comprendieron y prefieron mantenerse fieles a la figura real, antes que a la Patria. Así les fue.
Cuando Fernando murió, la cosa cambió. Ahí, parecen ser todos patriotas de repente (y conste que desciendo de mártires de la Tradición, en ambas guerras carlistas, cuyos retoños fueron criados y consolados por sus abuelos americanos) y se arma un jaleo fenomenal, poniéndose, esta vez sí, la tradición por delante de la dinastía. Pero
¿Era lógico, o siquiera caballerersco, oponerse a una niña recién nacida cuando se había tolerado todo a su padre? Los argumentos jurídicos, fuera de ser inmensamente oportunistas, no convencen a nadie. La ley Sálica no es una institución española, como puede enterarse cualquiera que lea las Partidas o el testamento de Carlos V, donde queda claro que las mujeres heredan a falta de varón en la misma rama (que es siempre preferido, es claro). Cuando Felipe V la establece para España cumpliendo una regla implícita del Tratado de Familia, viola dos reglas fundamental de cualquier monarquía y del derecho romano, y que son 1) que no se puede modificar la constitución tradicional de la monarquía, sin acudir al juicio de los pueblos, como prueba el famoso Compromiso de Caspe que dió lugar al reinado de Isabel la Católica en Castilla. Como el reino es, jurídicamente, una vinculación, vale decir, un modo específico e inviolable de transimitir un derecho, o de sucederse los titulares del derecho uno a otro, no puede alterarse a voluntad sin destruir el derecho mismo. Este argumento, que es verdadero, fue utilizado por la Junta de Cádiz para anular la cesión o abdicación de la Corona española que hiciera Carlos IV a favor de Napoleón en Bayona, luego que le fuera "devuelta" por su hijo Fernando. Y 2)Que no pueden hacerse pactos sobre herencias futuras, como dice la ley romana. Por lo tanto, el Pacto de Familia entre Borbones cispiernaicos y traspirenaicos fue nulo, y también sus consecuencias, como la ley sálica.
Por lo tanto, la promulgación de dicha ley Sálica (algo que ningún rey español se había atrevido a hacer desde que la sancionara medio en secreto Felipe V) por parte de Fernando VII y el famoso episodio de Carlota Joaquina abofeteando a uno a quien "manos blancas no ofendieron", es una trágica comedia bufa que terminó en una tragedia a secas, sin comedia alguna, y el cambio de posición de don Carlos predica una personalidad obscura e indecisa que tampoco dejar de ser oportunista. ¿Por qué discutió un reino a su sobrina, legítima heredera, y no aceptó un Imperio en América? ¿Cuál de los dos hechos podría ser considerado una mayor traición a su hermano el Rey: conservar el imperio familiar unido, aún a expensas del enojo fraterno, o esperar a la muerte del hermano para quitarle a su hija sus bienes? No sé, díganmelo Ud. y los tradicionalistas.
Si defender la tradición es defender sus principios, bien hecho estará. Pero tener un -llamémoslo así con algo de licencia- un "dinasticismo" superior a los principios es poner el caballo detrás del carro, lo menos, lo instrumental, delante de lo más, el bien buscado. Y le anticipo que creo que San Martín pensaba así de equivocado, o sea, era "dinasticista", y por eso se hubo de marchar cuando ningún príncipe aceptó coronar su empresa y no le quedaba ninguna esperanza. Y sin pruebas esta vez, le digo que creo que este fué el secreto de Guayaquil.
Tal vez (y lo digo para excusa de unos y otros) la perspectiva de la época no fuera suficiente para acertar en el juicio de estos hechos; el exceso de formalismo propio de la época, un racionalismo miope, algo así como una metafísica rabona y paticorta, impidió a los próceres comportarse con la libertad del caso, como los compromisarios de Caspe, que ya le comenté y para seguir con los mismos ejemplos. O sea, admirar a Mozart sin creer necesario casarse con él.
Es claro que UD. tiene derecho a exigir documentos respaldatorios; y como no los tengo a mano, le diré en cambio que lo que yo hago es más filosofía de la historia que historia a secas. Acepto la versión que considero mejor probada y más probable e interpreto los hechos con el pensamiento de la época (y créame, los comienzos del siglo XIX deben haber sido una de las épocas más confusas de todos los tiempos), sin dejar de unir los distintos hechos relativos al mismo principio, es decir, cómo se lo interpretó contextualmente en una misma época (caso de la ley sálica o la modificación del estatuto de la sucesión real; o del status de los reinos americanos, etc.).
Creo, de paso, responder marginalmente a la inquietud de nuestro nuevo amigo Fernando Romero Moreno, en cuanto a su sentida necesidad (que comparto) sobre un debate entre tradicionalistas y nacionalistas sobre este tema. Pero debo advertir que la regla nº1 debería ser ésta: inmediatamente después de discutir habría que emborracharse juntos, a fin de evitar los resentimientos futuros y posibles.
En la Semana de la Ssma. Trinidad, lo saluda desde el Puerto del mismo Nombre
L. b-C.

Anónimo dijo...

Desde hace mucho me resulta curioso el afan de "canonizar" la historia argentina y sus protagonistas.

Aguardo con real interés el artículo de Cruz y Fierro sobre el rol de Monteagudo, que a mi juicio era una suerte de eminencia gris (de un gris tirando a negro) masónica que acompañaba a San Martin donde iba. Si éste no hubiera sido de la logia, lo habría bancado? Por temas como este yo no comparto esta tendencia de tratar de canonizar a San Martin, el 25 de mayo, etc.

Y existe una razon de otro tipo que avala mi postura critica ante el 25 de mayo y acontecimientos subsiguientes: por los frutos los conocereis. Los frutos fueron 50 años de guerra civil, contrastando con los años previos de paz durante el virreinato. Y esto fue mas o menos asi en todos los paises que surgieron de la gesta independentista.

El Cruzamante dijo...

Estimado y vehemente amigo:
Mis dudas , lejos de ser hechas con aviesa intención, son el fruto del desconocimiento histórico.
Le agradezco que se haya tomado el trabajo de contestarme tan largamente, y de haber aclarado, por lo menos para mí, el panorama.
Mi formación profesional es en el área de las Ciencias Biológicas, por lo que podrá ver que en mi blog no me meto en estos temas, y trato de arrimar un poco de luz a espinosos asuntos , vgr evolución, en mi propio campo de conocimientos.
Reitero mi agradecimiento y me encantaría participar del debate que propone, en calidad de oyente, para poder disfrutar de la monumental borrachera entre amigos.
Suyo en Xto Rey
Cruzamante

Anónimo dijo...

Estimado cruzamante:

Comparto sus inquietudes y por esa razón puse como título a mi "borrador" sobre el Libertador, "Conjetura sobre San Martín".Casi todo en historia es conjetural, pero más aún la figura de quien, en muchos actos de su vida, obró de modo poco claro. Por caso, los ejemplos de Punchauca y Guayaquil. Contestar todas sus inquietudes excedería el marco de un blog y requeriría un libro. Pero varios y muy buenos se han escrito, que me parece abordan sino de manera totalmente satisfactoria, sí con honestidad y sana crítica, los asuntos que Ud. plantea. De entre ellos yo le recomendaría leer:

1) "San Martín en su conflicto con los liberales" de Steffens Soler. La hipótesis de este historiador revisionista es que San Martín era masón y estaba vinulado a los ingleses de buena fe y que precisamente uno de sus grandes méritos fue hacer caso omiso de los compromisos asumidos en Cádiz - por ej. el de instalar repúblicas - y rebelarse contra Gran Bretaña y la Masonería. Y que eso explica el famoso "renunciamiento" de San Martín posterior a la Conferencia de Guayaquil. Me parece un planteo serio, más allá de mis dudas sobre la pertenencia de San Martín a la masonería.

2) "Don José y los chatarreros" de Enrique Díaz Araujo, que analiza todos los temas polémicos de esta figura, desde su presunta y falsa filiación ilegítima hasta la relación con los ingleses. Para entender el contexto histórico vale la pena leer del mismo autor su "Mayo revisado T.1".

3) En segunda línea, yo acudiría a los libros de Carlos Ibarguren, Cuccorese y Piccinali.

Entiendo que detrás de este tema se esconden a veces pretensiones irreales: del lado tradicionalista querrían un San Martín católico y contrarrevolucionario "químicamente puro". Del lado liberal, un San Martín masón, revolucionario y anticlerical. Y el Libertador no fue ni lo uno ni lo otro. Fue un hombre a quien la Independencia de América - no sólo frente a España, sino también frente a otras Potencias como Francia y Gran Bretaña - le parecía una causa justa, a la cual consagró importantes años de su vida. Entre otras cosas porque se sabía y se sentía profundamente americano (y para probar esto, leer sus cartas privadas es harto elocuente). Y en lo ideológico, si bien llegó al Río de la Plata con algunas ideas de la Ilustración (moderadas), poco a poco evolucionó hacia una especie de conservadorismo nacionalista, más o menos tradicional, sin abandono por completo de influencias liberales (como todo conservador). Y ese es el San Martín real... que cada uno haga el juicio personal que le parezca más justo...

Fernando Romero Moreno

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Estimados lectores:
Les recomiendo, en primer lugar,el excelente artículo de Antonio Caponnetto que nos enviara nuestro amigo Cruz y Fierro y que figura aquí.
Denseguida, quisiera dejar declarado que creo insuficiente, lo menos, un argumento que se ensaya contra el tradicionalismo de San Martín, y que es su alianza política con Monteagudo -bastante breve, si se juzga le vida pública de uno y de otro.
En general y aún si se considera cierto aquello de "dime con quién andas y te diré quién eres", no es conveniente adjudicar un valor absoluto a este argumento, por que no explica necesaria ni eficazmente la postura de cada uno, sino en forma muy relativa y parcial. En todo caso, las malas compañías (y de Monteagudo no se podrá decir que lo fuera siempre y en todo caso) si no son habituales y generales, no indican más que imprudencia circunstancial y nada más.
Todos los santos, los héroes y los grandes hombres han tenido que habérselas con palurdos, atorrantes y delincuentes dentro su propia cohorte; pero eso no indica más que la subsistencia de una condición preanunciada evangélicamente y que es como una carga connatural a lo humano, en estado de pecado original: la unión entre el trigo y al cizaña, que únicamente al fin de los tiempos y por Divina Mano podrá separarse sin matar la buena simiente.
Por eso y ante esto, corresponde indicar en qué casos concretos haya podido ser negativa la acción de estas malignas comparsas, en la generalidad admirable de la misión del héroe.
En síntesis: A San Martín no se lo puede juzgar y condenar por Monteagudo, ni por Cochrane (un ladrón de aquellos) ni por Condarco (personaje siniestro que huía de todos los lugares que podía llegar a frecuentar el Libertador) ni por ningún otro liberal revolucionario que lo acompañase, pues tampoco, vamos a decir, la gente tradicionalista se agolpaba para ofrecerle sus servicios.
Nadie impugna al carlismo ni al duque de Madrid por haber dado pábilo a Sabino Arana (el fundador de la ETA, en último análisis), ni osaría atacar a Nuestro Señor Jesucristo por codearse con gentuza como pescadores, prostitutas, adúlteros y ... Judas.
Son sus acciones concretas, los hechos de su vida (y esto arroja un resultado histórico algo más que puramente conjetural, amigo Romero Moreno) aquellos que mejor definen a un hombre: Por los frutos los conoceremos, más que por sus amistades o sus compañías.
San Martín y América se suponen mutuamente; sin San Martín, América sería liberal española, como fue Cuba, y tal vez, comunista.
Las guerras civiles no fueron una consecuencia de Mayo, estimado Realista, sino una consecuencia de la profunda crisis política de todo el Imperio Español fomentada o tolerada o impartida desde el trono Borbón. Los geniales Aranda y Floridablanca en España, Pombal en Lisboa o Choisseul en París, son además de llamativas "casualidades", un reproche contra los reyes de la Ilustración mucho más tenso, elevado y acusatorio, que Monteagudo para San Martín. Por esto mismo, por que los pueblos fueron infectados durante 200 años con revolución desde el Gobierno, como indicaría poco tiempo después Donoso Cortés, las guerras civiles azotaron también al Imperio por 100 años más ¡qué digo! Por 150 años más. Todavía sigue ... por otros medios. Y no solamente tocaron a nuestra América.
Bien mirado ¿la 1ª Guerra mundial no ha sido una gigantesca guerra civil, como pensaba San Pío X? De la que siguió no digo nada, por que la tesis guerracivilista es ya, de toda evidencia.
Pero los americanos, con nuestros más y algunos cuantos menos, nos libramos de todo eso.
Repito: ¿qué hubiera sido de América sin San Martín?
Ahora sí, la conjetura auxilia a la crítica histórica.
No pretendemos canonizar a San Martín, pero sí agradecer a la Providencia este inexplicable, misterioso, obscuro (y todo lo que quieran) guerrero venturoso que nos puso a salvo de la anarquía, la revolución y, en definitiva, del anticatolicismo. Ese extraño y empobrecido personaje que, en Europa, disuadía a los agresivos franceses de lanzarse a invadir éstas regiones americanas; o que, con la sombra de un prestigio aterrador, custodiaba la obra del Restaurador de la Religión y de las Leyes a 14.000 km. de distancia.
Pues sí ¡un hombre muy extraño, en verdad!
Y otrosí más que, viejito de edad y acababo de físico, pudo todavía en 1848 juntar arrestos para escribir a su venerado compañero de viaje de 20 años atrás, el entonces "monsignorino" Mastai-Ferretti, para recordale que su sable corvo no lo guardaba de adorno y estaba todavía en buen uso para liquidar la revolución que amenazaba la vida de quien, ahora, era Su Santidad el Papa Pío IX. La respuesta la destruyó o la escondió Mitre -que se quedó con TODOS los papeles de San Martín, que había recibido de Balcarce para remitir a Guido- pero se puede investigar en el Vaticano.
Y ahora me pregunto: ¡Qué sería del catolicismo sin San Martín!

Anónimo dijo...

Realista: No era mi intención escribir un artículo sobre Monteagudo y San Martín. Cuando el amigo Fernando estuvo en Buenos Aires le prometí que cuando tuviese tiempo le iba a copiar algunos de los decretos de San Martín y sus ministros (Monteagudo, Torre Tagle, etc.) en Perú que me suenan mal. Pero son tres tomos y no tengo tiempo para hacer un trabajo de análisis serio como para escribir un artículo.

Querido Ludovico: Con todo respeto y el aprecio que le tengo, creo que esa visión de San Martín pasa por alto demasiadas cosas. No pretendo con esto demonizar al prócer. ¿Podemos decir que Mitre, Pacífico Otero, Vicuña Mackenna, Rojas, etc. mintieron? ¿El hecho de llevar en su biblioteca que lo acompañó de España a Buenos Aires, a Cuyo y que finalmente recaló en Perú libros como varios tomos de la Enciclopedia, las obras completas de Rousseau, Voltaire y Diderot, o varios números de The Freemason's Monitor sólo se explica por la curiosidad intelectual de San Martín? ¿Cuando en su correspondencia con Pueyrredón, éste le recomienda no usar el "h.'." se refería a la Logia Lautaro? ¿Las medallas masónicas que San Martín recibió en Bélgica, las recibió sólo por cortesía? ¿Fue casual la compañía de Monteagudo o fue éste nombrado ministro y delegado de San Martín? ¿Acaso San Martín nombró a alguien que no le inspiraba confianza y con el que no compartía ideas? ¿Cuando Torre Tagle decreta en Perú "bajo la protección del Sol" a nombre de San Martín, éste no lo sabía? ¿Cuando en sus máximas recomienda a su hija guardar secreto a qué se refiere? ¿Cuando San Martín dice que "los liberales son hermanos en todo el mundo" a qué se refiere? ¿Y cuando en su correspondencia recomienda a "matemáticos"?

Conste que no lo estoy juzgando. Hasta por historia familiar, me queda claro que en el siglo XIX no era fácil tomar posiciones, especialmente si uno era un hombre de acción.

Respecto al Carlismo, en otro momento podemos conversarlo. Creo que hay cierta confusión en cuanto a los principios de éste.

Desde el aprecio y la admiración que le tengo,

CyF

Anónimo dijo...

Estimado amigo Cruz y Fierro:

Muy bueno el artículo de Antonio que recomendaste. Un interpretaciòn que me parece acertada acerca de lo escrito por Mitre, Ricardo Rojas, Pacìfico Otero y Piccirilli es precisamente la esbozada por Steffens Soler en su "San Martìn en su conflicto con los liberales". Libro un poco difìcil de leer por los continuos "excurusus" que hace, pero que tengo por uno de los mejores acerca del Libertador. Allì hay tambièn una interesantísima hipòtesis sobre Guayaquil, fundada en el epistolario entre San Martìn y Guido...y la desapariciòn de los documentos que Mariano Balcarce le entregò a Mitre.
Sobre el conflicto con el arzobispo Las Heras en el Perù hay una sìntesis en el libro de Cuccorese sobre San Martìn y la masonería. La explicaciòn de Cuccorese es heterodoxa, pero el conflico parece haber sido màs político que religioso (las oscilaciones del propio arzobispo al relatar lo que ocurriò y al dejar sentado su juicio sobre San Martìn manifiestan que el hecho es confuso y probablemente no fuera tan serio como parece). Que algo de religiosos hubo no hay duda, pero determinar si fue directa responsabilidad del Libertador no es tan sencillo. En todo caso, no es lo mismo exigir el cierre temporal de algunos conventos por razones de seguridad -algo perfectamente explicable - que permitir la difusiòn de libros herèticos. Pero habrà que poner eso al lado de las disposiciones favorables al catolicismo que se encuentran en el Estatuto del Perù, en la creaciòn de la "Orden del Sol", en las limitaciones a la libertad de expresiòn o en la decisiòn del Consejo de Estado acerca de la bùsqueda de prìncipes europeos que fueran catòlicos y estuvieran dispuestos a defender la independnecia. Lo que haya estado mal en ese conflicto - sea por culpa del Libertador o de sus ministros - habra que juzgarlo como tal, pero de lo que se conoce no parece surgir la figura de una San Martìn decididamente anticlerical ni con pretensiones de "reforma religiosa" al estilo de Rivadavia. El propio Vicente Ugarte del Pino, que por ser peruano, tradicionalista y sanmartiniano debe conocer bien el asunto, no menciona este conflicto al escribir acerca de la actuaciòn de San Martìn en el Perù.
En cuanto a Monteagudo desconozco si seguìa siendo anticatòlico en 1821 y 1822. Porque lo que sì se sabe es que ya estaba de vuelta de su democratismo y jacobinismo inicial, siendo partidario de la monarquìa y de esta con un tinte algo reaccionario, como dice Dìaz Araujo. El propio Monteagudo escribe còmo su intenciòn en el Perù fue disipar los intentos "democratizadores" y que la lectura de Burke lo alejò de sus primeras simpatìas por la Revoluciòn Francesa.
La propuesta de Punchauca, sobre la que meditè bastante en los ùltimos años y de la que tuve serias dudas, la tengo hoy por sincera y ciertamente puede explicar el fracaso de Guayaquil, el "renunciamiento" de San Martìn, la persecuciòn de Rivadavia y finalmente el exilio forzado del Libertador. Los tratados comerciales recpiprocos con España, la coronaciòn de un Prìncipe catòlico y español, y la imposiciòn de eso "por la fuerza" a Buenos Aires, no era compatible con los intereses de las logias peruana (Valdès) y rioplatense (Juliàn Alvarez), que estaban relacionadas entre sì.
Precisamente esas referencias "liberales" de San Martìn ( en las màximas a su hija, en ciertos juicios privados, etc) hacen màs creìble que lo que sucediò fue una "rebeliòn" paulatina de San Martìn respecto de las consignas masònicas, haya o no haya pertenecido a la misma. Entre un masòn o filo- masòn que "se duerme" y va acercàndose a la Iglesia (aunque sigan confusaas sus ideas en ciertos puntos) y un catòlico que se convierte en masòn o en fiel ejecutor de las directivas de los hermanos tres puntos, me quedo con el primero. Que es el caso de San Martìn como el segundo lo es el de Rivadavia. Eso no alcanza para ubicarlo a la altura de un Carlos V, de un Felipe II o de un Juan Manuel de Rosas. Pero sì para honrarlo, como no merece serlo un Carlos IV o un Fernando VII que no quisieron aceptar a tiempo las legìtimas reivindicaciones americanas. Al fin y al cabo, es el mismo Fernando VII contra el cual hubieron de pronunciarse los carlistas en 1826 y frente a cuyos sucesores ilegìtimos se rebelaron los carlistas en 1833 (por una cuestiòn primero doctrinal y luego dinàstica, estimado amigo Ludovico: en la doctrina carlista la legitimidad de ejercicio tiene primacìa sobre la legitimidad de origen, y la disposciiòn de Felipe V fue hecha con acuerdo de las Cortes, mientras la de Fernando VII no, lo cual refuerza con derechos dinàsticos lo que principalmente fue una cuestiòn religiosa y polìtica). En todo caso, huèrfanos del Rey legìtimo y rechazando los intentos de convertirnso en protectorados de monarquìas extranjeras (los Braganza, Gran Bretaña, los Orelans) las Provincias unidas se alzaron en defensa de la Religiòn, de las autonomàs provinciales y de la uniòn nacional, a travès de los caudillos. Esa suerte de "republicanismo caudillista" fue lo màs parecido a la monarquìa tradicional, una vez que nos quedamos, como digo, sin rey legìtimo. Como se quedaron sin rey legìtimo los carlistas (algunos de los cuales, venidos al Rìo de la Plata, colaboraron con el Partido Federal. Las banderas de "Religiòn o muerte" y "Santa Federaciòn" son el equivalente al Dios- Patria- Fueros - Rey de la España peninsular. La protecciòn del catolicismo es idèntica en España y en el Rìo de la Plata; en lugar de Reyes tuvimos Caudillos; la defensa de la Patria fue propia del Partido Federal, frente los unitarios afrancesados o anglòfilos; y el equivalente a los fueros...las libertades municipales y provinciales defendidas por los Caudillos. En sìntesis, la misma lucha, los mismos enemigos, las mimas banderas. El retorno del Rey...tal vez llegue primero la Parusìa que la restauraciòn de la Hispanidad con rey legìtimo incluido (y con naciones independientes..). Pero ambas realidades es legìtimo que las "esperemos", una de modo absoluto y la otra subordinada a lo que Dios tenga pensado para estas tierras, herederas de Isabel y de Fernando...

Fernando Romero Moreno

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Ruego encarecidamente a los amabilísimos contribuyentes (como diría un burócrata de por aquí) a este interesante debate, que me perdonen por mis demoras en responderle a unos (especialmente a nuestro amigo Cruz y Fierro, a quien he dejado colgado con su último envío) y en publicar sus notas a otros.
Pronto, si Dios quiere, recuperaré mi velocidad habitual. Que no siendo mucha, es mejor que lo presente.
Gracias. L. b-C.

Anónimo dijo...

En tren de hacer recomendaciones, sugiero la lectura de otra obra muy esclarecedora: "La Política de San Martín", de Roque R. Aragón.
Por ejemplo, en cuanto a la supuesta masonería de San Martín, dice (además de otras consideraciones):
"De cualquier manera, para el caso huelgan las indagaciones en su conciencia. No se trata del proceso de su canonización sino del sentido de su política. Los testimonios de que disponemos concuerdan en esto: se pronunció como general y gobernante católico y notoriamente mariano; tuvo todo el clero de su parte; proveyó a sus tropas de capellanes y las hizo participar en actos de culto, entre ellos el rezo diario del Rosario; reprimió la blasfemia y toda práctica que se opusiera a los preceptos de la Iglesia; invocó a Dios y a su madre en los momentos decisivos de su carrera; reconoció la preeminencia de la religión en la vida pública; reservó a los católicos el derecho de ocupar cargos en el Estado; dio estado institucional a la fe de la Iglesia, su moral y su jerarquía; usaba objetos piadosos. Esto es historia contante y sonante, que nadie puede negar. Si lo hizo sinceramente o por cálculo, sólo Dios los sabe. Los hombres juzgamos ex opere operato. Y su obra, desde el comienzo, contradice a la Masonería en el espíritu y en la letra. Si se vio forzado a establecer un compromiso masónico o lo creyó ventajoso, ese compromiso no gravitó sobre su conducta. De modo que hay que descartarlo de su determinación de ponerse al servicio de a revolución americana, en la que hizo lo contrario de lo que la Masonería procuraba y fue hostigado por esta."
Pongo esta larga cita porque gran parte de los hechos que menciona -doy por sentada la buena fe- Cruz y Fierro no son historia "contante y sonante", sino parte de la mitología. Yo no tendría ningún inconveniente en contestar afirmativamente la pregunta que se hace CyF (¿Podemos decir que Mitre, Pacífico Otero, Vicuña Mackenna, Rojas, etc. mintieron?).
Un abrazo
José Richards

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Querido Cruz y Fierro:
¡Así que esta polémica le ha mordido, nomás! Sea muy bienvenido (y a mí se me perdone la demora; pero tengo que trabajar además de escribir).
Desde luego, es preciso declarar antes que nada, que esto es una característica de San Martín (el San Martín histórico, no el de la fe, parafraseando a los progresistas): ese magnetismo fascinante que a uno le hace ¿como diría? ... que a uno le hace doler que la historia no fuera como se la han contado los Mitres, Oteros ...
Pero ¿y si acaso lo fuera; y si nada es tal cual lo que parece, o no tanto como parece? Pues habría que aburrirse metiéndose en papeles de todo tipo e ir por ahí destripando hechos difíciles e incomprensibles, improbables digamos o, al menos, poco históricos en cuanto presentados únicamente en un sentido lineal, unívoco o, digamos, novelístico, de la historia; especialmente, cuando se trata de una historia personal, una biografía —como me soplan por ahí que diga— que lo único que no suele presentar es una recta, lineal, clara y exacta definición. Eso no es sinónimo de vida humana. Permítame que me extienda en un ejemplo.
San Pedro Armengol era un hijo de noble familia medio baturra; pero en su juventud, algo aturdido y sanguíneo como era, incómodo en su Tarragona provinciana y siestera se largó a los caminos semidesiertos a robarle algo de tiempo a su vida terrenal y, de paso, el dinero a los viandantes, poniendo en gravísimo peligro su vida eterna. Un día el rey don Jaime de Aragón encomendó a los señores locales la limpieza de los bandoleros que asolaban los accesos a la ciudad terraconense y ¡oh fortuito encuentro! don Arnaldo Armengol se encontró, espada en mano, frente a
frente con su hijo, el ladrón Pedro. Arrepentimiento del hijo ante el dolor del Padre —escena digna del pincel de Rembrandt, quiero imaginar— y cambio férreo de
vida: de la mugre a la santidad sin escalas. Yo no sé si los Mercedarios tienen un intercesor más brillante en el Cielo que este ladrón, sucesor de San Dimas y
espléndido ejemplo de lo que quisiera demostrar (y que no es que San Martín fuera un masón arrepentido).
Esto es: que no es posible, en particular en ciertas situaciones históricas de inmensa confusión como fué el periodo comprendido entre el fin del orden antiguo
—pongamos, convnencionalmente, la Paz de Utrecht— y la consolidación del Novus ordo seculorum de la moral dolarizada, pongamos, también por convención, al final de la 2ª guerra mundial, juzgar lineal y unívocamente una carrera
biográfica, conforme a ciertas reglas con pretensiones universales, sin caer de cierto en errores e injusticias notorias.
Aunque comparto con Ud. la necesidad de estudiar mejor el problema del nacimiento y desarrollo, por ejemplo, del carlismo, así como su reconversión a la muerte del rey Fernando, no deja de ser un caso bastante representativo de lo que le digo y trato de probar, que es la versatilidad misma de la vida. Vea que, de San Martín, no defiendo que siempre y en todo caso haya obrado perfectamente bien; pero sí rectamente, con innegable rectitud de intención que se trasluce de sus obras y, todavía más, de sus enemistades. Si en vidas ordinariamente vividas existe, en toda historia labrada en circunstancias de gran confusión política existe todavía más acentuada, esa necesidad de ir haciendo distintas elecciones ante los dilemas que la vida misma presenta. Le pongo otro ejemplo, muy vapuleado: Francisco Franco. Algunos lo consideran un traidor a Mola, otros a José Antonio, otros a ... y así la lista interminable. Que si se puso él, que si no restauró enseguida la monarquía, que si la restauró y no debía y un millón de etcéteras que nosotros, desde nuestra silla, lanzamos como saetas estériles, pues la vida es dinámica y nadie se queda quieto suficiente tiempo como para acertarle. No, al menos, de lleno.
San Martín es igual, ni más ni menos. Rosas también.
En estos dos casos, llamativamente, los vecinos y contemporáneos a sus respectivos tránsitos, juraban por lo más Alto que habían muerto verdaderos santos de Altar.
De San Martín, lo decía el abogado Gerard, propietario de la casa que el general alquilaba y donde murió. De Rosas, el cura de su parroquia, que, me parece, hasta inició la causa diocesana de beatificación. ¿Se imagina? Ahora bien: ¿era previsible en sus vidas semejante final?. Uno no puede saberlo con certeza, a menos que conociera íntimamente a cada uno.
Por lo cual, yo insisto, principalmente, en dos cosas:
1ª ) Juzgar más bien el conjunto y el resultado: mirar los frutos evangélicos, digamos, antes que los borrones, supuestos o reales que, salvo Nuestro Señor y María Santísima, nadie está exento de presentar. 2ª ) Que las luces y las sombras, de todos modos, no logran ocultar y dejan ver un hombre entero, un estilo, un camino transcurrido y, sobre todo, desnudan la grandeza o bajeza del alma. Don Leopoldo Lugones se suicidó y eso estuvo muy mal; pero nadie le negará una pluma excepcional y un intento descomunal para librarse de las grandes tensiones que la falsedad de su tiempo le impuso: el liberalismo, el colectivismo, el ateísmo.
Pobre don Leopoldo, a mí me da una gran pena. Era un alma demasiado grande para una época enana, miserable y miope del todo. ¿Lo condenamos? Ni pensarlo —pero esto da para otra polémica, aunque es un buen ejemplo.
San Martín jugó con mejores cartas que don Leopoldo y en vez de matarse —era un humorista serio, en realidad, y no el taciturno misógino de alabastro que presenta
el imaginativo Ricardo Rojas— se mandó a mudar. Hizo lo que pudo y, según me parece, consideró que había perdido la partida ¿Era un partida masónica? Ni soñando. Hace poco, Mario Meneghini, en un breve y sabroso artículo, dejó bastante bien demostrado el macaneo insigne en que han incurrido, con sería presunción de torcida intencionalidad política y masónica, los Terragno (el Plan Maitland, una fantasía), los Pigna, los García Hamiltón, etc. Este extraño "masón", sobre sus despojos mortales mandó poner el pendón de Castilla y León que Juana la Loca, primera reina de España, bordó para Francisco Pizarro y que es lo único material que se llevó de esta América tan endeudada con él; esto, es más y mejor argumento que las tristes leyes de Monteagudo y las taradeces de Torre Tagle o las imprudencias de Riva Agüero, la correspondencia con el iniciado Pueyrredón o las tonteras en código que itercambiaba con el hermano O'Higgins.
Sus enemigos fueron los enemigos de la Patria y, en este capítulo, su vida y su conducta es más concluyente que cualquier otra prueba circunstancial. Si Monteagudo era un jacobino a lo Castelli —de paso: ambos muertos en su salsa, según parece; el primero de una puñalada traicionera, por adúltero, y el segundo de cáncer de lengua, por blasfemo— San Martín no lo fue ni en el Perú le permitió que lo fuera. Punchauca, que alguien ha mencionado como un borrón sin que lo sea de verdad, en realidad es un artesonado de falsedades armado por Valdés y Canterac, antes que por él, para lograr el juramento de la Pepa y desmontar el sutil plan sanmartiniano. Los virreyes peruanos eran una calamidad, tanto el proliberal (o realista) de La Serna como su antecesor Pezuela, que según dicen, esperaba con ansia la llegada de San Martín para .... No lo sabemos.
¿Miente Mitre? Muy probablemente sí, porque retuvo y destruyó u ocultó el archivo de San Martín todo entero, que le envió Balcarce para serle entregado a don Tomás Guido, que tenía el engargo de San Martín de escribir su descargo histórico como el mismísimo San Martín dejara indicado en su testamento. Guido no pudo escribir nada; y su hijo, un católico tradicionalista como pocos ha habido en estos parajes sureros, don Carlos Guido y Spano, admiraba a San Martín y a su padre y detestaba a los liberales de su tiempo, comenzando por el atorrante de B. Mitre. Este otro Don Carlos, harto de este robo a su Patria, como consideraba esa "historia" escrita por estos hombres y su conducta infernal, un día se puso el camisón y se dejó morir de pena. Mi bisabuelo lo trató mucho y lo apreciaba aún más. Y mi bisabuelo era español y carlista ... y Mitre se salió con la suya ¡vamos!
Sigo: Pacífico Otero no sostiene abiertamente la tesis del masonismo del San Martín ni reconoce tampoco, por ejemplo, su declarado monarquismo como una característica esencial de su pensamiento, pese a su resplandeciente evidencia como indudablemente lo fue. ¿Miente don José Pacífico? No sé, pero no dice toda la verdad, tal vez por que no la sabe. Era este don José hombre de su tiempo bastante comprometido con la volumétrica Historia de Mitre, hija dilecta de don Vicente
Fidel López, a quien nadie acepta como historiador imparcial, que yo sepa, sino más bien como cronista interesado. Historiadores profesionales, o bien hombres que estudiasen como tales hasta la llegada de don Rómulo Carbia, solamente nos queda Quesada por aquellos años teñidos de republicanismo liberal. Groussac no dice que San Martín fuera masón, ni lo defiende como republicano. Vicente Sierra menos todavía y hasta ensaya interesantes y bien probadas tesis sobre el carácter netamente suareciano del levantamiento americano, no nada rusoniano, hallando que ese episodio fue una especie de revancha histórica de los jesuitas expulsados.
¿Sigo? Un repaso de historiadores sería pesado y demasiado difícil para nosotros (para mí, digo) y es una tarea mandada hacer para nuestro admirable amigo Antonio Caponnetto, quien en su artículo enviado por Ud. tan gentilmente, me parece ha adelantado algo lo que podría ser su opinión definitiva.
San Martín, pues, más que un enigma, es un enemigo declarado de la Revolución, a la cual combatió en todas partes, empezando por España misma. Luego, había que destruirlo de cualquier forma por que, gozando de un prestigio inmenso, no fuera a ser que su pensamiento viniera a fomentar malas ideas a los criollos ... de hoy en día.
Así es como hacen su agosto los Pignas, los Jamiltónes, y todos los demás escritorzuelos de ocasión y bien asalariados (como lo prueban sus espléndidas y envidiables publicaciones) que no trabajan en vacío, me parece, ni tampoco ofrecen pruebas históricamente admisibles de ninguna de sus afirmaciones, por que, sencillamente, no las tienen. Que repitan los sonsonetes mitristas no me conmueve, le puedo asegurar, en lo más mínimo, porque doy por cierto y suficientemente averiguado que la Historia de Mitre es una merced que el liberalismo se ha hehco a sí mismo para justificar su injustificable presencia. Le proporciono un detalle, insignificante para unos, nada desdeñable para otros: En toda esta historieta del "Plan Maitland", según la cual San Martín habría venido a América a ejecutar un designio masónico que habría urdido el general británico sir Thomas Maitland consistente en "liberar" Buenos Aires, marchar a Mendoza, cruzar a Chile e invadir Perú por mar, resulta ser que: 1) El tal "plan" no está firmado ni es seguro de Maitland ni consta su fecha; 2) No se sabe de cierto si es un proyecto o la descripción de un hecho acaecido; 3) No consta que, de ser anterior a su viaje a América, San Martín lo conociese; 4) No es como dice Terragno sino al revés: Invadir Chile, marchar hacia Perú con auxilio de tropas llegadas de Buenos Aires, etc. 5) Consta fehacientemente que Maitland nunca en su vida conoció Sud América. 6) Consta fehacientemente que, bien mirado, cualquier plan de invasión de América desde el Río de la Plata, debía hacerse en sentido exactamente inverso a la Conquista, tal cual lo planeó San Martín. 7) Consta aún más fehacientemente, y a mi juicio este argumento es determinante de la falsificación del supuesto "plan..", que las fuerzas invasoras inglesas cuando ocuparon Buenos Aires en 1806 durante cierto tiempo, ni siquiera intentaron comenzar los preparativos para marchar hacia Mendoza a fin de dar comienzo al supuesto "Plan Maitland", lo cual hubiese sido de toda lógica si, en verdad y como sostiene Rodolfo Terragno, dicho Plan existía al menos desde el año 1800 en el Ejército Inglés. Y me pregunto: ¿Para qué "enviar" a San Martín habiendo podido hacerlo ellos personalmente? 8) Finalmente, consta con toda evidencia que ni San Martín ni Maitland estaban inscriptos en la masonería inglesa, fuera como iniciados o como visitantes.
Discule la extensión, pero como verá, era necesaria. Y además, le doy la primicia de un artículo en preparación.
Sobre las difamaciones podría seguir hablando (escribiendo) horas y horas enteras, para que se viese hasta qué punto lo que prevalece es la mala fe, o la desinformación o la más crasa ignorancia. Que si era mestizo (mentira destruída inocentemente por Alberdi), o si era hijo ilegítimo de Diego de Alvear (quien no llegó hasta las Misiones hasta después de 1780...), infundio creado por el propio Carlos Alvear y transmitido por su hija; o si era aficionado al opio, o si era mujeriego. He leído todo tipo de difamaciones contra San Martín, y le puedo asegurar que leeré muchísimas más antes de encontrarme con él en el Cielo, como espero.
¿A qué tanto interés en su persona, pues?
La respuesta en este caso, señores, la deben dar los que saben; pero sobre todo, los que pecan de suspicaces.
L. b-C.

Anónimo dijo...

Ludovico, Fernando, Sr. Richards: Les agradezco mucho sus comentarios. Concuerdo en gran medida con Vds. aunque me siguen quedando dudas. Creo que, en alguna medida y descontada la buena voluntad, se está incurriendo en beneficio de inventario. Dejo constancia que las dudas que manifesté anteriormente no están basadas en "leyendas" sino en cosas que son públicas y publicadas, como la correspondencia que tuvo el Libertador con O'Higgins y Pueyrredón, el inventario de la donación de sus cajones de libros a la Biblioteca Nacional de Lima, la obra legislativa sanmartiniana en el Perú (que no es para nada un hecho menor), etc. Obviamente que doy nulo valor a Pigna y Cía., y relativizo a los otros autores. También estoy completamente de acuerdo en lo irrelevante del Plan Maitland, sea verdad o mentira, pues cualquiera que vea un mapa de América del Sur puede darse cuenta que no había muchos otros caminos para llegar a Lima; por eso no creo haberlo citado en este debate.

De nuevo, no pongo en duda la consciencia del Prócer, simplemente una afirmación que se hizo de "tradicionalista". En cualquier caso, lo salva que fue un hombre de acción y un hombre de su tiempo. Fácil es hablar cuando con un par de clics se puede acceder a la obra de los clásicos contrarrevolucionarios, infinidad de documentos o el Magisterio Papal casi al minuto.

En cualquier caso, motivé un debate y una serie de mensajes que me han sido muy provechosos y por lo que les estoy muy agradecido.

Anónimo dijo...

Interesante el análisis de Ludovico. No obstante y dejar de sucribir otra vez lo que escribí la semana pasada, algunas observaciones en defensa de las dudas de nuestro buen amigo "Cruz y Fierro":

a) Yo no diría que San Martín fue un enemigo de la Revolución en sentido pleno, como pudieron ser los carlistas o los vandeanos. No me imagino un contrarrevolucionario haciendo el elogio del Rey Guillermo o criticando a Carlos V(como cuenta Mrs. Graham de San Martín). Y menos elogiando con nostalgia la Monarquia liberal francesa caída con ocasión de la Revolución del 48. Creo sí que el Libertador se fue curando de esa mezcla de liberalismo y tradicionalismo que tenía, pero nunca se curó del todo. Fue como los conservadores de su tiempo ( como los buenos conservadores, no los liberales acomodaticios). Como Burke, por ej., no como Cánovas del Castillo. Con la diferencia que no era un intelectual, sino un hombre de acción. Y en el terreno de la acción combatió en muchos casos a la Revolución, como en el apoyo a la Dictadura de Rosas, pero no siempre, precisamente por sus limitaciones. No fue un revolucionario pero tampoco un contrarrevolucionario pleno.

2) Lo del Estandarte de Pizarro es simpático como anécdota pero hay que contarla completa: San Martín dijo que era el símbolo del poder en el Perú pero que era el estandarte de quien había "esclavizado" a los Incas. Leyenda negra...

3) César Vidal ha dicho recientemente que San Martín era masón pero de la masonería francesa, no inglesa. Parece un disparate, salvo por la relación con Pueyrredón, que no sé si era masón, pero sí que simpatizaba con los Orleans...Pero Vidal cuenta algo inquietante: que Mariano Balcarce le dijo a Vicuña Mackenna que su suegro era masón y que no había querido que se supiera en vida. A mi eso no me inquieta porque insisto en que lo importante es que San Martín, de hecho, obró contra los dispuesto por las logias, por Inglaterra y por Francia. Precisamente como fruto del la lucha de la Confederación contra Francia es que San Martín le deja su sable a Rosas. Pero no deja de ser un dato que merece la más urgente confirmación o refutación. Yo no tengo a mano los elementos para juzgar eso de modo adecuado. Tal vez Antonio Caponnetto que tiene certeza de que San Martín no fue masón en ningún momento pueda aportar algo (que ya mucho ha hecho y bien con esa nota sobre Mayo)

Nada más se me ocurre por el momento. Ah, sí, muy bueno lo de José Richard. Excelente, como siempre lo de Roque Raúl Aragón, uno de los más lúcidos nacionalistas que tuvimos

Fernando Romero Moreno

Anónimo dijo...

Estimado Ludovico: No quiero llenarle el blog con estas cosas pero muchos amigos me andan bombardeando estos días.

Primero va algo que me reenvió Mario Meneghini sobre la filiación de San Martín:

FALACIAS Y CERTIDUMBRES EN LA IDENTIDAD PARENTAL DE SAN MARTÍN
Declaración de la Academia Sanmartiniana órgano del Instituto Nacional Sanmartiniano

En conocimiento de que un grupo de personas realizan gestiones ante diversos organismos oficiales con la pretensión de que se efectúe un estudio genético al General José Francisco de San Martín y Matorras, con el argumento que no sería hijo de Gregoria Matorras y del Capitán Juan de San Martín, sino de Diego de Alvear y Ponce de León y de la indígena guaraní Rosa Guarú.

Dicha teoría tiene su origen aproximadamente en el año 2000 (GARCÍA HAMILTON, J.I. Don José. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2000., CHUMBITA, H. El origen de San Martín y su proyecto Americano. Desmemoria Revista de Historia, año 7 (26) (2do Cuatrimestre): 8-27, 2000., y CHUMBITA, H. El secreto de Yapeyú. Editorial Emecé, Buenos Aires, 2001.).

Frente a ésta hipótesis, y en defensa de la verdad histórica y en vista del contexto de la realización de un estudio genético al Padre de la Patria, la Academia Sanmartiniana, órgano del Instituto Nacional Sanmartiniano, desea hacer público su pensamiento mediante la presente declaración:

RESUMEN Y CONCLUSIONES

* Existen una fuerte documentación histórica probatoria que demuestra que los padres del General José Francisco de San Martín y Matorras son Gregoria Matorras y el Capitán Juan de San Martín.

* No existe ninguna prueba documental histórica que permita sostener que Rosa Guarú fue la madre del General José de San Martín.

* No existe ninguna prueba documental histórica que permita sostener que Diego de Alvear y Ponce de León fue el padre del General José de San Martín.

* Existe una fuerte documentación testimonial de primera mano, escrita de puño y letra por el General José de San Martín, que permite sostener que éste último era hermano de otros hijos de Gregoria Matorras y el Capitán Juan de San Martín.

* Existe una fuerte documentación testimonial de primera mano, escrita de puño y letra por uno de los hijos de Gregoria Matorras y el Capitán Juan de San Martín, el Capitán Manuel Tadeo de San Martín, quien se refiere a José Francisco como su hermano.

* No existe ninguna prueba testimonial histórica de primera mano que permita sostener que Rosa Guarú fue la madre del General José de San Martín.

* No existe ninguna prueba testimonial histórica de primera mano que permita sostener que Diego de Alvear y Ponce de León fue el padre del General José de San Martín.

* La hipótesis que sostiene que Rosa Guarú sería la madre y Diego de Alvear y Ponce de León el padre del general José de San Martín tiene características que le quitan toda seriedad historiográfica pues está construida con carencia de rigor histórico científico.

* Desde la perspectiva de la prueba pericial, no hay disponible en la actualidad patrón genético de Rosa Guarú para poder compararlo con el del General José de San Martín.

* Desde la perspectiva de la prueba pericial, no hay disponible en la actualidad patrón genético de Diego de Alvear y Ponce de León para poder compararlo con el del General José de San Martín, dado que quienes se ofrecen como patrón genético comparativo no han demostrado que no se encuentra interrumpida la cadena genética entre Diego de Alvear y Ponce de León con cada uno de ellos.

* Desde la perspectiva de la realización científica del estudio genético, éste no es posible en la actualidad por cuanto:

- Dada la lejanía parental, y el hecho de que quienes se ofrecen como patrones genéticos descenderían de un supuesto medio hermano del General José de San Martín, no existen estándares internacionales aceptados para validar la prueba de paternidad.

* Desde la perspectiva jurídica, tampoco es posible la realización del estudio genético al General José de San Martín, por cuanto:

- La única vía para acceder al estudio genético pretendido es la legal.

- En las condiciones actuales no está habilitada la vía judicial para efectivizar dicha pretensión, pues no hay litigio alguno respecto a problemas de filiación de quienes se presentan, quienes no alegan ser descendiente del general San Martín, no está en juego la detección de enfermedades de carácter genético que afecte a otras personas, ni se encuentran afectados derechos de terceros.

- No existen familiares del General José de San Martín habilitados para avalar un consentimiento informado.

* Desde la perspectiva deontológica tampoco es éticamente correcto la realización del estudio genético del General José de San Martín, por cuanto:

- La realización de la prueba genética y la difusión de sus resultados (éste es el propósito de los peticionantes), implica violar la confidencialidad intra-familiar del general José de San Martín, y atacar su dignidad personal..

* El pedido de la realización de un examen genético al General José de San Martín, en las condiciones que lo hacen los peticionantes, es carente de toda seriedad por:

- Haberse obviado la consideración de muy importantes fuentes documentales.

- Haberse obviado la consideración de muy importantes fuentes testimoniales de primera mano.

- Haberse sobrevalorado fuentes testimoniales que no pueden ser consideradas de primera mano y que permiten fuertes objeciones en lo que hace a su valor historiográfico.

- Haberse obviado importantes consideraciones científicas que rodean el caso.

* Estos hechos podrían hacer sospechar que el verdadero propósito de los peticionantes no sería averiguar la genética del General San Martín, sino demostrar que el Mausoleo puede ser abierto, la confidencialidad violada, la intimidad del héroe invadida y los restos del prócer máximo manoseados, con base en el relativismo moral.

* Por las circunstancias documentales y testimoniales, que dan extrema endeblez a la hipótesis de quienes peticionan el estudio genético del General José de San Martín, a lo que se debe agregar las consideraciones de carácter historiográfico, científico y deontológico expuestas, el Instituto Nacional Sanmartiniano y la Academia Sanmartiniana son de opinión y recomiendan que no se considere esa pretensiosa solicitud. Dejemos, pues, que nuestro Libertador descanse en paz.

Buenos Aires, abril de 2008.-

Dr RODOLFO ARGAÑARAZ ALCORTA
Vicepresidente
Instituto Nacional Sanmartiniano

Dr ISIDORO RUIZ MORENO
Secretario
Academia Sanmartiniana

Grl (R) VGM DIEGO ALEJANDRO SORIA
Presidente
Academia Sanmartiniana


En la nota sobre la Revolución de Mayo va otro texto que me reenviaron.

Gracias de nuevo por este espacio.

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Mi querido Cruz y Fierro: Este espacio está siempre a su disposición.
Aprovecho para comentnar algunas cosillas:
* La difamación sobre le origen familiar de San Martín se originó en el mismo Carlos de Alvear, como lo cuenta con términos expresivos el Brigadier Iriarte en sus Memorias. Iriarte vivió con Alvear aquí y en EE.UU. en tiempos de la legación argentina y lo admiró mucho al vencedor de Ituzaingo. Sobre todo, le creyó casi todas sus historietas sobre San Martín, a quien Alvear detestaba con toda su negra alma.
* Iriarte dejó de creerle nada a Alvear cuando éste fraguó DOS partes de batalla de Ituzaingó: uno que le mostraría a sus subordinados, diciendo la verdad, y otro que enviaría a Buenos Aires, ensalzándose él.
* La historieta de la paternidad de don Diego de Alvear (asunto inverosímil, como ha dejado probado don Enrique Díaz Araujo en "San Martín y los Chatarreros") la transmitió una hija de Alvear en su vejez chocheante, como un chiste de su padre.
* Es probable que la insidiosa acusación de ser San Martín hijo de una india tuviera el mismo origen. Alberdi, cuando lo visitó en Francia, dijo así: «...Entró por fin, con su sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre común. ¡Qué diferente le hallé del tipo que yo me había formado, oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América! Por ejemplo: Yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado, y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos....».
* Si toda la historieta sobre San Martín hubiese sido cierta, la primer agraviada debería haberse considerado doña Gregoria Matorras de San Martín.
* Pero esta magnífica señora declara en su testamento que ha tenido de don Juan de San Martín, su marido, CINCO hijos. Y los enumera (Justo Rufino, Manuel Tadeo, Juan Fermín, María Elena), poniendo al final de todos los varones a «mi don Josph. Francisco ...». Y no es todo: afirma que este hijo es que menos trabajo le ha costado de todos. Hay que tene mala leche (si me perdonan la expresión) para creer que el testamento de esta señora, un acto que en aquella época y para gente de esta condición era casi un sacramento, es un engaño ...
* Por fin: Cuando Iriarte conozca personalmente a San Martín, lo que no sucederá hasta un encuentro en Montevideo posterior a la revolución de Lavalle, procurado por los amigos comunes Enrique Martínez e Hilarión de la Quintana, modificará completamente sus puntos de vista y se volverá un fanático del Libertador.
* Las opiniones de don César Vidal sobre el masonismo de San Martín, aunque es escritor admirable por otras cosas, en esta materia no me parecen justificadas en documentos acreditados como auténticos. Lo de Balcarce a Vicuña Mackenna, ni siquiera lo describe así Vicuña Mackenna, que sería el testigo auténtico referencial.
* Es prácticamente imposible que San Martín perteneciera a la masonería francesa, a muchos de cuyos miembros aborrecía desde la época española. Es increíble que nadie se dedique (yo no sé hacerlo ni tengo recur$o$) a estudiar la vida de San Martín en España. No es aceptable que haya pasado desapercibido o tuviera una vida opaca alguien que alcanzó todos sus grados militares en batalla y era teniente coronel ¡a los 30 años!. Y no me venga con que en esa época era normal. Revisen las edades de los tenientes coroneles españoles de la época y consígnme 4 que, a esa edad, fueran un cualquiera. En América y Africa (generales Goyeneche, Ithurbide, por ejemplo), los ascensos eran más rápidos; en España, eran lentísimos (el propio J. Castaños).
SAludos y de nuevo, muchas gracias a Cruz y Fierro y Fernando Romero Moreno por los interesantes documentos y puntos de vista.
En el día de Corpus .. y de la Patria.
L. b-C.

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Otro sí dejado en el tintero por inadvertencia, olvido, pasión desbordada o lo que quieran:
Les recomiendo la lectura del capítulo intitulado "Los Ayacuchos" del libro "Episodios nacionales" de Benito Pérez Galdós.
Es muy ilustrativo sobre los acontecimientos de la Lima sanmartiniana, y es un interesante ¿quién es quién? visto desde el otro lado.
Más y renovados saludos
L. b-C.

Anónimo dijo...

exelente nota sobre el General SAn Martin.
les dejo mi blog www.guerrerodeargento.blogspot.com
Ademas me resulto gracioso el nombre del blog por el echo que en mi corta estadia en Escuela de Aviacion mIlitar la historia del Alcazar de toledo era contada muchas veces y haste se donó al cuerpo de Cadetes un pedazo de la roca de uno de losmuros. gracias por dejar expresar mi opinion
saludos cordiales guerrero de Argento.

Anónimo dijo...

Releyendo luego de dos años este debate, debo rectificar dos afirmaciones mías:

1) La crítica negativa hacía Carlos V, referida en el texto de Mrs. Graham sobre San Martín, no es del Libertador sino la misma Mrs. Graham. En cuanto al valor de sus afirmaciones sobre el Gran Capitán, los historiadores serios recomiendan precaución...

2) Releí los textos de San Martín en los que menciona el Estandarte de Pizarro y en ninguno habla de la esclavitud que los españoles habrían impuesto a los Incas


Fernando Romero Moreno

Ludovico ben Cidehamete dijo...

¡Estimado...!
Es un gusto volver a encontrarlo en mi actual retiro.
En efecto y como Ud. dice, este texto de la señora Graham, que publicó Busaniche hace bastante tiempo, no ha sido objeto de un estudio detenido por parte de los historiadores.
Por de pronto, dos cosas: Como Ud. acierta a indicar, San Martín no habla de nada de lo que dicen los detractores. Ni mal de Carlos V, ni nada del guión de Pizarro.
Se trata de parloteo de la anfitriona. Si hemos de creer otras fuentes, San Martín no era muy conversador cuando estaba de visita y entre gente que conocía poco, como es el caso de esta señora. Alberdi lo dice, Sarmiento también. Había que forzarlo a hablar del asunto sobre el cual uno pretendía hiciese alguna declaración. Otro rasgo suyo era su humildad: nunca hablaba de lo que no sabía y, siendo un hombre de conocientos prácticos e índole poco intelectual (que no es decir poco inteligente), no dejaba ocasión de asociar lo desconocido con alguna anécdota de su pasado o de su tiempo de juventud.
Este parlanchín que describe la señora Graham, anticlerical y quasi protestante, antiimperial y medio taimado, no es San Martín, el hijo del gobernador de las Misiones Occidentales, nacido en una antigua reducción Jesuita de padres piadosos y católicos practicantes.
Es un cuadro pintado por Mrs. Graham para sus amigos y para deleitar su propio ego. Francamente, yo no creo que San Martín, un hombre que vivió en el siglo XIX pero pertenecía culturalmente al siglo XIII, fuese tan pródigo en el don de la palabra y se diese sin más a la charla amena con una mujer que, por añadidura, era extranjera y de otra religión, y en cuya casa era visitante; si no mal interpreto el texto, algo forzado, visto que la dueña de casa tiene que hacer arreglos de última hora para recibir a los caballeros.
El relato sobre la admiración de San Martín por Napoleón, como no fuera en el terreno puramente militar, es francamente imposible, moralmente imposible. San Martín estuvo entre los contados primeros soldados de todo el mundo que batieron las armas y tácticas del Corso. Nadie ignora su carácter sencillo y poco apegado a los honores y veleidades del mando que esta señora ha querido ver en él. Ni siquiera sus enemigos más acérrimos se lo han reprochado.
Sobre el final del relato, Mrs. Graham cree que San Martín ha ido a visitarla a fin de buscar un "aumento en su fama". ¡Valiente deducción la de esta presuntuosa dama! Hoy día sabemos algo della por que dejó un escrito sobre San Martín y no a la inversa.
Por su lado, el general viviría en Europa, donde fué vivísimamente perseguido por muchísimos políticos para enrolarlo en sus causas, apartado de toda espectacularidad y hasta pobreza y obscuramente; no, estas páginas de Busaniche-Graham son bastante poco creíbles. Me da la espina que fue exactamente al revés, que buscando esta señora algo de connotación social o literaria, algo muy en boga entre algunas mujeres de su tiempo y de su raza, la ocasión que se le presentó con San Martín la consideró excepcional.
Los juicios anticatólicos puestos en boca del general que ofrecería poco después sus servicios al papa Pio ÏX para batir revolucionarios liberales y socialistas, son totalmente increíbles.
Lo que sí, esta "entrevista" ha servido de condumio para todos aquellos que han lanzado todo tipo de anatemas contra el Libertados, a propósito de los hipotéticos juicios lanzados por él en esta oportunidad y que ¡oh, celos de los dioses! jamás habría dicho a nadie más en toda su vida, fuera de una desconocida señora de escocesa raigambre presbiteriana.
No, esto es tan fantasioso como el "plan Maitland" de Terragno. Aunque no tan audaz, sí más imaginativo.
(sigue)

Ludovico ben Cidehamete dijo...

La mujeruca acusa a San Martín, luego de tratarlo por escasos minutos, de ser un mal amigo o de no poder tener amigos. Si algo tuvo San Martín mucho más allá de la muerte y de toda duda, fue fidelísimos y constantes amigos. Y yo no creo que, siendo ellos con el tiempo hombres de posición enormemente más desahogada e importante que el Libertador, le siguiesen siendo fieles si no mediara esa sinceridad eterna, sencilla y profunda, de los afectos verdaderamente varoniles. Guido, Aguado, Miller, Juan Manuel de Rosas, Alberdi y Sarmiento, Iriarte ... Ninguno que haya tratado al general lo ha olvidado, nunca más; su recuerdo permanece imborrable aún en los hijos de sus amigos, como el poeta Carlos Guido y Spano, hijo del "lancero amado" Tomás Guido. Dos de sus hermanos, después de muchos años de no verse, se reúnen con él en Bruselas y es de creerse que de muy buena gana. Su madre, en su testament, lo elogia como el hijo que menos dificultades y penurias le ha causa. Tomás de Iriarte, un furioso "anti" sanmartiniano por causa de la nefasta influencia del envidioso Alvear, cuya Secretaría lleva en la legación en EE.UU., al conocer al general queda como prendado de él y expía en sus Memorias la culpa de haber dudado de su integridad. Sarmiento, que es un opositor a su amigo Rosas, queda fascinado por el viejo general, a quien intenta ver nuevamente sin éxito. Alberdi lo conoce en una reunión diplomática y luego, lo visita. El dueño de la casa que alquilaba en Francia (Boulogne sur Mer) para él y su familia y donde finalmente morirá, declara que San Martín era un hombre santo, santo de altar, tal como hará 27 años más tarde el cura párroco católico de Southampton con su solitario feligrés de allende los mares.
No, querido amigo. Esa "entrevista" es algo interesado. Si se leen las Memorias de esta señora Graham, se verá que vino a Chile con su marido, oficial de la Marina británica, como ... espías ¿a qué más?
San Martín no tenía buen trato con los hijos de Albión ni con sus parientes y sirvientes americanos, como consta por sus constantes desconfianzas con Cochrane y cierto comodoro yanki que huyó prudentemente antes de probar las iras del Protector. Los hermanos Carrera, alborotadores proingleses y masones yankis los tres, especialmente José Miguel, boicoteaban a grito en cuello los intentos monárquicos de Pueyrredón, San Martín y el Congreso de Tucumán, desde una imprentita que tenía José Miguel en Montevideo. Al final, Luzuriaga lo fusiló por consejo de O'Higgins. La culpa, desde luego, era de San Martín, que nunca quiso fusilar a nadie.
En fin: Las detracciones contra el Libertador parecieran probar más sobre él, sobre la importancia que tuvo en la realidad, que sus actos positivos.
La encasquetada obstinación de los carlistas españoles (e increíblemente algunos argentinos) en reconocerle sus méritos y en sostener las calumnias que ensucian su nombre, es también demostrativa de su verdadera posición ideológica; digo, de los detractores.
San Martín nunca ha dejado a nadie indiferente. Y quisiera Dios que todos obraran con la honradez con que Ud. ha tomado en sus manos este asunto, investigando y sacando telarañas.
Cordialmente, su amigo
L. b-C

Javier R dijo...

comparto totalmente el artículo de Fernando Romero Moreno sobre San Martín. Es claro que nuestro Libertador fue un conservador monárquico y católico, con cierta influencia del liberalismo de la época, reacio a los jacobinos del 93, hombre de Orden que asistió con horror a las jornadas del 48 en París, y que simpatizó con la Monarquía Orleanista de Luis Felipe, lo que es una prueba contundente de su posicionamiento ppolítico

Anónimo dijo...

fernando Romero Moreno dijo:

Gracias por los comentarios de Javier. Nueva rectificación: San Martín sí habla sobre la esclavitud impuesta por los españoles. Pero casi todos - realistas y criollos, católicos y masones - hablaban de ese modo en la primera mitad del siglo XIX. Dos excepciones notables: Tomás de Anchorena y Juan Manuel de Rosas...

Anónimo dijo...

Dos cosas:
San Martín odiaba a Luis Felipe; festejó públicamente su caída en 1848 y, cuando llegó a Francia, se negó a visitar al rey que deseaba conocer al famoso general argentino.
La "esclavitud impuesta por los españoles" es una locución que debe interpretarse bien: significa que el sentimiento popular era que América era un reino distinto a España, donde no mandaban los españoles sino el rey de Castilla. Digamos que era algo semejante a Portugal durante la monarquía común con España: no mandaba España, sino el mismo rey que en España.
Esto no autorizaba a los españoles a mandar aquí por el solo hecho de serlo, pues era como hacernos sentir esclavos. Si estaban aquí, era en pie de igualdad con los americanos, todos bajo el mismo rey y adorando al mismo Dios.
Pero los borbones habían destrozado este delicadísimo equilibrio.
Sergio B. Nader