La Matanza de Virginia traerá muchas consecuencias, menos, seguramente, el castigo al culpable ejecutado con la espectacularidad que tanto gusta en la Gran democracia del Norte, porque muy oportunamente, el enloquecido coreano asesino decidió acompañar a sus víctimas; aunque probablemente no irán al mismo sitio, según nos informa la Fe.
Un periodista, padre de uno de los muertos, dijo la verdad más plúmbea, evidente y sencilla que pueda uno escuchar en estos casos: —«Si mi hijo hubiera llevado un arma, el h... de p... ése estaría muerto y los chicos vivos»; a lo cual un cobarde, que nunca faltan y menos aún en el Gobierno, le respondió con las monsergas idiotas de siempre: «No se puede convertir la calle en el Lejano Oesete». ¿Y qué se creerá que son las calles de su país, o acaso, las de las todas las demás grandes ciudades?
Y todo esto viene a cuento de un excelente envío publicado por Cruz y Fierro a propósito de este horroroso hecho, cuya lectura es obligada, aunque no sea factura de nuestro desconocido amigo, sino del Blog “Foro Santo Tomás Moro”, por la sencillez con que encara y descubre el verdadero problema que subyace casi siempre tras estos tortuosos e inesperados hechos, de sospechosa y regular espectacularidad hollywoodense, y que fundamentan la permanente limitación, o más bien la supresión, de los derechos individuales en beneficio de un hipotético “empleo racional” del derecho suprimido, por parte de ... agentes del Estado. Algunos derechos, aparecen así como insoportables, o impensables, en manos de “particulares”, pero adquieren fulminante racionalidad en manos de ... otros particulares, pero que estarían elevados a la condición suprahumana de “agentes estatales”. Como de costumbre y para colmar el mal humor de los lectores que cada vez se sienten más maltratados como idiotas, además de golpeados por noticias como ésta, la prensa seria culpa al instrumento —las armas, especialmente las de fuego— y no al autor del hecho, quien es evidente que pudo recurrir para ejecutar su malvado designio a un cuchillo, una cerbatana, o una maza de albañil, mostrándose así una larga hilacha cuya punta termina probablemente en el Infierno (que por supuesto, Perfidia12 nos informa que no existe). El insensato y criminal sentimentalismo predominante, especialmente en el Hemisferio Norte, y que es enemigo pugnaz de cualquier verdadera racionalidad y, por consiguiente, de cualquier verdadera prevención, impide toda discusión fundada en la razón y arroja el problema en manos de pícaros, pillos y aprovechados, que no hacen sino consumar su agosto (en el Hemisferio Norte), a expensas de tanta víctima inocente y, sobre todo, desprevenida.
Alguno de estos días, expondremos el semejante caso de los accidentes automovilísticos, en torno a los cuales se mueve más un sentimentalismo anulatorio de la verdadera e inteligente prevención —y un oculto, nada desdeñable y nada inocente provecho que, en forma de dinero, va a parar a la mugrientas (y así ensangrentadas) manos oficiales— antes que una política auténticamente racional, estudiosa y fundada en realidades estadísticas (que por cierto, no existen aquí, ni en ninguna otra parte), en tendencias y en el conocimiento de la naturaleza humana.
Es un pasito más del anticristo.
Requiem aeternam donna eis, Dómine; et Lux Perpetua luceat eis.
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