Ese es el título, en inglés, para la película danesa Under Sandet (algo así como “Bajo la arena”) y cuyo asunto es el trato ilegal dado a los prisioneros de guerra alemanes por parte de los británicos después de la rendición en 1945, los cuales eran obligados a desenterrar las minas colocadas en las playas en previsión del desembarco aliado. Demás está decir que esta tarea está estrictamente prohibida en las Convenciones de Ginebra sobre tratamiento de prisioneros de guerra y que los alemanes jamás obligaron a los prisioneros a desarmar artefactos explosivos, pese a ser los malos del cuento. El asunto, pues, no es novedoso, pero forma parte del temario que solamente abordan los intrépidos y los sinceros, nunca los “correctos” y, en general, en medio de una escasez de recursos de producción rayano en la risa. Y es más, es de la clase de asunto del cual no se habla, o si se habla, se minimiza aludiendo a los judíos, a los rusos, a los polacos y -en medios católicos- al carácter pagano del nazismo. Como si la Unión Soviética, Estados Unidos, Inglaterra o la Francia Masónica del Frente Popular hubiesen sido campamentos de Acción Católica... Propiamente, un campo minado.
La película es de bajísimo presupuesto pero, no obstante, su desarrollo visual es -de la mano de una excelente dirección y una peculiarmente buena fotografía- de primerísimo nivel, así como el argumento resulta atrapante y bien presentado en su progresión hasta el final.
Si hiciera falta, esta película prueba que el buen cine es posible sin torrentes de lubricidad, efectos especiales, depravaciones sin cuento o sangre de tomate.
Ahora que, el asunto principal es triste y terrible y un espectador, dotado de un innegable buen sentido, ha querido calificarlo “como si fuera un accidente de trenes”: espectacular en su inicio y desarrollo, pero con un final horrible. Así es esta película o, mejor dicho, su argumento. Alemania no fue un país derrotado: fue un país devastado intencional y meticulosamente, y los otrora enemigos durante la contienda -eso fueron los dinamarqueses, cuyo territorio patrio fuera invadido por Alemania para permitir la defensa de Noruega, próxima a ser invadida por los francoingleses (y no con perfumería...) cuentan hoy la historia de una pequeña porción de este inmenso drama.
La película no la podemos recomendar por el asunto que trata no obstante hacerlo magníficamente bien, pues ese fondo es triste y feo: tanto, que el propio verdugo del comienzo, un suboficial inglés, termina por solidarizarse con sus víctimas; pero sí cuanto es una prueba palpable del bien hacer en materia de cinematrografía, algo que nos está faltando a gritos, pese a la oferta desenfrenada de celuloide electrónico, casi todo basura inmoral, que atesta y apesta “el mercado”.
2 comentarios:
Gracias por la recomendación. Muy interesante.
La ví. Buenísima.
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