viernes, 7 de noviembre de 2008

Desobediencia de amor ...

El título cursi de esta nota, se nos ocurrió leyendo una noticia de verdad aleccionadora y, en cierto modo, escalofriante. En la segunda acepción de este adjetivo, que es la de designar algo que pasma y asombra. Pero sin despreciar la primera: algo aterrador.

Un matrimonio pampeano ha decidido resistir una resolución judicial que les obligaría a restituir una beba de 3 años de edad, que vive con ellos desde los días posteriores a su nacimiento; primero como hogar de tránsito y luego como guardianes de la menor, han criado la niñita desde siempre con la bendición de la madre biológica, una pobre mujer que, aquejada por enfermedades graves, no puede hacerse cargo. Toda la vida afectiva que la chiquitita conoce es la de su familia del corazón, la familia adoptiva; y toda su desgracia futura, parecería pender de la “familia” ... judicial. Por que la madre natural, como decimos, la entregó a la custodia de los Carro —tal el apellido de estos héroes contemporáneos— y no solamente no tiene reclamo alguno que hacerles sino que ha participado activamente en los movimientos populares a favor de la familia Carro; y también al contrario, su ausencia de todo este trámite judicial es poco menos que una inculpación para el Juzgado del caso. Ese penoso Mamón cotidiano, ese “estado” cruel y famélico del horror humano que produce, es quien reclama que la pequeña pase de manos afincado en razones de formalidad legal, que alguna negrura deben encubrir, desinteresándose hipócritamente del “superior interés del niño” el cual, supuestamente, se invoca para justificar este despropósito y otros mucho más graves y positivamente perversos. Pero parece ser que el atropello forma parte de lo que se llama modernamente derecho, y que, en realidad, no es más que puro voluntarismo despótico de funcionarios las más de las veces ignorantes, muchas veces perversos y casi siempre tiránicos, donde nada predica el orden natural que las leyes deben concretar ni, menos aún, la razonable solicitud por el bien común que justifica la acción y la irrupción de la autoridad política en la vida de los particulares.

La noticia nos permite saber que la familia Carro, que fuera antiguo hogar de tránsito, renunció a esta condición para poder adoptar a la expósita y convalidar legalmente aquello que ya había realizado desde el alma y el derecho. La publicación de la noticia, si alguno quiere curiosear más abajo de su texto, ha suscitado alarmantes comentarios de otros padres adoptivos que también han sido defraudados, o se ha tentado hacerlo, al pretender adoptar chicos abandonados que quedaban largo tiempo bajo su custodia; maniobras gestionadas, casi siempre, por parte de las llamadas “autoridades” judiciales, autoras implacables destas crueldades sistemáticas y verdaderas piedras de escándalo a la hora de pensar, siquiera, en la virtud de la Justicia.

Los organismos estatales tienen por único fin y por toda justificación, la unidad y felicidad del pueblo por medio de una suave inducción a la vida virtuosa, cuyo ejercicio deben hacer posible las leyes generales; cuando no procuran o impiden estos bienes, su supuesta autoridad desaparece y se convierte en un robo, una usurpación del poder legítimo y es un pecado mortal castigado con el infierno. La familia Carro lo ha percibido así y el monstruo “legal” ha resuelto rodear la casa familiar —que ahora simboliza el alcázar de todos los argentinos— de policías y funionarios que, tarde o temprano, deberán rendir cuentas ante Dios de lo que están haciendo, de lo que están pensando hacer y de lo que estuvieron dispuestos a hacer —la casa iba a ser asaltada por un grupo comando de la policía local—, por que de nada les servirá la excusa de la “obediencia debida”, ni la indiferencia moral que podría sugerirles la conveniencia de mantener un empleo gubernamental.

Quienes tontamente creen que la policía está para prevenir el delito o impedirlo, presten atención a estos casos y pongan sus barbas en remojo, recordando que nunca fue cosa buena permitir tanto poder a las “autoridades” políticas, de las cuales la policía es el brazo armado. Y los policías que quieran salvar sus almas, comiencen por servir a Dios y no a los hombres... y menos todavía, a las mujeres “jueces”.

Casos como este ponen en crisis la totalidad de la función pública y la judicial en particular, por que tal cual está concebida entre nosotros, es un mero funcionariado legal sin humanidad y sin fin práctico político ninguno, esto es, un modesto complejo humano obediente de las leyes y no del derecho, destinado a ejecutar las leyes generales dictadas por el congreso y no lo que debería ser, a saber: la función de determinar prudente y equitativamente la ley natural en el caso concreto, empleándose la ley humana positiva únicamante como causa formal extrínseca, como cierta razón del derecho, según la expresión acertadísima de Santo Tomás de Aquino, y no como vara de hierro descargada sobre los lomos de la ciudad.

El problema, además, es que el positivismo de nuestros (malos) jueces se agota rápida y tenebrosamente ante las leyes buenas que aún quedan, las cuales omiten cumplir a designio cuando contrarían la “política” oficialista, en cuyo seguimiento servil mantienen sus puestos; y es la causa de muchísimos de nuestros males porque ellos, con su imperium, hubieran podido remediarlos si hubiesen dejado de humillarse permanentemente ante la férrea disciplina impuesta por el poder político predominante.

Y en segundo lugar, está en crisis también la ley positiva, en tanto ya no es determinación general del derecho natural, sino capricho y tontera del poderoso de turno, que pone la organización política al servicio de sus inclinaciones y no del bien común. El caso es ejemplarísimo, por que lleva al terreno íntimo y concreto del ser humano en su faz más vulnerable y, por tanto, más preciada, como es la familia, la ligereza, la maldad, la torpeza y la estupidez de las supuestas autoridades y la labilidad total de nuestro sistema político presente, que no garantiza prácticamente ningún bien y, en casos conflictivos, se inclina sin demora por el mal.

La institución del “criadito”, de ley natural y tan corriente entre nosotros hasta hace poco tiempo, debería prevalecer al paso de aniquilarse las torpes leyes que contrarían de manera tan notoria el bien común y la ley natural. Eso es función judicial. Pero aquí no hay jueces, sino sirvientes del poder político y de las ideologías vengativas y crudelísimas del género y del feminismo y, por encima de todo, del odio visceral al amor en cualquiera de sus expresiones; empezando por la familia, desde luego.

En momentos tan duros como estos, solo queda la esperanza ilusionada de que alguien, de algún modo, con la ayuda de Dios, la intercesión de María Santísima y el beneplácito ferviente de todos los argentinos, salve lo esencial: la Patria, mantenga la Religión y fortalezca la Familia y el respeto a la Propiedad. Y liquide el resto de basura lo más pronto posible, para que lo presente no sea, acaso, mas que un mal recuerdo, borroso y dichosamente remoto.

3 comentarios:

El Carlista dijo...

Querido Ludovico.
Siempre usted tan preciso en los razonamientos y en los términos que utiliza.
Es realmente terrorífica la noticia.
Hay que tener en cuenta dos cuestiones relacionadas con este tema que hoy campean atento a la "ideología" en boga:
1. cuando se les acabaron los "desaparecidos" y la "sustitución de identidad", las ONG zurdas pasaron a arremeter contra los padres adoptivos.
2. los padres adoptivos son profundamente odiados por la ideología, atento a que por existir estos "desgraciados" se matan menos niños vía aborto. Son un enemigo clarísmo.
La presencia de lo demoníaco se hace cada vez más evidente en la socidad actual.
Un abrazo.

Don Pelayo dijo...

Muy buen comentario. la noticia demuestra en otro aspecto más el totalitarismo de Estado (con mayúscula), hipostasiado, verdadero pulpo monstruoso que con sus tentáculos destruye todo resto de vida real.
Para el voluntarismo moderno, del cual el Estado hipostasiado es una de sus peores expresiones, las cosas existen en la medida en que el "dios-Estado" les da entidad, supliendo al acto creador de Dios, el único que otorga ser. Dios otorga el ser a las cosas, todas ellas con acto y potencia, con posibilidades de desarrollarse, de explayarse, pero nadie se desarrolla "ex nihilo".
El Estado-dios-moderno lo hace de forma casi satánica me animaría a decir: es el intento de realizar el "sereis como dioses"

Anónimo dijo...

En efecto, la revolucion francesa, que Dios maldiga, comenzo alterando el principio del bien comun y del orden natural, consagrados por el Doctor Angelico.

Se invento el "derecho positivo" creacion atea y masonica donde un leguleyo inmundo como Rousseau, Danton, Robespierre y otros que estan con su jefe natural, pretendio que sus "leyes" surgidas de su "iluminada" cabeza debian convertirse en un mandamiento ateo.

Esa mentalidad ingreso en la Argentina y es enseñada a la mayoria de los abogados.
Como bien dice el Carlista, con esas leyes castigan a los padres adoptivos, porque desean que haya abortos.
El kirchnerismo es un flato inmundo de esa revolucion y es contrario a Dios y al orden natural. La obligacion de todo buen catolico argentino es combatirlo por todos los medios.