“Occidente” —vocablo que al presente alude exclusivamente a un término geográfico determinado sin ninguna connotación cultural— es cada día más, víctima de su propia desintegración espiritual.
En los primeros días de mayo, una simple gripe, manipulada escandalosa y abiertamente por los medios de difusión y las oficinas estatales o internacionales de salud, echó a los brazos del terror más cobarde a la mitad de la población de esta “ecuméne”; mientras, probablemente, la otra mitad se moría ... de risa. El cardenal arzobispo de México llegó a suspender las celebraciones litúrgicas, algo semejante a lo que, hace 80 años, provocó un levantamiento popular y martirial conocido como Cristíada mexicana.
Hoy, sabemos algo más sobre estas aterrorizantes pandemias, o acaso ataques inducidos, y no podemos sino verlos con desconfianza y con ojos más que cautelosos. Nuestro pais presenció hace un par de años un gigantesco plan público de vacunación contra la rubeola, cuya estridente y casi inmediatamente descubierta finalidad, era provocar la esterilidad a la población femenina, por medio de componente letales ocultos en las vacunas que obstaculizaban la anidación en caso de embarazo, tal como quedó demostrado en algunos debates públicos; y pese a la complicidad de los medios de difusión, que tras las primeras escaramuzas, decidieron suspender el tratamiento del asunto. En EE. UU., gracias a la inculpación oficial de un funcionario yanki del más alto nivel del ... ¡Departamento de Guerra Bacteriológica!, oportunamente arrepentido (y más oportunamente suicidado o asesinado el año pasado), sabemos que los famosos atentados con ántrax de 2001 fueron una producción montada por una dependencia oficial norteamericana, como habia sugerido unos años antes una publicación inglesa después del “atentado”.
¿Ocurrirá dentro de algún tiempo lo mismo, con las catátrofes sanitarias en curso presente?
Ahora, llega el turno a las gripes las que, con asombrosa puntualidad, por cierto: algo indigna para el supuesto carácter de seres irracionales de sus minúsculos/as causantes, aparecen y desaparcen en oportunísimas ocasiones brindado a los Gobiernos de esta porción de la galaxia, excusas de alto voltaje para manejar a designio a las poblaciones indígenas y crear telones de humo y planes de vacunación masiva de inapreciables consecuencias. Y hablando de humo ¿quién no recuerda las misteriosas humaredas de por aquí, producidas en los meses de abril y mayo del año pasado, y que dejaron pálido el suave rosicler de los amaneceres rioplatenses?
Así, tuvimos universal consternación por las gripes Aviaria, Porcina, Española y todos los calificativos que quisieron darle a estas humildes e irracionales cepas, constituídas en enemigos públicos archipeligrosos, sus imaginativos creadores. Estos sí, racionales al punto de pasarse de vivos. Este sistema de permanentes “Alertas Médicas” ha sido muy redituable políticamente y de suma utilidad a la hora de reducir más las defensas sociales, antes que el sistema inmunológico individual.
Detrás de todo esto avizoramos la maligna intención que fogonea el aborto, el antinatalismo y todas las prácticas contra la vida que se desarrollan al presente con la total complacencia o complicidad oficial en casi todo ... Occidente. Siempre se encuentran respaldando cualesquier medidas “sanitarias” extremas, las viejas conocidas nuestras, las asociaciones y ONG's de planificación familiar (ojo: racista y selectiva) como la Planned Parenthood de Margaret Sanger, una feminista simpatizante del Ku Klux Klan que quería utilizar el control de la natalidad para “resolver los problemas raciales”.
De allí a aquí, un solo paso, fácil de dar cuando el santo temor de Dios ha dado paso a la soberbia del Otro.
Ahora, una extraña cepa de gripe, dotada de un aún más extraño y esotérico nombre, ha afectado una unidad militar española. El nombrecito no indica otra cosa que la famosa, ubicua y desconcertante “gripe porcina”, la cual, en realidad, tiene el característico aroma de chanchada que permea todos estos alertas exagerados y mortales. Pero mortales para el uso de la razón, no para la vida misma, como se informa aquí.
Esta proliferación de enfermedades catastróficas se presenta (y algunos disidentes, también, aunque mucha razón lleven) como un conveniente reemplazo a la ya envejecida antinomia maniquea que ofrecía la lucha contra el Comunismo, o contra el terrorismo islámico (visto además que la principal víctima del terrorismo, por ahora, parece ser el mundo islámico) y se asoma, además, como precursora de alguna novedad sincretista religiosa, política o ambas, que vendría a “restablecer” el orden y la paz general, destruido o amenazado por el desorden financiero universal y la codicia de los grandes fabricantes de producto químicos y farmacéuticos, la inepcia o inmoralidad de los gobiernos y la falta de reacción de los pueblos; pero a cambio de alguna concesión religiosa, algún “pequeño sacrifiio” que, desde luego, vendría en detrimento del catolicismo, acusado de manera grave y concordante de mil vicios y complicidades en el desastre anunciado. Releyendo al P. Castellani, se serena uno pensando que la hecatombe final, prevista en las Sagradas Letras y que aprovechará el Anticristo para manifestarse, será obra de los hombres y no de Dios, que rescatará a su Iglesia in extremis.
Pero aún no hemos resuelto definitivamente si los disidentes y paranoicos no seríamos nosotros. Pero sí, que deseamos seguir siendo católicos. Pase lo que pasare.
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