jueves, 31 de mayo de 2007

Desaparecida

Algunos amigos bientencionados —provistos de un optimismo enervante y un afecto a prueba de evidencias— nos han pedido que comentemos el documento final de los Obispos “latinoamericanos” reunidos en Aparecida, Brasil, del cual (confesamos paladinamente nuestra pereza) no hemos podido avanzar más allá del resúmen oficial publicado en el sitio correspondiente. El documento extenso, actualmente en la mesa del Papa para su aprobación, aún no se conoce. El dicho resúmen es lo que nuestro amigo Teófilo intenta que leamos.

No diremos nada nuevo si afirmamos, simplemente, que es algo completamente prescindible; lo único de interés que tuvo dicha reunión, a juzgar por lo publicado, han sido las palabras de Su Santidad el Papa y la notable, sugestiva e intempestiva irrupción del cardenal Castrillón Hoyos para parlar de cuestiones atinentes a su actual gobierno, asuntos ambos tratados con anterioridad.

El resto es más de lo mismo y se resume en una sencilla palabra: decepción.

Y no por que esperásemos mucho de los magnates, que es cosa vitanda, según el salmista, poner la esperanza en los hombrs; sino que, por costumbre de fe, prestamos mayor atención a los Apóstoles que a los hombres ... pero no cuando hablan como hombres. Y como hombres vulgares, además.

La Conferencia del CELAM

Afortunadamente, tenemos la creciente sospecha que a la mayoría de los católicos, estos papirotes les traen completamente sin cuidado, razón por la cual podemos sentir mitigada la vergüenza que nos causan como católicos y como ibero americanos.

El número 678 de la revista católica argentina “Cristo Hoy”, que se hace eco de los discursos y participaciones de Aparecida, está dedicado casi enteramente al problema de la migración de los católicos hacia las sectas de inspiración luterana o calvinista, como los evangélicos y los pentecostales; su éxito, según indican las disertaciones de algunos padres asistentes al Sínodo continental, se debería a su agresividad y a cierta inteligente explotación de las debilidades propias de la Iglesia. No consta que se hayan tratado en profundidad estas condiciones que hacen de la Religión verdadera, una bolsa pesada de llevar por la vida y de fluctuante contendio, convirtiéndola en una carga insoportable, ni de qué forma práctica se piensa transmitir las verdades eternas, a millones de sedientos seres humanos, que ante el vaciamiento del catolicismo, huyen hacia las sectas en busca de aquello que no se les da. Y lo de millones, lejos de ser una exageración, es un dato concreto publicado en el mismo periódico católico: cerca de un millón de católicos brasileños fluye, anualmente, hacia las sectas.

El apartamiento de la doctrina evangélica, clara, fuerte y alta, y la adopción universal paralela (y esperable) de una liturgia humanista, que so pretexto de acercar a los hombres entre sí, horizontaliza la relación del hombre con Dios, no han merecido un lugar destacado en el Senado eclesiástico, pese a su estridente evidencia y a su pavorosa claridad. Y ha sido así, no obstante la intervención del Cardenal Castrillón, que si no marramos demasiado el tiro, vino no tanto a advertir sobre una próxima disposición pontificia muy resistida (restaurar la Liturgia vigente hasta 1969, o mejor dicho, el Ritual Romano de 1962, íntegro) o a pulsar temores y temblores locales, como a exponer un rumbo señero en la Evangelización de América y poner como un ejemplo ruidoso, el camino que han tomado ciertas prácticas litúrgicas cuya defunción había sido vista por muchos con torpe alegría.

Concretamente, el cardenal reconoció el florecimiento de comunidades que, de un modo u otro, han acudido a la protección de la Comisión Ecclesia Dei o se han puesto bajo su régimen y cuyos integrantes son ya varios cientos de miles, sin contar a los seguidores de Monseñor Marcel Lefebvre, que son otro tanto. Desde luego, la actual apertura de los fieles hacia estas formas litúrgicas tradicionales, revela no solamente una posibilidad real para el mantenimiento y sostenimiento de la Fe probadamente apta, sino que señala un camino digno de ser transitado por la Jerarquía. Esto, parece ser, ha sido el mensaje subliminal dejado por el Cardenal Castrillón a la magna audiencia, que escuchó sin oirlo. Como hemos recordado en otra entrada, Pío XII enseñaba que la Liturgia de la Iglesia no engendra la fe católica, sino más bien es una consecuencia de la misma, y los sagrados ritos del culto dimanan de la fe, como un fruto del árbol: Eso explica la decadente liturgia actual y pone sobre el tapete el verdadero problema que hay detrás de ello: La Fe. El conocido liturgista Monseñor Klaus Gamber decía, apoyándose en textos antiguos, que la Liturgia es una Patria, en la cual nos encontramos con Dios mientras permanecemos en la tierra. Este sería, entonces, el velado mensaje que quiso dejar el cardenal Castrillón en Aparecida, no bien el Papa tomó su rumbo, de retorno a Roma.

Por eso, seguir hablando de hipotéticos compromisos mundanos, aunque se trate de deberes de Justicia o de asistencia a los más pobres, o de cualesquier otros tópicos completamente alejados del fin eterno que propone la Iglesia como fin mismo de la vida presente, es alejarse de Cristo y vaciar la Iglesia de su contenido sobrenatural, aunque se llenen las iglesias (cosa que nos gustaría ver) y los cepillos de las colectas rebosen (cosa que no veremos).

Verdad, Sacramentos, Penitencia, Virtud, Castidad, Oración, Muerte, Juicio, Vida Eterna, Infierno, Purgatorio, veneración por las Sagradas Escrituras, ¡Apokalypsis! son enseñanzas que, casi, han desaparecido del lenguaje católico, y sus reemplazos no satisfacen a las almas, sedientas de Verdad Divina. Inclusive, cosa asombrosa, las referencias a la Santísima Madre de Dios, la Virgen María (a Quien ahora se alude con un confianzudo María a secas que, lo admitimos, nos parece una grosería) son más bien sociológicas antes que piadosas: se limitan a constatar una eclesiología mariana; y listo. El edulcorado Amor de la homilética actual, se ha convertido en una noción abstrusa que, de ordinario, se presenta como contradictoria con ciertas y determinadas virtudes consideradas como tales en la antigüedad, como la reciedumbre del ánimo, la irreemplezable Caridad de la Verdad o el efecto medicinal de la pena justa. La prioridad que por propio derecho tiene la Verdad sobre el Amor (prioridad de orden ontológico, al fin de cuentas) no figura en ningún lado, pese a ser la materia de una excelente predicación pontificia en los últimos tiempos. Y es que la deformación del Amor, que es el sentimentalismo (tan parecido al amor como se asemeja un cadáver a un hombre), ha reemplazado no solamente a su contrario, sino a la razón misma, sin la cual el hombre no puede conocer a Dios por medio de la Fe por que, bien se dice, ella es un obsequio de la razón.

De modo que, si el diagnóstico es aproximadamente certero, la pregonada actitud de “ver, juzgar, obrar” ha fallado en el último paso, o acaso, en todos los tres, pues se ha visto mal, se ha juzgado peor y se piensa obrar ... sólo Dios sabe cómo.

Por estas razones, querido Teófilo, no queremos hoy hablar desto.

5 comentarios:

Tito... dijo...

...la Santísima Madre de Dios, la Virgen María (a Quien ahora se alude con un confianzudo María a secas que, lo admitimos, nos parece una grosería)

Estimado Ludovico, me parece que el 'confianzudo María' no es un invento moderno, sino que ha sido usado por los santos más marianos. Córrijame si no es así.

Saludos cordiales
Tito

pd: le escribí a su correo (hace como una semana).

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Querido Tito:
Fíjese el contexto de cada mención a la Madre de Dios, y verá lo que digo; los antiguos llamaban "María" a secas, a María Magdalena (revise el Himno Dies Iræ, secuencia de la Misa de Difuntos, en cualquier Misal tradicional) y, para referirse a María Santísima, o bien empleaban este sencillo párrafo que acabo de escribir, o el que figuraba en la Santa Misa: "siempre Virgen María", "beatísima Virgen María, Madre de Dios", o acaso, por cualquiera de los nombres con que La designan las letanías lauretanas.
El contexto permitiría, a veces y por exigencia literaria, llamar simplemente "María" a la Madre de Dios; pero no como manera habitual. Es semejante al abandono del uso de la inicial mayúscula en el pronombre de Nuestro Señor: Él y no él. Esto lo puede ver, por ejemplo, en la Liturgia de las Horas actual, edición en uso para países hispanoparlantes (¡hasta la palabra "Dios" del salmo 44 está en minúscula! Y para despejar cualquier duda interpretativa sobre este salmo, vea el comentario de Monseñor Juan Straubinger al respecto: el Salmo 44 -dice- es un diálogo amoroso entre las Dos Personas de la Santísima Trinidad, Padre e Hijo).
Una obra insigne, como es los "Milagros de Nuestra Señora", de Gonzale de Berceo (siglo XII), llama a la Virgen Bendita de todos los modos conocidos y ninguno es confianzudo ni irrespetuoso. Se dirá, acaso con algo de razón, que las costumbres cambian según los tiempos.
Aceptado; pero también, dígase que los idiomas, con ser muchos lenguas vivas, tienen algunas estructuras fijas e inmobles, una de las cuales es precisamente el tratamiento deferente que se da a las Personas elavadas, aunque exista con ellas trato familiar y diario. Tal sería el caso, a mi juicio, de Nuestra Señora, a quien podemos llamar "Mamá" si queremos, que es designación cortés y respetuosa. Pero nadie llama a su madre por su nombre de pila, creo, sin intentar ser algo irrespetuoso.
En fin que, admitiendo que la cuestión tiene sus matices, digo que a mí me parece una grosería.
Gracias por sus saludos, que retribuyo hoy, fiesta de la Visitación.
L. b-C.

PD: ¿Es Ud. quien me preguntaba por correo algo relativo al latín pro parvulos...? Por que si es así, le contestaré por el mismo medio. Si no es así, no sé cuál será su mensaje.

Tito... dijo...

Aclarado el asunto mariano, aunque no creo siga su consejo de fijarme en el contexto de cada mención (se ve que Ud. no es el único perezoso).
Estuve a punto de reenviarle el mail (que no se refería a ningún latin), pero creo que ya no tiene sentido.
Por si las dudas, llevaba mi firma, o sea que debería ser fácilmente identificable.

Anónimo dijo...

¡Muy bueno el comentario gráfico del bostezo! Es bueno que le ponga algo de humor a esta dramática decepción.
Lo que se hace evidente es que los obispos están fuertemente presionados por la mentalidad reinante, y por los medios que la difunden. Fuertemente atemorizados por los grupos de presión amerindios y liberacionistas. Y muchos fuertemente embebidos de esa mentalidad, forman parte de lo que se ha dado en llamar "partido del mundo".
El partido del mundo ha estado fuerte en Aparecida. Y como Usted ha notado, la Santísima Virgen es ahora la desaparecida, convertida en "simplemente María". Dentro de poco será nada más que una chica más, como todas, como la de Nativity, ¡por fin una María creíble! es decir: una María aceptable sin necesidad de creer.
Ricardo M. P.

Luis de Guerrero Osio y Rivas dijo...

Pero no se pierdan de vista las profecías. Todo esta preanunciado: La abominación desoladora entrando en el Lugar Santo (Mat.24:15; Marc. 13:14)La Salette: Roma apostatará de la fe y se convertira en la Sede del Anticristo. La Iglesia quedará eclipsada. Profecías cumplidas y a recordarse, de otra manera muchos pierden la fe.