lunes, 11 de junio de 2007

Los sabios modernos

POR EL VOTO democrático —palabra ésta destacada en la noticia original; nosotros nunca destacamos la democracia, empero la practicamos— de los presbíteros de la diócesis alemana de Rottenburg —nombre que, traducido, quiere decir casualmente Ciudad roja— no se aplicará en dicha localidad la imperada reforma en la traducción de la fórmula de la Consagración de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo durante la Santa Misa, por la cual donde se leía anteriormente “por todos”, debe traducirse ahora únicamente “por muchos”.

Convengamos: la desobediencia a la autoridad pontificia en Alemania tanto como el resto de Europa Occidental no es una novedad, de modo que no ha sido el hecho éste el que ha llamado nuestra atención. No, no llama nuestra atención una desobediencia (más) que, a esta altura de los acontecimientos y con más de seis meses de promulgada la perentoria instrucción por medio de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, aún está pendiente de cumplimiento en casi todo el universo, mientras tampoco, que sepamos, ha merecido ninguna clase de comentario o acción positiva de parte de ningún obispo. Esto, que es el statu quo corriente en la Iglesia Católica desde que S. S. Juan XXIII desistió de imponer la disciplina eclesiástica por medios coercitivos, ni siquiera es noticia. Y para probarlo, recordamos al pasar que lo previmos al comentar en esta página la promulgación de la nueva exigencia del Vaticano, en noviembre de 2006.

Pues no; lo que realmente sorprende es que la decisión de los presbíteros alemanes estaría anclada en su discrepancia con la Santa Sede, pues según ellos, la actual traducción reflejaría más fielmente la versión original evangélica, y lo prueban con ... ¡la opinión bíblica de un “teólogo” luterano, que discrepa con la de la Iglesia!

Y sorprende también que el ordinario del lugar no haya suspendido de inmediato a estos supuestos y revoltosos sacerdotes que, en realidad, parecen ser ministros luteranos y no presbíteros de la Santa Iglesia.

Las todavía vigentes disposiciones canónicas, establecen que es el Romano Pontífice el liturgo por antonomasia; permitir exabruptos como el que mencionamos, contesta una exclusiva potestad litúrgica del Vicario de Cristo y amenaza poner en grave crisis su autoridad y la validez de los actos litúrgicos locales, además de dejar a los revoltosos al margen de la Iglesia; aunque esto último parece no ser demasiado preocupante en los tiempos que corren. Tomando ocasión de recientes casos acaecidos en Europa (occidental, of course) el dicasterio romano específico ha hecho notar que la apostasía jurídica se configura recién al llenarse ciertas formalidades que enumera, como por ejemplo, la exteriorización expresa de la abdicación de la fe católica. ¿Cómo llamar, pues, a esto que proponen los sacerdotes alemanes, cuando aceptan como maestro en Sagrada Escritura y en Sagrada Liturgia a un hereje —al menos formal— antes que a la Silla Apostólica, cuya autoridad de paso rechazan? ¿Y el Obispo local nada hace?

Estos interrogantes quedarán sin respuesta, como parece bastante evidente demostrar. Notemos, de paso, que la noticia dada a conocer en medios alemanes indican que los presbíteros de la diócesis de Rottenburg-Stuttgart se han apoyado en las tesis del conocido biblista protestante Joachim Jeremias, fallecido en 1979; mientras que Catholic Word News, posiblemente al amparo de una inexcusablemente defectuosa traducción, dice que los protestatarios se han acogido a la opinión de un ¡teólogo luterano del siglo XVIII!

Los modernos sabios de Rottenburg

Joachim Jeremías (que no guarda ningún parentesco, espiritual o familiar, con el homónimo santo profeta hebreo y cuya similitud de nombres es más que nunca una pura casualidad), al igual que Rudolf Bultmann, a partir del camino abierto por el libre examen bíblico luterano de los positivistas del siglo XIX, ha sido de los más insignes investigadores bíblicos modernos: hipercríticos con relación al carácter verdadero de la narración contenida en las Sagradas Escrituras, cuya historicidad esencial han cuestionado y en particular la Persona, figura y existencia misma del Salvador (que, según ellos, sería un invento de las primitivas comunidades cristianas), han dado pie a numerosas tesis ultra liberales que niegan de plano la utilidad de las Sagradas Escrituras como texto revelado; y que, adoptadas acríticamente por un biblismo católico poco fuerte en su fe (y con la mollera hecha hilachas ¡qué embromar!), han degenerado en muchos de los mayores y más censurados errores de la herejía modernista, condenados ya por Pio IX y el Concilio Vaticano I.

Un padrino de lujo se han echado encima estos curitas alemanes; tal vez más discípulos del apóstata Loisy que de Nuestro Señor Jesucristo.

El problema no es que esto exista y se publique, sino que nadie se escandalice por el avanzadísimo (y desde el punto de vista natural: irreversible) estado de descomposición del clero y de la doctrina católica. Desde luego, la exigencia de la Congregación para el Culto Divino relativa a la traducción de la fórmula de la Consagración, ha caído en saco roto en varias partes del mundo, y nadie acusa recibo de la gruesa estocada romana al estómago de la nueva teología.

Este asuntillo de las traducciones de los textos litúrgicos y sagrados no es novedoso como herramienta manejada por los modernistas en aras de la perversión de la doctrina; al pasar, recordamos aquel furioso episodio de mediados de los años ‘60, cuando Etienne Gilson y Jacques Maritain ¡nada menos! protestaron airadamente ante el amigo de Maritain, Paulo VI contra la traducción del término “consubstantialem Patri” del Credo como “de la misma naturaleza del Padre”, afirmando que la fórmula, mal traducida, era semi-arriana y podía sugerir no solamente Tres Personas sino hasta tres dioses. Hoy, por desgracia, se continúa utilizando la fórmula errada sin explicaciones adicionales. Hoy, también, todos sabemos que muchas traducciones del Misal, edición típica 2002, no están autorizadas ni reconocidas por la Santa Sede, lo que haría imperativo rezar la Santa Misa solamente en latín, versión 1969, como lo manda el cánon 928 del Código de Derecho canónico, especialmente en todos aquellos lugares donde subsista el rechazo vaticano a las traducciones de los Episcopados y no esté aprobado alguna versión local en lengua vernácula.

Mientras que la autoridad no mande como es debido, no es otra cosa que pura usurpación ¡qué se la va a hacer! El poder mal ejercido o no ejercido, ofende a Dios, que es su propietario, pues no es fiel reflejo de lo que manda el Creador de toda autoridad, de todo poder, al deferirlo a sus representantes, estén o no constituidos sacerdotes por el Orden Sagrado, que es principalmente sacerdotal y no de régimen per se. Por eso, San Agustín dice “SUPRIMID LA JUSTICIA, ¿Y QUÉ SON LOS ESTADOS SINO GRANDES PANDILLAS DE BANDIDOS?” (San Agustín, La ciudad de Dios, libro IV, capítulo IV)



1 comentario:

Luis de Guerrero Osio y Rivas dijo...

«¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división.(Lucas 12:51)¡Pero si la división exige el echarlos fuera! Y si fueran la mayoría, ¡apele el Papa al pueblo! Pero pretender vivir con un veneno dentro, y cada vez más virulento ¡es suicidio! ¿Será que el NO MATARÁS obliga en relación a cualquiera con la única excepción de La Iglesia? ¿A esta si? Hay que hacer notar al Papa el Evangelio con el que tiene obligación de sancionar a los rebeldes y su obligación de dividir...Antes de que temine por juzgar al Evangelio con las palabras y juicios de los rebeldes.